Por las calles de Teherán, un hombre de gorra y traje negro maneja su automóvil subiendo y bajando pasajeros. Escucha historias y anécdotas, reflexiones y desahogos. Es un taxista, pero no uno ordinario. Por las razones equivocadas, su nombre y rostro es conocido para sus compatriotas. Jafar Panahi, el cineasta iraní a quien el gobierno no le permite ir al extranjero, dar entrevistas o hacer películas, es el protagonista de su propio filme en Taxi. Es la tercera vez que el realizador de El globo blanco burla a la infame justicia iraní (antes hizo clandestinamente las cintas Esto no es un film y Closed curtain) y en esta oportunidad fue muy lejos: Taxi ganó en enero del 2015 el Oso de Oro a la Mejor Película en el Festival de Berlín, desbancando a favoritos como 45 years de Andrew Haigh o, incluso, El club de Pablo Larraín.
Ahora, a pocos días de la muerte de Abbas Kiarostami (el más importante de los cineastas de ese país y amigo de Jafar Panahi), se anuncia la llegada de Taxi a Chile. Su exhibición será en el contexto del 12 Festival de Cine de Santiago (Sanfic), que se hará del 23 al 28 de agosto y que, como es habitual, presenta películas que han dado que hablar y han sido premiadas en los festivales de cine europeos. Aún no se cierra la programación definitiva del encuentro, pero ya está confirmada la presencia del mencionado filme iraní. Los otros dos títulos asegurados son el muy elogiado Francofonia del ruso Aleksandr Sokurov y el magnífico A la sombra de las mujeres del francés Philippe Garrel.
El encuentro organizado por la Fundación CorpArtes también definió las ocho películas que estarán en la Competencia Chilena, entre ellas, Nunca vas a estar solo, de Alex Anwandter y El príncipe inca, de Ana María Hurtado.
Calles y pinacotecas
En julio del 2009, el cineasta iraní Jafar Panahi, que ya había ganado el León de Oro en el Festival de Venecia por su película El círculo (2000), fue detenido en Teherán tras asistir al funeral de una estudiante baleada en las vísperas de las elecciones del 2009. Los amigos, los contactos internacionales y la presión mundial lograron que fuera liberado. Nueve meses más tarde, la intolerancia volvió por él con más fuerza y esta vez el arresto fue en su propia casa, junto a su hija y esposa. La condena fue cinco años de arresto domiciliario y la prohibición de hacer películas, viajar al extranjero y dar entrevistas durante 20 años. Desde ese momento, ha realizado tres películas, todas bajo circunstancias precarias. Todas exitosas y elogiadas por la crítica.
En la última, Taxi, él se sitúa literalmente al volante de la película al transformarse en un taxista de Teherán. La tipología humana que toma asiento es variada: dos mujeres que llevan apuradamente un pececito hacia un río, un hombre que está de acuerdo con la pena capital, su propia sobrina, que tiene como tarea escolar filmar una pequeña película. A Panahi se lo ve sonriente y afable y no pareciera ser el hombre condenado por un régimen totalitario. Esa es una de las fortalezas de su cine: deslizar siempre con magnánimo humanismo su visión del mundo, de las mujeres y de la intolerancia.
Si Taxi fue uno de los filmes políticos más celebrados del 2015, Francofonia (premio Fedeora en Venecia 2015) fue saludado como una revisión histórica lúcida del ruso Aleksandr Sokurov, un hombre obsesionado con Europa, el poder y con la cultura centenaria (en 2011 ganó el León de Oro en Venecia por Faust, su particular versión de la obra de Goethe). Por sus películas han aparecido caracterizaciones de Hitler, Stalin, Hirohito o Pedro El Grande. En Francofonia está Napoleón, pero sobre todo están los nazis y, aún más, el Museo del Louvre. Se trata de una respuesta a El arca rusa (2002), cinta en la que Sokurov exploraba la historia rusa a través de un largo plano secuencia en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. Acá, el punto de partida es la ocupación nazi en Francia y la relación entre el republicano Jacques Jaujard, director de los museos en Francia, y el nazi aristócrata Franz Wolff-Metternich, enviado por Hitler para proteger el Louvre. La pregunta, inquietante, es por qué los alemanes se empeñaron en proteger el corazón artístico de Francia, pero al mismo tiempo mataban millones de judíos.
También en territorio parisino transcurre A la sombra de las mujeres, la última película del cineasta francés Philippe Garrel, heredero directo de la Nueva Ola francesa y ganador del Oso de Plata en Venecia con Los amantes regulares (2005). Garrel tiene una identidad tan fuerte como Sokurov y sus temas suelen ser la adolescencia, los amores perdidos, las relaciones y la incomunicación. También es un fan del blanco y negro y de la contemplación: en A la sombra de las mujeres, su filme más accesible, cuenta las infidelidades de Pierre y Manon, una pareja de documentalistas. Primero está Pierre, quien se toma el desliz como una libertad propia de los hombres, evidenciando un endémico machismo. La crisis sobrevendrá cuando Manon entra en el mismo juego de los romances fuera de regla.
Con sello local
La presencia chilena en esta edición se reparte entre cuatro filmes de ficción y cuatro documentales. Entre los primeros está Nunca vas a estar solo, el debut del músico Alex Anwandter en la dirección. Inspirándose libremente en el caso de Daniel Zamudio, Anwandter (que también es el guionista y autor de la banda sonora) se centra fundamentalmente en la historia de Juan (Sergio Hernández), el padre de Pablo (Andrew Bagsted), un adolescente gay que permanece en estado de coma tras un ataque homofóbico. Juan trabaja en una fábrica de maniquíes y nunca estuvo emocionalmente cerca de su hijo. La película muestra en su primera parte la vida de Pablo y luego deriva en el angustioso clima de remordimientos de su padre tras la tragedia familiar. Premiada en Berlín, la obra de Anwandter llega en noviembre a salas.
En el ámbito documental se estrena El príncipe inca, segundo documental de Ana María Hurtado después de Palestina al sur (2011). La película cuenta una historia sobre filiaciones ancestrales, representada en el artista chileno Felipe Cusicanqui, a quien su abuelo boliviano le dijo alguna vez ser un príncipe inca, último descendiente de una raza imperial. La cinta se adentra en el rastreo que Cusicanqui hace de sus orígenes, recorriendo rutas y lugares de la civilización precolombina. El filme de Ana María Hurtado llega a salas en septiembre.
También documental es La ciudad perdida, la nueva película de Francisco Hervé (El poder de la palabra), exhibida en marzo en el Festival Visions Du Réel de Nyon (Suiza). Aquí también hay conexiones con un pasado inmemorial, pero más en el terreno de los mitos. El director explora Aysén, región del tamaño de Inglaterra aunque con apenas 90 mil habitantes. Cuenta la fábula que alguna vez existió ahí la llamada Ciudad de los Césares, oasis de oro y plata habitado por náufragos y exiliados coloniales.
Los otros dos trabajos documentales de Sanfic son Alas de mar, de Hans Mülchi, sobre dos mujeres kawésqar que retornan a la zona donde nacieron, y Blanca oscuridad, de Juan Elgueta, acerca de la tragedia de Antuco. En el ámbito de ficción también estarán Andrés lee i escribe (sic) de Daniel Peralta, sobre un joven operario de fábrica que busca replantearse su vida; El fumigador, de Vinko Tomicic, acerca de la vida solitaria de un fumigador que a los 33 años aún comparte casa con su madre, y El primero de la familia, de Carlos Leiva, que cuenta la historia de un muchacho en su último fin de semana antes de partir a Europa.