La dieta de los homínidos era más variada de lo que se creía, según un estudio publicado hoy en Science, que indica que los entornos locales son mucho más importantes en la determinación de la dieta que la anatomía de la especie.
El profesor Peter Ungar, de la Universidad de Arkansas, y Matt Sponheimer, de la Universidad de Colorado, revisaron los datos de los últimos estudios y cruzaron distintas técnicas "para desarrollar una visión sintética de las dietas de los homínidos tempranos", indicaron en una entrevista con Efe.
Tradicionalmente, los estudios en los hábitos alimenticios de las especies de homínidos extintos se han centrado en el tamaño del diente, la forma y morfología, así como herramientas de piedra y huesos de animales sacrificados.
Pero en este estudio han observado los dientes utilizando una técnica de microanálisis del desgaste dental y otra con isótopos que analiza los restos de esmalte, con las que han sido capaces de saber mucho más acerca de los hábitos alimenticios de nuestros ancestros.
Los científicos indican que el desgaste detectado en el microanálisis de los dientes en un animal refleja la dureza y la resistencia o la fuerza de la comida que estaba comiendo en los días o semanas antes de su muerte.
La medición de isótopos estables (especialmente carbono) en el esmalte dental proporciona pistas sobre la proporción de hierbas, frutas y nueces que fueron ingeridos.
Después de combinar estas dos técnicas, los investigadores creen que la dieta humana podría haber sido más diversa en sus principios de lo que se creía y reabren el interrogante sobre las nociones actuales sobre la dieta de las especies extintas.
"Hemos llegado a un punto de inflexión en la investigación paleodietaria en los homínidos, un punto en que no hay vuelta atrás. Claramente nuestras antiguas repuestas no sirven más", señaló por su parte Sponheimer, quien aseguró que hay razones para ser optimistas para seguir avanzando en la investigación.
Las investigaciones se realizaron principalmente en fósiles de Etiopía, Kenia, Tanzania y Sudáfrica, y los resultados indican que especies muy similares (con los dientes muy similares y formas y estructuras craneales) podían haber tenido dietas muy diferentes.
Según Ungar, la mayoría de los estudios "se ha fijado en los tamaños, formas y estructuras de los cráneos y dientes y los utilizaron para reconstruir la dieta. Pero esto no dice lo que estas personas comían, sino lo que podrían haber comido".
Sin embargo, el microanálisis revela los arañazos y los golpes en los dientes por la alimentación, mientras que los isótopos desvelan la composición química de los alimentos que se consumen, aportando "rastros de la conducta real" de estos homínidos, enfatizó.
Además indicaron que el análisis en las evidencias de los alimentos ingeridos no se ajusta a lo que pensaban.
"Si nos fijamos en los dientes y la forma del cráneo, parece que debería haber un aumento progresivo en el consumo de alimentos duros (por ejemplo, nueces, semillas, raíces, tubérculos) en una sabana abierta", indicó Ungar.
Pero, según su estudio, parece que algunas especies comían hierba dura o juncos en vez de arbustos, mientras que otras especies, al parecer, consumían alimentos blandos la mayor parte del tiempo y recurrían a alimentos duros cuando no había blandos.
Esto significa que la historia de la evolución de la dieta del ser humano "es mucho más complicado de lo que solíamos pensar", señaló Ungar.
"Ya no podemos pensar en términos de tendencias en el tiempo y patrones comunes. Es posible que los entornos locales sean mucho más importantes en la determinación de la dieta que la anatomía de la especie únicamente".