La demanda por aumentar los recursos para investigación parece ser crónica y sin respuesta. La inversión en ciencia, tecnología e innovación en Chile está estancada en alrededor del 0,35% del producto interno bruto (PIB) desde hace más de una década. Entre 700 y mil millones de dólares anuales, que representan el 2,6% de la inversión total de América Latina.

"Cualquier universidad en EE.UU. tiene mil millones de dólares de presupuesto. No es ninguna gracia que la inversión de todo un país iguale a la de una universidad", indica Jorge Babul, investigador de la U. de Chile y presidente del Consejo de Sociedades Científicas.

La actividad científica en Chile aún es "bajísima", señala Pablo Valenzuela, premio nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2002. "Nos falta mucha ciencia. Esto no significa que nuestra ciencia sea irrelevante, todo lo contrario", dice, recordando un reciente artículo de la revista Nature, donde Chile aparece con la mayor productividad científica per cápita de la región. "Aceptando que se han producido avances, nuestro gran desafío es resolver el prolongado estancamiento del nivel de inversión que realiza Chile en investigación, para potenciar la creación de nuevo conocimiento", agrega.

Parte de la causa del estancamiento es el poco interés de los privados, una dinámica que se repite en América Latina, donde, en promedio, la empresa representa el 46% de la inversión. "En la mayoría de los países más industrializados es más del 60%. En Brasil, más o menos el 50% de la investigación está financiada por las empresas, se parece a algunos países europeos, aunque en general está concentrada en pocas empresas", indica Rodolfo Barrere, coordinador de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana (Ricyt).

Brasil es un caso particular entre los países latinoamericanos: es el único que invierte más del 1% de su PIB en ciencia, innovación y desarrollo, a un nivel cercano al de algunos países más industrializados, como Italia o Nueva Zelandia. "Con una mirada hacia el futuro, Brasil aumentó el porcentaje del PIB dedicado a ciencia y tecnología a un 1,2%, dotando así al país de un esqueleto que le permitirá sobrevivir mejor posibles crisis futuras", dice María Teresa Ruiz, premio nacional de Ciencias 1997 y vicepresidenta de la Academia Chilena de Ciencias. La astrónoma agrega que la inversión ha sido la clave en el despegue económico de países como Corea, Finlandia, Nueva Zelandia e Israel, por ejemplo. "Los únicos países que han logrado el desarrollo sin apostar fuertemente al desarrollo científico-tecnológico son España y Grecia, y recientemente sus economías han demostrado su fragilidad", sostiene.

Una debilidad que también tiene Chile, al basar su economía en la extracción de materias primas.

Las soluciones

Chile, además de invertir poco, carece de políticas de inversión continuas, y eso en ciencias es crucial, indica Ruiz. Una opinión compartida por la comunidad científica nacional. "Chile hoy invierte muy poco en ciencia, pero el problema no se trata sólo de una suma, se trata de tener un plan, y la institucionalidad científica en Chile no existe", dice el físico Andrés Gomberoff, académico de la U. Andrés Bello.

"Se necesita una estrategia a largo plazo, elaborada por expertos y que emerja desde una institucionalidad que tenga poder de ejecución e, idealmente, que sea independiente del gobierno de turno. No ganamos nada con que un año aumentemos un poquito los fondos, al año siguiente armar el más ambicioso programa de becas al extranjero, sin un programa de inserción a largo plazo, y al siguiente enfocar todo hacia la investigación aplicada vía Corfo", dice Carolina Torrealba, bióloga y directora de la Fundación Ciencia & Vida.

La incorporación de científicos jóvenes, a través de becas de inserción laboral; el aumento de proyectos Fondecyt (y del monto asignado), más financiamiento para equipamiento mayor y mediano, además del aumento de los centros de excelencia, están entre las medidas que un análisis de la Academia Chilena de Ciencias recomendó para incrementar la inversión en el área.

