Investigadores argentinos desarrollaron un método que permite obtener las "huellas dactilares" de los vinos con el fin de garantizar la autenticidad y procedencia de este producto, declarado "bebida nacional", informó hoy a Efe el científico a cargo del estudio.
El mecanismo permite determinar los componentes químicos de los vinos, ya sea la geología del lugar donde fue cosechado, el agua que obtuvo como resultado del riego y las lluvias, la altura de los cultivos, la cantidad de sol que reciben, la contaminación del sitio y la variedad de la uva, entre otros factores.
"La investigación está enfocada desde el punto de vista químico. Permite confirmar el origen y la autenticidad del producto, además de verificar si lo que dice la etiqueta sobre el vino es cierto", señaló el director del Instituto Superior de Investigación, Desarrollo y Servicios en Alimentos (Isidsa) de la Universidad argentina de Córdoba, Daniel Wunderlin.
"Con este mecanismo se puede saber además si el vino es argentino, chileno, español, francés u de otro país", añadió el científico, a cargo del estudio, que contó con financiación de la Unión Europea (UE).
Wunderlin explicó que el método, que combina la información de los componentes químicos con datos matemáticos y estadísticos, establece una suerte de "huella digital de un vino", lo que permite diferenciarlos.
Para desarrollar esta herramienta, los científicos de las universidades de Buenos Aires, Córdoba, San Juan y La Plata tomaron muestras en viñedos de las provincias de Mendoza, San Juan y Córdoba.
Los científicos analizaron, en este sentido, las características del suelo, de los vinos y del agua de estas regiones de Argentina, quinto elaborador mundial de vinos y noveno exportador a nivel global.
"Sirve para que no haya fraude sobre un producto y para saber, por ejemplo, si un vino es tan añejo como se declara en una botella. Es útil para los organismos de control", subrayó Wunderlin.
Para los responsables de la investigación, publicada en la revista oficial de la Sociedad Química de Estados Unidos, se trata de una metodología útil para facilitar la venta de los vinos argentinos, tales como el Malbec, el Cabernet Sauvignon o el Syrah, entre otros, en mercados exigentes.
El sector vitivinícola argentino, en el que trabajan unas 400.000 personas, alcanzó en Argentina una facturación anual superior a los 2.600 millones de dólares.
Argentina ocupa el séptimo lugar en consumo per cápita de vino a nivel mundial, con unos 30 litros anuales por persona, aunque lejos de la media de 90 litros que el país suramericano tenía hace cuarenta años.
Según datos oficiales, el 77 por ciento de la producción argentina se destina al consumo doméstico y el resto se exporta.
En Argentina, el sector está conformado por 1.341 bodegas, mientras que la superficie implantada con vides asciende a 228.000 hectáreas y la actividad vitivinícola representa en su conjunto el 1,37 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país.