Casi al final de este encuentro, Claudio Bertoni contará que estuvo a punto de arrepentirse y cancelar todo. La idea de que lo visitaran para hacerle una entrevista no estaba en sus planes. Nada personal, dice, pero si hay algo que no lo seduce a sus 71 años es la idea de ser el centro de atención, y menos tener que explicar lo que hace y lo que no.
Por ejemplo: en marzo pasado no quiso asomarse por Santiago para la inauguración de Desgarradura, la muestra que hasta el 27 de mayo exhibe en la Ekho Galery una serie suya de 30 diapositivas de cuerpos desnudos intervenidas con un alfiler, como si las imágenes tuviesen piquetes y cicatrices. El proyecto representará a la galería del barrio Lastarria como único espacio latinoamericano en la Photo London 2017, la muestra fotográfica más importante de la capital británica. Pero el poeta chileno no se inmuta con el tema, es más: lo evita.
"O sea, está bien, pero no me incluyan para el evento y las fotos sociales. No es que no me interese, pero sólo quiero estar solo y tranquilo. Yo ya estoy abstraído de todo el ambiente artístico y literario", alega, sentado en el living de su casa, en Concón.
Llegó a vivir allí en 1976, a su regreso a Chile desde Europa. El mismo año en que falleció su madre. "Sigo saliendo poco, pero ahora todos los días y pa' lo mismo: voy a un café en Viña a escribir por la mañana, y en la tarde me junto con la Valentina", su polola desde hace dos años. "El resto del día estoy aquí, escribiendo, aunque corrigiéndome más. Pero tampoco me corrijo tanto más que lo que leo. Eso sí lo hago siempre", cuenta.
Bertoni detesta ordenar, pero anhela el orden. Lo prueba un viejo librero en medio del living y superpoblado de sus cuadernos y cintas de cassette con frases que aún no transcribe. "Termino de llenar un cuaderno y lo pongo aquí. El problema es que ya son tantos que no sé qué hacer con ellos. Tengo que decidirme pronto a conseguir un albacea porque esto ya no da más. La otra opción sería saber cuándo parar, pero eso menos me resulta".
Este año, la U. de Talca publicó Nadie muere, un volumen con extractos de sus diarios, y en el segundo semestre Ediciones UDP pondrá en librerías otro con entrevistas suyas. A fin de mes saldrá ¿Puede aceptarse todo esto?, libro para el que Bertoni trabajó, sin darse cuenta, desde que tenía 15 años y cambió las pichangas de barrio por la lectura.
En poco más de 300 páginas, el poeta transcribe varias de las citas que subrayó de autores y libros que le abrieron los ojos o defraudaron desde que partió a EEUU en 1964, pasando por sus años en Europa y el regreso a Chile. El libro incluye anotaciones a modo de respuesta, a veces usando su voz y en otras usurpando las de otros escritores.
Hablar de este nuevo libro le embolina la perdiz y recuerda la razón por la que accedió a abrir las puertas de su casa: "Nunca había hecho uno así y creo que tampoco lo había visto en mi puta vida. Realmente es un diálogo, y por eso lo siento tan cerca de mí y de mis lecturas. Yo no sería el que soy si no hubiese leído los libros que he leído. Yo nunca leí para entretenerme, lo hacía para saber qué chucha pasa en el mundo, y varios me iluminaron toda esta melcocha".
Además de la religión, y por sobre todo el cuestionamiento del cristianismo -"La verdad os hará libres", (Biblia) / La verdad os hará mierda (Bertoni)"-, el autor se detiene en otros temas que lo han rondado, como la muerte, la vejez y lo sexual, invocando a autores como Camus, Nietzsche, Van Gogh, y de Chile a Nicanor Parra. En Lecturas de Hojas de Parra, se lee: "Nicanor Parra: 'Masturbación a falta de suicidio'. Más y más turbación".
Sobre unas cajas en el living, permanece un tazón sin lavar desde el 15 de febrero de 2015, cuando esa tarde la bocina de un escarabajo rompió el silencio de su lectura. "Ese día vino a verme Nicanor, a felicitarme por uno de mis libros. Era la segunda vez que lo veía", recuerda. La primera fue en 1988, cuando ambos se toparon en el hospital donde Enrique Lihn murió.
"Hay una antología de poesía chilena bien antigua que hizo Eduardo Anguita con Volodia Teitelboim donde están De Rokha, Neruda, Mistral y otros, cada uno con su poética, y recuerdo que Huidobro decía 'Nunca he leído buscando bellezas ni cosas'... Creo que en mi caso leo para saber cómo se la han arreglado con la vida y con tener conciencia y existir sobre la tierra varios poetas antes que yo, porque la poesía es el refugio de la verdad", opina. "Por eso me cuesta leer narrativa, no engancho con la ficción. Necesito verdades. Para mí la narrativa es como el Soleil de las letras, y el circo no me conmovió nunca".
Pero hay un novelista que lo hace dudar: Roberto Bolaño. "Un día, Andrés Waissbluth me mostró un correo que le envió Bolaño, a quien no conocí. Decía 'Si ves a Bertoni, dale un abrazo y dile que su libro Jóvenes buenasmozas es un magnífico libro de poesía'. Murió tres semanas después".
Fue Bolaño quien por esos años sugirió a Bertoni para el Nacional de Literatura. El año pasado el nombre del poeta sonó entre los favoritos, pero finalmente recayó en Manuel Silva Acevedo: "Me dolió exclusiva y absolutamente por la plata. Como mi miedo no es la muerte, sino la espera a la muerte, esa pensión me venía más que bien", ríe. "Dejaré que me repostulen cuantas veces quieran, y ojalá no me vaya a morir antes, porque si no con Bolaño nos vamos a conocer en el Más allá y tendríamos esa otra historia en común por contarnos. Porque para qué estamos con cosas, a muchos de la Nueva Narrativa Chilena no les molestó que él muriera. Pasa con los autores que además de buenos, no son autocomplacientes y no les da pudor criticar".