Histórico

Ciudades de la frontera suizo-italiana mezclan lo mejor de sus costumbres

<img height="16" alt="" width="60" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193728.jpg " /> En Ticino se habla italiano, se come pasta y se disfruta la vida con la eficiencia e impecabilidad de un suizo.

"Disculpe, señor, ¿este tren va a Ticino?", le preguntamos mi compañero y yo a un turista de quién sabe dónde, y nos contesta que sí. Nos subimos con dos maletas cada uno, a duras penas, sudados y aturdidos por la pesada carga. Nos culpamos mutuamente por llevar equipaje de tal envergadura, riéndonos como un par de locos en este tren plagado de rubios tan circunspectos. La algarabía nos dura hasta que el inspector nos pide los boletos. Se los damos y aprovechamos de averiguar si efectivamente estamos dirigiéndonos hacia Ticino, imposibilitados nosotros de ubicarnos en los puntos cardinales. La respuesta nos deja helados: vamos en sentido contrario. Lo tomamos con humor, porque estamos en un país donde en unas cuantas horas estás en una punta o en la otra, pero el inspector no tiene el mismo humor. En un inglés perfecto pero salpicado de modismos en alemán, nos increpa cortésmente por habernos subido sin asegurarnos primero y, lo peor, dice, porque perderemos tiempo. Tiempo valioso. No se enoja por él: nos tira las orejas porque nosotros no llegaremos a la hora contemplada. Para los suizos, el tiempo es un tema. Cómo no, y la obviedad va más allá de ser los mejores fabricantes de relojes. El tiempo es un valor. Lo calmamos diciéndole que no tenemos panoramas importantes y celebramos la idea de llevar con nosotros un ticket que nos permite viajar a donde queramos durante ocho días, rutas erróneas incluidas. Bajamos en la estación siguiente y esta vez sí enfilamos hacia el cantón más sureño del país, fronterizo con Italia.

Conforme avanza el tren, el italiano se transforma en el idioma oficial. En menos de tres horas desde Zúrich llegamos a Lugano, la principal ciudad de la región. Hace un calor agradable y la sensación es de estar en Italia. No por el idioma, claro, sino porque el ambiente es más distendido. Acá se habla fuerte y se gesticula, el conductor del taxi le pregunta a uno de dónde es y le comenta los últimos sucesos. Se siente suizo, pero también italiano, y es un hecho que con frecuencia cruza la frontera para llegar a Milán, que está a una hora escasa. El habitante de Lugano combina muy bien la vitalidad italiana –la dolce vita– con la conocida eficiencia suiza.

EL MEJOR CLIMA
Para una primera impresión, Lugano se ve mejor desde arriba. Desde Cadro, por ejemplo, un sector de muchos hoteles, a 15 minutos del centro. Debe ser una de las mejores vistas de la ciudad. El cuadro es un enjambre de montañas verdes-verdes –las más altas de todas, San Salvatore y Bré– y el lago di Lugano rodeando todo el casco antiguo de la urbe. De noche es simplemente soberbio.

Lugano es algo así como la ciudad de la primavera. Goza de clima templado y la temporada más larga de sol en toda Suiza. En esta época, además, comienza su festín de flores, que no termina hasta bien adentrado el otoño, casi en diciembre. Su población es cercana a los 57 mil habitantes, pero en extensión es una de las más grandes del país.

Sus atributos no terminan ahí, pues dicen que goza de una excelente calidad de vida. Se nota esto cuando bajamos desde Cadro hasta el centro, para recorrer parte de la avenida costanera. Tiene todos los lindos clichés de las ciudades del Viejo Mundo: edificios antiquísimos –acá, de estilo lombardo–, calles estrechas tapizadas en piedra, palomas arriba de los campanarios, gente plácida caminando o en bicicleta; otros, comiendo sushi como si nada en una plazoleta. No hay apuro. El casco antiguo está cerrado al tránsito vehicular, por lo que el paseo se hace aún más tranquilo. Reinan las charcuterías, impecables.

Paralela a la costanera corre, desde la Plaza de la Reforma hasta la Plaza Luini, la avenida más exclusiva: Via Nassa. Es la zona rosa y el corazón de Lugano: acá están, entre otros, Rolex, Bvulgari, Cartier, Ermenegildo Zegna, Gucci, Versace y Hermès. También, los mejores restaurantes y cafés. Lo que más se toma es el espresso y el cappuccino, y lo que más se come son la polenta, el ossobuco y, obvio, las pastas. Pero, como en toda Suiza, el queso también se saborea en todas su formas: pruebe el queso de cabra cubierto con aceite de oliva y pimienta.

En la Plaza de la Reforma, sobre todo, se concentran los mejores restaurantes: Il Ristorante Grand Café al Porto, el Federale, el Vanini, el Botero... y para amanecerse conversando, nada es mejor que el bar Soho Café. Todo esto, al lado de los flamantes bancos suizos.

