Los años, el paso del tiempo, los problemas después de los 50, etcétera, etcétera. Aquel tipo de cuestionamientos no le dicen demasiado a Claire Denis. Tampoco la crisis de trabajo que enfrentan las actrices sobre los 40 en Hollywood. "En Francia, al menos, los casos de Catherine Deneuve, Isabelle Huppert y Juliette Binoche prueban todo lo contrario", plantea con esperanza.
Ella misma es una prueba viviente de alguien que escapó a las convenciones literarias románticas del artista joven, talentoso y fugaz, a lo Rimbaud. Hizo su primer largometraje a los 42 años, después de una impagable labor como ayudante de dirección de Wenders, Jarmusch y Jacques Rivette.
Hoy, a los 71 años, Claire Denis es un referente en el cine europeo. Posee una inquietud y estilo únicos, difíciles de encasillar a la hora de los análisis, aunque siempre con honestidad a toda prueba (dicen que de Rivette aprendió a "no traicionar a sus personajes"). Gran parte de sus películas tienen elementos autobiográficos, aunque nunca deja de probar con un género u otro, incluyendo hasta ciencia ficción. El colonialismo en Africa (creció entre Camerún y Somalía), la naturaleza del amor o la crítica social se repiten en filmes como su debut Chocolat (1988) y los posteriores Beau travail (1999) y Trouble every day (2001).
Su última cinta, Un bello sol interior (2017), es un resumen de todo aquello, pero además es su primera comedia hecha y derecha, casi la propuesta ideal para que Claire Denis entre por la puerta grande de los estrenos nacionales a principios de noviembre.
Antes, en cualquier caso, la película con Juliette Binoche y Gérard Depardieu debutará en el Festival de Cine de Valdivia, que se extiende desde este lunes 9 al domingo 15 de octubre. Ahí, Un bello sol interior se dará el jueves a las 11.00 y el domingo a las 22.30.
Historia en fragmentos
Ganadora del Festival de Locarno con Nénette et Boni (1996) y habitual nombre en Cannes, Venecia y Berlín, Denis es parte de la generación de cineastas franceses como Philippe Garrel y Arnaud Desplechin, con una gran deuda con la Nueva Ola Francesa, pero sin desdeñar al cine estadounidense. De hecho, ahora filma High life, cinta con Robert Pattinson que transcurre en una nave espacial.
En el último Festival de Cannes, la cineasta conversó con un grupo de periodistas acerca de su última cinta, ganadora del Premio SACD de la Quincena de Realizadores. "En un principio el productor Olivier Delbosc quería hacer una adaptación de Fragmentos del discurso amoroso de Roland Barthes", explica. "Por esa misma época acordé con él hacer un filme sobre una mujer que acababa de romper con su pareja, con un guión que hice junto a la escritora Christine Angot. Finalmente la cinta sobre Barthes no se hizo, pero Un bello sol interior sí", explica sobre la obra donde Juliette Binoche es Isabelle, una pintora y madre divorciada que tras todos sus fracasos sentimentales busca algo así como el "verdadero amor".
El filme nunca deja de ser fiel a aquel modo no tradicional de contar los relatos de Denis: "Todas mis películas son fragmentarias, algo que tiene mucho que ver con Barthes. No me gusta la continuidad en las historias. Prefiero las elipsis y bloques, en vez de historias clásicas".
El personaje de Isabelle es de una desarmante honestidad, un ejemplar raro y adolescente para alguien que sobre los 50 ya conoció los trucos de las relaciones afectivas. Denis lo atribuye a su propia forma de ser: "Cuando yo amo, amo en forma total. No dejo lugar a manipulaciones ni segundos pensamientos; sin embargo si miro a mi alrededor, la realidad siempre dice otra cosa".
En la película, el personaje de Binoche a veces causa daño, pero casi siempre es ella la que sale mal parada. Denis lo resume así: "Creo que si nunca experimentaste el dolor del amor, no eres un auténtico ser humano. Eres una máquina".
Devota de bandas sonoras de primer nivel, en esta ocasión Denis le dio lugar a la voz de la cantante de blues Etta James para acompañar los tropiezos amorosos de Isabelle. "Etta James es muy diferente, por ejemplo a Ella Fitzgerald. Etta James es una mujer del amor, siempre expresando sentimientos, vistiéndose de forma provocativa, pidiendo ser deseada y amada. Por el contrario, Ella Fitzgerald es una sacerdotisa de los sentimientos: no se mezcla con ellos allá abajo en la Tierra. Le pedí a Juliette (Binoche) que se fijara en ella y la escuchara a la hora de caracterizar su personaje".
¿Y qué hay de Gérard Depardieu, aquel vidente al que acude Isabelle, buscando una respuesta en su camino sin salida? "Cuando hablé con los productores y les mencioné que no quería un clásico lunático en ese rol, me di cuenta que Gérard era el único que podía hacerlo. Su personaje dice cosas sin sentido, pero es capaz de hacerlo en una manera tan seria y profunda que convence al personaje de Juliette. Depardieu es como una gran muralla o fortaleza y eso lo hace convincente. Pero al mismo tiempo es increíblemente suave e ingenuo".