Pero para Juan Manuel Santa Cruz, ex jefe de Innovación del Ministerio de Economía en el gobierno pasado y actual director del Instituto de Innovación Social de la UDD, no se trata de poner más recursos, duplicar o alcanzar el 1% del PIB, porque el país no tiene un sistema capaz de absorber esa inversión. "Se requiere una masa crítica suficientemente grande. Eso no lo tenemos en Chile. No pasa por darle prioridad presupuestaria desde el gobierno, porque hay un problema de saturación. Fondecyt funciona muy bien, pero asigna recursos a una tasa de adjudicación de 50%. Uno de cada dos que postulan recibe recursos, muy por sobre los países desarrollados. Si duplicaras el gasto, en Fondecyt les darías a todos, independientemente de si son buenos o malos. Si triplicaras el gasto, resulta que ya no tienes gente", dice.  La solución, agrega, pasa por interesar y preparar a más gente, pero principalmente por valorar culturalmente la ciencia. "No basta con mandar a muchos estudiantes a estudiar, si no van a tener un trabajo aquí. Hay que cambiar la cultura, con empresarios que confíen en la ciencia, plazas en el mundo productivo para doctores en ciencia, porque la mayoría trabaja en la academia. Hay que cambiar la cultura, mejorar confianzas y hacer de la ciencia un valor fundamental del país", añade Gomberoff.

"La incorporación de la ciencia como pilar integral de nuestra sociedad no sólo busca tener más científicos, sino construir una sociedad que utiliza la razón, y no las ideologías en la toma de decisiones, con ciudadanos más respetuosos y responsables", enfatiza Torrealba.

Invertir en ciencia, invertir en Chile

Por Juan Manuel Santa Cruz / Pablo Astudillo

La ciencia nos cambia la vida. ¿Sabía usted que la vacuna contra la hepatitis B que hoy se aplica a los niños en prácticamente todo el mundo fue desarrollada por un chileno? La investigación y posterior desarrollo de esa vacuna nos han cambiado la vida, y para mejor.

Aunque no nos demos cuenta, el desarrollo científico nos entrega una mejor calidad de vida. Es por esto que necesitamos que Chile tenga buenos científicos y buena ciencia.

Diversos actores han reconocido la necesidad de avanzar hacia una estrategia que ponga a la ciencia y la innovación al frente del desarrollo del país. Sin embargo, debido a que los resultados de un proyecto de investigación pueden tomar muchos años, sumado a que los grupos de interés asociados a investigadores son pocos y pequeños, y a que este tema nunca será un problema de contingencia, la ciencia está siempre fuera de agenda y nunca es una prioridad política.

Se requieren varias medidas para revertir lo anterior. Una de ellas es aumentar la escasa inversión en I+D que realiza nuestro país, la más baja entre los países Ocde (0,35% del PIB al 2012). Otra, y muy relevante, es contar con una adecuada institucionalidad, que permita darle la atención que requiere y que no quede literalmente postergada respecto de otras prioridades.

Avanzar con decisión en lo anterior es lo único que permitirá que la ciencia contribuya al desarrollo de nuestro país, ayudando a resolver los desafíos económicos, sociales o culturales de la ciudadanía.

La ciencia necesaria para avanzar

Por María Elena Boisier

El proceso de cambios que vive el país presenta un escenario adecuado para el debate acerca de la inversión en ciencia y tecnología. En este punto, vale la pena preguntarse: ¿por qué hacerlo? La obtención de nuevos conocimientos, tecnologías e innovaciones tiene efectos directos sobre la economía, la sociedad, cultura, educación, salud y una larga lista de áreas fundamentales para nuestra calidad de vida.

La principal fuente de recursos destinados a la investigación en Chile proviene del Estado, por lo que las políticas públicas que se lleven a cabo son decisivas para determinar el presente y el futuro de la ciencia chilena. ¿Cuánto invierte Chile para apoyar su desarrollo científico? En términos generales, el 0,4% del PIB. Una cifra baja comparada con Argentina, Brasil o con países más desarrollados. Sin embargo, el presupuesto nacional ha ido creciendo en los últimos años. Eso se ve reflejado en la evolución del presupuesto de Conicyt, la principal herramienta de apoyo a la ciencia. Entre 2006 y 2014, los recursos asignados aumentaron desde $ 84 mil millones a los $ 274 mil millones actuales, tanto para apoyar la formación de investigadores como para fortalecer la base científica con la que se genera conocimiento e innovación. Ello ha permitido financiar más de 10 mil becas de posgrado, proyectos en investigación básica y aplicada, centros de investigación avanzada en todo Chile, apoyar publicaciones y desarrollar una cultura científica en la sociedad.

Aún nos falta para llegar a los niveles de inversión que otros países realizan, pero sin duda vamos por buen camino, consolidando la ciencia que se desarrolla en Chile y a sus científicos como referentes internacionales.