Científicos encuentran cochayuyo en la Antártica

cocha

Son trozos del alga que flotan hasta el continente blanco, pasando una barrera que no se sabía que pudieran traspasar.




A pesar de su nombre científico, el cochayuyo (Durvillaea antarctica) no está presente en la Antártica. El alga parda se distribuye entre la Región de Coquimbo y Magallanes, además de en Nueva Zelanda, pero este año, durante la Expedición Científica Antártica (ECA) 53°, de febrero, un grupo de investigadores del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Ideal), la detectó en las cercanías de la Base Escudero, en Bahía Fildes, isla cercana a la Península Antártica.

Para llegar hasta allí, los ejemplares debieron atravesar la corriente Circumpolar Antártica y el Frente Polar Antártico, considerados barreras que impiden el paso de organismos de un lugar a otro. Los investigadores ahora estudian cómo lo logró.

Sin reportes

Hasta ahora se sabía que cerca de 70 millones de parches flotantes de cochayuyo estaban alrededor de la corriente Circumpolar Antártica (que gira en sentido oeste-este alrededor del continente), pero no habían reportes de que las láminas flotantes (las mismas que se venden para consumo humano), pudieran cruzar. "Se demuestra que algunas especies pueden cruzar el Frente Polar Antártico, que impide el paso o la dispersión entre Sudamérica y Antártica. Que ciertos organismos tengan capacidad de llegar es relevante", señala Erasmo Macaya, investigador de la Universidad de Concepción y del centro Ideal.

Los investigadores encontraron dos muestras de la especie, evidencia de que pueden pasar la corriente, pero además llevar organismos en su cuerpo; moluscos o crustáceos, por lo que se puede transformar en un vehículo de dispersión. "Eran trozos bastante grandes, un metro y medio tenía uno de los trozos que encontré y estaba reproductivo. Son ejemplares adultos, uno tenía crustáceos sobre el cuerpo, indicadores de que llevan harto tiempo flotando", indica Macaya.

Los análisis ahora permitirán saber cuánto tiempo estuvo flotando, y a través de la genética, su fuente potencial de origen, que podrían ser las islas subantárticas.

Macaya sostiene que a corto plazo no debería tener impacto, pues son trozos pequeños, pero si sigue ocurriendo podría servir para el desplazamiento de especies.

En un contexto de cambio global donde se proyecta el incremento de la temperatura del mar, podría ser más recurrente y tener consecuencias.

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