Invertir en acciones puede resultar en un muy buen negocio, pero también es una de las alternativas de inversión más riesgosas que ofrece el sistema financiero. Esto ocurre porque el precio de los títulos bursátiles suele presentar grandes fluctuaciones en el corto plazo, las que están ligadas a factores tan diversos como el panorama económico mundial, la realidad del mercado financiero local o simplemente la situación de la empresa que emitió los papeles.
Las acciones son instrumentos que otorgan propiedad sobre el patrimonio de una empresa. Esto significa que quienes las adquieren tienen derecho a recibir las utilidades que genere esa firma. Lo usual es que las empresas repartan una parte de sus ganancias como dividendos y el resto se reinvierta en la propia compañía. Esto último ayuda al crecimiento de la empresa y a que el precio de cada acción aumente en el tiempo, es decir, que se generan ganancias de capital.
Como dijimos, en el corto plazo el precio de las acciones tiene mayores fluctuaciones en un rango bastante más amplio que el de los instrumentos de renta fija. Este fenómeno se conoce como volatilidad.
En los eventos favorables, esta volatilidad en el precio de la acción contribuye de manera significativa a obtener ganancias o retornos positivos en este instrumento. Claro que la volatilidad puede también provocar caídas de los precios y, por ende, retornos negativos.
A mayor riesgo, mayor retorno exigido
Las personas siempre buscarán más retorno y menos riesgo. Por ello, es normal que los inversionistas le exijan un mayor retorno esperado a los instrumentos que son más riesgosos. De no ser así, no serían atractivos como alternativas de inversión.
El riesgo de un instrumento se relaciona con el grado de incertidumbre respecto al retorno que se obtendrá al invertir en dicho instrumento. Mientras más certeza exista respecto de las ganancias que tendrá la inversión, menor es el riesgo del instrumento.
Ciertamente, existe mayor certeza sobre los posibles retornos de invertir en un instrumento de renta fija. Por ejemplo: si usted toma un depósito a 30 días por $ 1.000.000 en un banco de alta calidad (bajo riesgo de incumplimiento) a una tasa del 1% mensual, lo más probable es que al cabo del plazo obtenga a cambio $1.010.000. Es decir, un retorno de exactamente 1%. La única posibilidad de que esto no ocurra es que por alguna razón, poco probable, el banco no cumpla.
En tanto, en los instrumentos de renta variable (como las acciones) el riesgo es alto, pues éstos no garantizan y ni siquiera prometen un determinado retorno.
Cuando usted compra una acción en el mercado, nadie le garantiza a qué precio estará esa acción en una semana, un mes o un año más. La empresa tampoco promete obtener ciertas utilidades netas de manera anticipada, ni se compromete con el monto de los dividendos que podrá pagar en los futuros períodos.
No confundir mayor riesgo con mala inversión
Es necesario aclarar que no se debe confundir una inversión riesgosa con una mala inversión. Si una persona invierte en un instrumento que con seguridad va a tener rentabilidad negativa, eso no es una inversión riesgosa, ¡es una mala inversión!
Pese a que es difícil acertar respecto al retorno que se obtendrá al invertir en instrumentos de mayor riesgo, sí es posible hacer estimaciones del retorno esperado. El retorno esperado de una acción se calcula realizando un promedio de los posibles retornos que ofrece un activo, ponderado por las probabilidades de que esos retornos efectivamente ocurran.
Este concepto de retorno esperado es útil, pues a partir de él se puede determinar también qué tan riesgoso es un activo. El riesgo mide qué tan probable es que el retorno obtenido sea igual al retorno esperado. En términos financieros, este concepto se denomina volatilidad del retorno esperado: a mayor volatilidad del retorno, mayor riesgo.
Así entonces, podemos afirmar que a pesar de que a la hora de invertir nadie tiene la última palabra, el mundo bursátil tampoco es una ruleta rusa, y que existen mecanismos, como la diversificación, que permiten orientar al inversionista sobre cómo controlar el riesgo. De ahí la importancia de conocerlos.