Los cambios climáticos no han sido ajenos para lo que hoy es Chile, sin embargo, sucedían con miles de años de separación.
Ahora se sabe, por ejemplo, que entre 17 mil y 14 mil años atrás el clima en lo que hoy es el Desierto de Atacama era mucho más húmedo, tanto como para que existieran lagos y humedales y para que allí vivieran algunas de las primeras poblaciones humanas del continente.
Hay registros de testigos lacustres en el altiplano, paleomadrigeras de roedores, paleohumedales y hasta evidencia de glaciaciones en la alta cordillera que hablan de su variabilidad climática. "Toda esta evidencia científica apunta a que a finales del Pleistoceno y específicamente a comienzos de la última desglaciación (hace 18 mil años aproximadamente) hubo en gran incremento de precipitación en el altiplano y precordillera andina", explica Claudio Latorre, paleoecólogo de la U. Católica.
El desierto terminó por secarse entre 9 y 8 mil años atrás y es característico del norte del país, aunque hoy está cada día más al centro del territorio, expandiéndose a un ritmo de un kilómetro por año.
El clima mediterráneo, característico de la zona central, en tanto, también avanza a un ritmo de casi cinco km anuales.
Un análisis realizado por el geógrafo Pablo Sarricolea, investigador de la U. de Chile, señala que el límite sur del clima mediterráneo o templado cálido (que tiene lluvias invernales, es más nuboso en la costa y más frío hacia la cordillera), avanzó 150 kilómetros en los últimos 30 años, pasando desde la cordillera de Nahuelbuta, en el límite de las regiones del Biobío y la Araucanía, a Cerros Nilcahuín, en La Araucanía.
"Desde los años 70, el avance del mediterráneo se podría promediar en casi cinco kilómetros por año", dice el investigador.
Entre los principales factores del cambio están la baja en las precipitaciones y el alza en la temperatura, que en el caso del clima semiárido no ha sido homogéneo, pues ha afectado zonas dispersas en las regiones de Valparaíso y Metropolitana, como, Petorca, La Ligua, Los Andes, San Felipe y Colina.
"La razón principal es la disminución de la precipitación. Es lo que marca la diferencia. Los climas semiáridos son aquellos donde el balance anual es negativo; los climas mediterráneos tienen una temporada seca (balance negativo en verano), pero la suma del año es positiva, hay más humedad que condición seca", explica el geógrafo.
Fernando Santibáñez, director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la U. de Chile (Agrimed), señala que tanto la precipitación de Valparaíso en la costa, como de San Felipe en el interior, muestran signos de disminución en las últimas décadas. "Además, los caudales del río Aconcagua han descendido fuertemente en los últimos 15 años. Estos son dos indicadores muy potentes de que algo está cambiando en la cuenca que está afectando al ciclo hidrológico. El cambio es más acentuado a partir de mediados de los años 90 hasta ahora", agrega el especialista.
Maisa Rojas, paleoclimatóloga de la U. de Chile y del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), indica que se conoce que "evidentemente el clima siempre está cambiando, pero hay pocas cosas que podemos comprobar", dice.
No obstante, sí es conocido que el Norte Chico, y también Santiago, tienen mucha variabilidad decadal, por lo tanto hay décadas más lluviosas y otras que no, lo que dificulta hablar de un cambio climático definitivo para esta zona.
"Sí han aumentado las temperaturas, hay más evaporación, característica de un clima más seco, pero en general, habría que tener datos de más tiempo", dice Rojas.
Lo mismo para asegurar si los eventos extremos, que han aumentado en la última década, son debido al cambio climático global.
Cambios extremos
Según datos de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), en Santiago, si el promedio de días con temperaturas sobre los 30°C (1961-1990) era de 46, en 2015 llegó a 81, lo que aumenta la probabilidad de tener olas de calor.
En Curicó pasaron de 36 a 68 días, por ejemplo, y en Chillán, de 28 a 65. Temuco y Valdivia, de tener 4 y 3 días sobre 30°C al año, pasaron a tener 10 y 6, respectivamente.
"El incremento de días con temperaturas sobre 30°C está relacionado con la tendencia al aumento de la temperatura máxima. Si bien la temperatura máxima presenta variabilidad interanual (años con presencia del fenómeno de El Niño o La Niña), a largo plazo es coincidente con lo que acontece a nivel global y altamente probable (>95% de confianza) que esté asociada al cambio climático, parte de este aumento se podría explicar por éste", indica la meteoróloga Claudia Villarroel, jefa de la Oficina de Cambio Climático de la DMC.
Los días y noches cálidas (cuando la temperatura supera el 10% de los registros históricos más altos) han aumentado en casi todo el país (ver infografía), lo que puede tener consecuencias en la salud (población con hipertensión, alteraciones en el sueño, entre otras), en los recursos hídricos y la biodiversidad.
"En general, temperaturas mínimas elevadas indican valores altos de temperatura nocturna, las cuales influyen en el proceso de respiración de las plantas, degradación de ácidos y de compuestos aromáticos en frutos", explica la meteoróloga.
Precipitaciones a la baja
En cuanto a la precipitación, gran parte del país sigue bajo la llamada megasequía, lo que para Concepción significa un descenso de 39,4 mm por década (de 1.103 mm promedio a 707 mm en 2015) y 95,6 mm para el caso de Puerto Montt.
Valdivia registra una caída récord en precipitación, habiendo bajado la lluvia anual en 1.000 mm, de 2.800 a 1.800 mm/año en los últimos 100 años. Igualmente en La Serena, que bajó de 140 mm a principios del siglo XX a los actuales 90 mm/año.
Valparaíso también exhibe una caída pronunciada de la precipitación, indica Santibáñez. "En la historia del planeta nunca cambió el clima de una forma tan acelerada, un cambio de esta magnitud toma miles o millones de años, esta es la mayor evidencia de que el ser humano tiene mucho que ver con lo que estamos observando", agrega.