Un grupo de más de 200 estudiantes tomó la desafortunada decisión de no regresar a sus casas y dormir en las instalaciones del internado educacional al que asistían, en Chibok, al noreste de Nigeria, el 14 de abril pasado. A altas horas de la noche, un grupo de 15 a 17 hombres del grupo Boko Haram las sacó de sus camas y las arrastró fuera del establecimiento. Sólo un grupo de 10 a 15 niñas que se escondieron entre los arbustos logró escapar.
Ayer se cumplieron 100 días desde esa noche. El mundo se encargó de dejar claro que aún mantiene una deuda pendiente con esas niñas, y con todas aquellas jóvenes privadas de recibir educación, por los impedimentos del grupo extremista.
Boko Haram (que significa "la educación no islámica es un pecado") lucha por imponer un Estado islámico en Nigeria. En ese país, las diferencias étnicas, debates religiosos o fronteras geográficas no fueron un impedimento para las miles de mujeres que desde el lunes se reunieron en el parque Unity Fountain, en la ciudad de Abuya -capital del país-, para rezar desde la fe islámica y cristiana por el bienestar de las 200 niñas.
Miles de velas se encendieron en Togo, Túnez y Tanzania, en un evento organizado por la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, que teme que estas niñas podrían estar siendo esclavizadas.
En Pakistán, las estudiantes se tomaron las calles, con el respaldo de ITA, un grupo que lucha por recuperar el derecho a la educación.
Las 145 organizaciones hermanas con las que cuenta alrededor del mundo la agrupación Girls Not Brides (Niñas, No Novias) hicieron un llamado a protestar en los 45 países en los que se encuentra, recordando que la suerte de las niñas de la escuela de Chibok podría ser la de cualquiera de ellas.
Por su parte, el gobierno nigeriano decidió ampliar la búsqueda. En el área de Borno, ayer comenzó el despliegue de aviones y helicópteros, equipados con sistemas de vigilancia mejorados y tecnología de visión nocturna, que permiten ampliar la búsqueda a la noche.
Pero la petición mundial va más allá del rescate de las estudiantes. El gobierno ahora trabaja en la Iniciativa de Escuelas Seguras, que busca construir 500 establecimientos protegidos en el norte del país, especialmente en aquellas zonas donde las niñas tienen miedo de educarse por temor a las acciones de grupos extremistas como Boko Haram.
Desde el secuestro de las niñas, al menos 11 de sus padres han muerto. Cuatro por problemas de salud, como fallas cardíacas e hipertensión, y otros siete por ataques de milicianos al pueblo de Chibok, que se encuentra sitiado.
En reiteradas ocasiones, los familiares de las niñas le han solicitado al Presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, que visite ese poblado. Sin embargo, el mandatario se rehúsa a ir hasta que las menores sean encontradas y regresen a sus hogares.
El gobierno nigeriano incluso pidió apoyo internacional, y recibió ayuda técnica y personal de EE.UU. y Reino Unido.
Pero Jonathan tiene ante sí la presión de los familiares, del grupo Boko Haram -que amenazó con vender a las niñas si las autoridades no excarcelaban a sus miembros- y de la oposición, que critica al gobierno de pasividad ante la tragedia.