Veinticinco kilómetros separan los dos mundos de Cinecittà: el de los estudios, que mira al pasado y se sostiene apenas, y el del parque de diversiones, recientemente inaugurado y con una inversión de 388 millones de dólares. Mientras en los clásicos sets los trabajadores disparan contra quienes gastan en parques temáticos, en el llamado Cinecittà World esperan que la llegada del público aumente entusiastas del cine. Como un efecto rebote, apuestan los empresarios, los estudios tal vez encuentren un futuro esplendor.
De esa época se nutre el Cinecittà World, un centro de aventuras que recurre a toda la imaginería del cine italiano y del cine de Hollywood filmado en Italia. Comenzó a operar en pleno verano boreal y se espera que en sus primeros meses asista un millón y medio de personas."Queríamos fabricar un homenaje al cine que es el arte de crear mundos paralelos, de poner en escena y de hacer concretos los sueños", dijo al diario El País el consejero delegado Emanuel Gout de la empresa Italian Entertainment Group (IEG), responsable del parque. Este grupo es también el que maneja a Cinecittà, el más grande estudio de Europa.
Creado en 1937 por el dictador Benito Mussolini con el objetivo de desarrollar producciones históricas que realzaran los conceptos de patria e imperio, sus primeras cintas fueron producciones sobre legiones romanas, emperadores ambiciosos y dictadores triunfales. Con el paso del tiempo, Cinecittà se transformó además en el estudio de las grandes superproducciones de Hollywood en el subgénero de "romanos" y, luego, en la casa de cineastas como Sergio Leone, Vittorio de Sica y, sobre todo, Federico Fellini.
Pero, antes que nada, ¿Qué es Cinecittà World? Es un inmueble de 25 mil metros cuadrados con espacio para 20 atracciones, ocho escenarios y cuatro teatros. Hay lugar para todo: montañas rusas, juegos de caída libre, casas del horror, paseos en canoa por lagos artificiales y muchas, muchas hamburguesas. "Tenemos que ser capaces de pensar que el entretenimiento es una carretera hacia el desarrollo de Italia", afirmó hace poco Luigi Abete, el presidente de IEG, a The New York Times.
Todo el parque está cruzado por el concepto de las locaciones fílmicas. A veces se trata de clásicas cintas hechas en Cinecittà y, tomando las licencias del caso, también de obras que nunca tuvieron lugar ahí. La gran montaña rusa, por ejemplo, es parte de un terreno mayor donde priman los motivos de la ciencia ficción americana de los años 50. También se pueden ver construcciones monolíticas que aluden al cine al otro lado del mundo: en uno de los recodos del camino hay un gran elefante de cartón piedra que parece sacado de una película de Hollywood.
El diseño del centro de aventuras es de Dante Ferretti, un prohombre del rubro, ganador del Oscar por Hugo y viejo colaborador de Fellini y Pasolini, entre otros. Entre los sets temáticos destacan los desérticos, que son una evidente reproducción del Viejo Oeste de las cintas de Sergio Leone; el de las callejuelas de Chicago y sus gángsters de los años 30, aludiendo a Los intocables; el de Pandillas de Nueva York, la última gran cinta rodada en Cinecittà.
"Me divertí muchísimo proyectando este parque. Entiendo mi trabajo como un servicio a la magia del séptimo arte. Me enamoré de la gran pantalla con 13 años. En mi pueblo cerca de Roma no había nada salvo un cine", afirmó Ferretti a El País.
Aunque la creación de esta alternativa de entretención es una señal de dinamismo económico, las voces en Italia se han polarizado en los últimos meses. En marzo pasado incluso se filtró información de que en el lugar donde se emplazan los estudios se construirían hoteles y un gran centro comercial. En su momento, las protestas arreciaron y entre los cineastas que pusieron la voz en el cielo estaban Ettore Scola y Giuliano Montaldo, veterano del glorioso Cinecittà. Hoy, los sindicatos hablan del parque de diversiones. "No estamos en contra de parques temáticos o del hotel. Pero primero pedimos que IEG demuestre que quiere revitalizar los estudios y atraer producciones", dijo a El País, el secretario del Sindicato de Trabajadores de la Comunicación Alberto Manzini.
Las cifras que Manzini y muchos tienen sobre la mesa son claras y fúnebres: en su mejor época Cinecittà albergaba 300 películas al año; hoy se hacen menos de 10. Gran parte de lo que ahí se rueda son programas de TV como El Gran Hermano. Sólo A Roma con amor, de Woody Allen, destaca en el último tiempo.
EL PASADO
De acuerdo con datos de The New York Times, la fuerza laboral de Cinecittà era un dínamo fuera de serie en los años 50 y 60. En su apogeo participaron hasta 1.500 extras por película, casi siempre grandes producciones estadounidenses. Sophia Lazzaro, una extra que a los 16 años hizo de esclava en Quo Vadis? en 1951, sería conocida algunos años más tarde como Sophia Loren.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los sets desarrollados por Mussolini cayeron en desuso debido a la crisis económica. Las imágenes de esta Italia derrotada, expresadas como nunca en Ladrón de bicicletas o Roma ciudad abierta, fueron renovadas por las del inminente milagro económico de los gobiernos democratacristianos. Su ejemplo más evidente fue el clásico Vacaciones en Roma (1953), producción ganadora de tres Oscar donde Gregory Peck y Audrey Hepburn se paseaban en una Vespa por las calles de Roma. Además de ocupar la ciudad, la cinta recurrió a Cinecittà, que por decisión del entonces secretario de Cultura y luego primer ministro Giulio Andreotti otorgaba grandes incentivos económicos a producciones extranjeras.
Las superproduccciones se sucedieron, una más cara que la otra, hasta llegar a Cleopatra (1963), cinta con Elizabeth Taylor que en su momento fue la más onerosa jamás realizada. Entre medio hubo mucho: la mencionada Quo vadis?, El manto sagrado, Adiós a las armas y la recordada película Ben-Hur, que recreaba las carreras en el coliseo romano y que por mucho tiempo tuvo el récord de 11 premios Oscar. La película era un espectáculo en todo el sentido del término y le dio a Charlton Heston uno de sus personajes célebres.
El mejor cine italiano también se filmó en los estudios. Ahí arribaron Luchino Visconti, Sergio Leone y Federico Fellini, que hizo de Cinecittà su segunda casa. El galpón número 5 le pertenecía y lo supo aprovechar como nadie con películas que se desarrollaban en el momento, que descansaban a veces en la improvisación y que se llamaban La dolce vita, Ocho y medio, Amarcord, Roma o Satyricon. Cuando murió, en 1993, su capilla ardiente fue instalada justamente en el estudio 5. Es de esperar que aquel haya sido solo el funeral de Fellini.