Cineasta Philippe de Chauveron: "Han atacado la película desde la extrema izquierda y la extrema derecha"
Mañana se estrena en Chile Dios mío, ¿qué hemos hecho?, comedia que reunió 12 millones de espectadores en Francia en 2014.
Claude Verneuil (Christian Clavier, Astérix) es un notario gaullista que vive en la localidad de Chinon, conocida como "la flor del jardín de Francia", y que hace décadas está casado con una burguesa católica (Chantal Lauby) con quien tiene cuatro hijas. Y si bien adhiere a los valores libertarios de la République, no ha podido evitar descomponerse cada vez que uno de sus retoños tiene la ocurrencia de casarse con un francés hijo de la inmigración: primero, un árabe musulmán; luego, un judío sefardí, y más tarde, un chino. Ahora, cuando el matrimonio Verneuil apuesta todas sus fichas racistas en su cuarta hija, resulta que ella se ha comprometido… con alguien que nos les va a gustar.
Así se va armando Dios mío, ¿qué hemos hecho?, comedia dirigida y coescrita por Philippe de Chauveron que llega mañana a las salas chilenas tras convocar a 12 millones de espectadores en Francia y otros 8 millones en el resto de Europa, además de recibir una nominación a Mejor Filme Europeo en la última entrega de los Premios Goya. Es la primera vez que una película del realizador se estrena fuera del ámbito francófono y el hombre está contento. Al teléfono, desde París, dice que ha visto la película en varios países y que los distintos públicos "se ríen en las mismas partes que los franceses".
Todo partió, agrega, con una lectura inopinada de la prensa. Vio por ahí que Francia era el campeón mundial de los matrimonios mixtos: uno de cada cuatro nuevos casamientos, señalaba la información. El asunto le hizo gracia y la historia de su propia familia -padres católicos, matrimonio mixto de algunos de sus hermanos- lo empujó a tomarse el asunto lo suficientemente en serio como para hacer una comedia ambientada "en la Francia actual, que es multicultural y multiétnica". Esto último, añade, puede presentar muchos problemas asociados al racismo y a la exclusión, que son serios, "pero también tiene su lado divertido y se puede hablar de Francia por esta vía".
¿Es un poco su propia historia?
No realmente, aunque uso elementos de mi vida. También hay muchas historias de matrimonios mixtos en mi entorno. Por lo demás, el matrimonio como tal, del tipo que sea, es siempre un tema de comedia. Eso sí, el primer objetivo era hablar de la Francia de hoy y también homenajear a todas las comunidades que han contribuido a la grandeza del país, más allá de los problemas que ciertamente se presentan.
¿Hubo quienes no lo entendieron así?
La mayoría de la gente la ha visto como una película amable y divertida. En el resto hay dos posiciones: una es decir que se trata de un filme racista y otra, que está promoviendo el mestizaje. Nos han atacado desde la extrema izquierda y la extrema derecha. Pero la mayoría lo ha recibido muy bien.
Ya se habla de segunda parte…
Cuando una película tiene mucho éxito, es normal considerar una continuación. Pero, por ahora, no he escrito ni una línea de eso. Si hay un buen guión, puede ser una buena idea. No soy dogmático a ese respecto. Eso sí, todo los actores quedaron con ganas de retomar sus personajes.
¿Hay ciertos temas, como los que propone su película, que se digieren mejor en una comedia?
Uno puede hacer un drama o una comedia. No hay reglas. El tema de una película como Tiempos modernos (Chaplin, 1936) es bastante serio y, sin embargo, se trata de una comedia, sin perjuicio de que puedan hacerse filmes muy dramáticos sobre las condiciones laborales en los años 30. En mi caso, lo que me inspira es hacer comedias y creo que uno puede hablar irónicamente de la sociedad francesa. Ahora, efectivamente, los temas serios pueden originar buenas comedias. En lo particular, me siento muy influido por la comedia italiana de los 70, que habla de cosas horribles, pero hace reír.
Franceses y gringos
"Siempre es difícil explicar un éxito. Es más fácil explicar un fracaso", dice De Chauveron (París, 1965). El "boca a boca" ha sido importante en este caso, agrega, aunque reconoce que no se dio así en EE.UU.: "Los estadounidenses no estrenan muchas películas francesas. Había un presunto interés en hacer un remake, pero nada concreto. Por otro lado, me parece que el matrimonio mixto es menos habitual en EE.UU. que en Francia, sin perjuicio de que hubo por allá gente que vio la película y la criticó mal. En todo caso, las comedias francesas no interesan en EE.UU. Prefieren las películas más autorales".
¿Podrían entrar en esta última categoría realizadores de comedias como Bruno Podalydès (Adieu Berthe), Noémie Lvovsky (Camille repite) o Emmanuel Mouret (Cambio de dirección)?
Me encanta Podalydès. Mouret no me gusta. Pero hay una gran vitalidad en la producción francesa: se hacen muchas películas y hay muchos directores de comedia. Es lo que le da su fuerza al cine francés. Ahora, lo importante es el público, más que la prensa. (El comediante) Louis de Funes nunca tuvo mucha atención de la prensa y hoy es reconocido como un genio.
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