La fotografía como atmósfera o como una emoción. A Josefina Astorga (1984) no le interesan demasiado los aspectos técnicos de la fotografía, sino más bien los emotivos, la resonancia que la imagen puede despertar en el espectador. “Soy fotógrafa porque no soy pintora, porque no sé pintar, pero me gusta que la fotografía se cruce mucho con ese mundo, el de la pintura, hay una cosa menos directa, más inconsciente como también expresiva”, dice.
Creadora de la Beca Migrante en el Museo de Bellas Artes, dirigida a profesores y artistas que trabajen con estudiantes de origen migrante , Josefina Astorga se distingue entre los nuevo fotógrafos tanto por su mirada como por su acercamiento al paisaje. Para ella el viaje es un gran motor creativo: ”Ahí surge lo narrativo, lo visual, lo imaginario, aparece el tiempo real. Siento mucho placer al subir una montaña y dormir en el exterior, existe una plenitud física al retratar ese tiempo, ese espacio remoto y saber que lo estoy manifestando en mi trabajo”, cuenta.
Ello pudo apreciarse en su muestra Fantasmata (2013) en el Museo de Arte Contemporáneo y en su próximo proyecto, Austral, una publicación independiente de fotografías de paisaje de la Patagonia chilena. Una crónica de viaje que no apela a la familiaridad reconocible del paisaje patagón, “sino a la posibilidad de narrar una ficción novelesca y onírica de la experiencia estética a la que invita el viaje por la región, para una serie de exhibiciones itinerantes en la región de Magallanes durante 2016”.
A futuro tiene planeado retratar el Cabo de Hornos, “registrar el horizonte donde se esconde la Cordillera de los Andes en el Pacífico”.
El hombre y su entorno
Admirador del norteamericano Harry Callahan, gran innovador de la fotografía moderna, retratista de la ciudad y el paisaje, Sebastián Mejía tiene intereses similares. Nació en Perú en 1982, creció en Colombia y se radicó en Chile. El año pasado publicó Panorama, la primera monografía de su trabajo, que reúne dos grandes series de fotografías: Expediciones, un conjunto de imágenes en torno al paisaje, y Quasi Oasis, sobre palmeras descontextualizadas: ubicadas en extraños lugares de la ciudad. “En libro logré consolidar mi trabajo de los últimos ocho años y darle una línea de continuidad, así se puede comprender la profundidad de la investigación”, asegura.
La naturaleza, dice, “inmediatamente remite al género de paisaje, pero me veo obligado a darle una vuelta y un toque contemporáneo. Es un tema tan vasto que nunca se va a agotar porque en el fondo investiga la relación del hombre con su entorno”, dice.
Su actual muestra Paisajes en EKHO Gallery junto a Marcos Zegers exhibe una evolución de su trabajo sobre las palmeras en Santiago, “recorriendo la ciudad para hacer fotos me topo con los mismos lugares e inevitablemente le hago fotos a las mismas palmeras para registrar su evolución varios años después. Es una muestra de cómo va creciendo la ciudad. Como cualquier ente vivo”, dice.
Hoy trabaja en el norte, específicamente en Iquique y sus alrededores, en colaboración con el curador Rodolfo Andaur y el artista Benjamín Ossa.
Pero esto no es todo: ya prepara su primera exposición individual en la Galería Garua de Lima para noviembre de este año.
Monumentos
Antes de estudiar arte en el Arcis, Andrés Durán (1974) dedicó años a la arquitectura. Su obra lo delata, hay un imaginario ligado a la ciudad latinoamericana. “Me parece sumamente interesante cómo estas ciudades se van construyendo fuera de planificación y superponiendo elementos contemporáneos sobre arquitectura más clásica”, afirma.
Desde el 2001 ha realizado trabajos de artes visuales. Pero es solo hace 6 años cuando comenzó a trabajar en torno a la construcción de ficciones, utilizando fotografía y video. “Desde ese momento empezaron a nombrarme como fotógrafo, lo cual fue extraño al principio, porque yo vengo de las artes visuales y mi relación con la fotografía es muy utilitaria; sin embargo, creo que mis imágenes abren una discusión sobre qué es lo fotográfico hoy”, cuenta.
Su último trabajo Monumento editado busca visibilizar las esculturas conmemorativas de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX y poner en discusión lo que representan en la actualidad. “Estos monumentos fueron hechos para construir un imaginario nacional e instaurar una memoria colectiva; sin embargo queda la duda de su representatividad actual. Otro fenómeno interesante fue que después de la independencia latinoamericana, todas las esculturas de héroes fueron mandadas a hacer a Europa, siguiendo sus cánones estéticos, lo que hace preguntarse qué tan real fue la Independencia”, afirma.
Ganador de la Beca de Arte CCU 2015, en enero realizará la residencia en el ISCP en Nueva York, y una exposición individual en Y Gallery en la misma ciudad. “Va a ser un gran desafío estar cuatro meses enfocado en producir obra en Nueva York”.