A LOCARNO Y ASCONA
A sólo unos 15 minutos de viaje en bus o en tren desde Lugano está Locarno, una ciudad pequeña situada justo en el delta del río Maggia. La llaman la Dama de las Camelias, por la gran profusión de esta flor precisamente en esta época. Tiene un casco antiguo italianísimo, de calles empedradas y estrechas, de casas de piedra que, dedicadas al servicio de los turistas, se suceden una tras otra en  restaurantes y posadas. Es chiquita, su población no sobrepasa los 25 mil habitantes, y en los tiempos del Imperio Romano fue un importante centro estratégico y comercial. Su plaza, Piazza Grande, es una de las más famosas y extensas de Suiza. Lo fundamental es que Locarno es el punto de partida para las excursiones por los valles de la región o del lago Maggiore. Es también un balneario particularmente animado durante el verano, con música en plazas, eventos culturales y una animada movida nocturna. En agosto próximo, por ejemplo, celebra su tradicional Festival de Cine Internacional.

Y si va a Locarno, no puede obviar a Ascona, a sólo cinco minutos en auto. Esta pequeña ciudadela es un antiguo pueblo de pescadores y se halla en una soleada bahía del lago Maggiore. Hoy es más que un pueblo de pescadores: es uno de los destinos turísticos más exclusivos. Algunos de los mejores hoteles están acá, boutiques de ropa de marca, canchas de golf  y exquisitos restaurantes. A principios del siglo 20, la ciudad fue un verdadero centro experimental para formas de vida y arte alternativos. Revolucionarios, pintores e intelectuales de todo ámbito fueron atraídos por la belleza de Ascona. Vivieron aquí, frente a las aguas del lago, personalidades como Karl Jung y Hermann Hesse.

MUY DEPORTIVO
El lago di Lugano se ubica entre otros dos conocidos lagos de la región: el Maggiore y el Como. Si sube al monte San Salvatore o al Bré –para ambos existen sendos funiculares–, puede divisar los tres lagos a su antojo, además del paisaje alpino. Esta es una de las actividades favoritas de los turistas. De hecho, a Lugano se viene, además de por su clima, por la extraordinaria variedad de deportes náuticos y de montaña que ofrece. Subir el monte San Salvatore demanda unas tres horas de caminata. Duro, pero el paisaje es tan arrollador que compensa todos los sacrificios. Exige buena condición física, eso sí. Si lo suyo no son precisamente las rutas empinadas, mejor suba en funicular, que parte desde Via Franco Zorzi, al final de la Riva Paradiso. Estando arriba, quizás se le antoje hacer parapente o, menos aventurero pero más agotador –y sólo si es experto pedalero–, bajar en bicicleta. Las excursiones, en definitiva, tienen muchas posibilidades. Del monte Bré (a 925 m) puede bajar hasta el pueblo de Bré, famoso por haber conservado su típico encanto italiano. En San Salvatore (a 912 m), en tanto, se encontrará con la popular excursión por el poblado de Corona, o puede incluso bajar hasta el lago di Lugano, pero por el lado de Morcote. Una vez allí suele tomarse un barco de regreso a la ciudad, de manera que resulta un panorama redondo.

Si alcanza a llegar antes de que anochezca a Lugano, tanto mejor, porque podrá pasear por la avenida que rodea al lago. Algunos pescan ensimismados. Otros se enamoran. O le hacen guiños al lago, lo fotografían desde todos los ángulos, con el San Salvatore por acá, con el Bré por allá, con parte de la ciudad, exquisitamente hermosa y quieta a esas horas del día... Acá, como dicen los residentes de Lugano, puede dedicarse sin culpa al dolcefarniente, es decir, a disfrutar la vida y no hacer nada. Por un minuto aunque fuere, bien vale la pena.

GUÍA DEL VIAJERO
Lugano está en el centro de una región (cantón de Ticino) que ofrece mucha variedad de excursiones durante cada estación del año. La red eficiente de transporte formada por trenes, autobuses, barcos, funiculares y cables transportadores ofrece un cómodo y  rápido acceso hacia las posiciones más evocadoras, y permite al turista descubrir de un modo simple y agradable la diversidad de paisajes.

RAZONES PARA AMAR LUGANO
* Cuenta con numerosos eventos artísticos durante el año. Si va entre junio y julio, lo más probable es que se encuentre con Lugano Festival, de altísimo nivel, y dedicado por completo a la música clásica. En la misma fecha se desarrolla Lugano Estival Jazz, el espectáculo musical más importante de Ticino, con conciertos de jazz al aire libre. Desde agosto a septiembre, en tanto, está Blues to Bop, con estilos que van desde el blues y el pop hasta el gospel y el soul.

* El paisaje no ha sido estropeado por la urbanización, y su equilibrio natural de montaña, colinas y las tierras bajas hacen de Lugano un lugar agradable para estar en cualquier estación, porque ofrece  una amplia gama de actividades: de montaña, con excursiones hasta casi 2.000 metros; baños en lago; tenis y golf; de navegación, windsurf, esquí acuático, y paseos por el campo.

* Su clima templado lo hace ideal, pero también gusta porque mantiene las costumbres del vivir mediterráneo.

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