Matías Donoso se para detrás del balón.Quedan ocho minutos. El central de Barnechea John Santander lo había derribado dentro del área. El juez Carlos Ulloa no tuvo dudas y sancionó el penal. El goleador de Cobresal tenía en los pies las letras para escribir una nueva historia. Como Zamorano, Salgado o Martínez, otro atacante podría inscribirse entre los más grandes del club que representa al desértico campamento minero de El Salvador.
El ariete miró fijamente a Alvaro Salazar, el arquero huaicochero. Y disparó. Fuerte. A lo que saliera. Probablemente, cerró los ojos. El balón se detuvo en las mallas. Tal como el tiempo, que también detuvo su marcha. Cobresal es campeón. Por primera vez, alza una copa de las más grandes del fútbol chileno.
Qué importaba que durante todo el encuentro Barnechea lo haya complicado. Que le cerrara los espacios y que, para peor, les haya intentado aguar la fiesta con el gol de John Santander. O que hubiesen tenido que esperar casi media hora para que Ever Cantero empatar y devolver la esperanza del festejo. Qué importaba que, apenas cinco minutos después, un error defensivo les permitiera a los huaicocheros ponerse en ventaja otra vez, a través de Joaquín Moya.
Cobresal sacó fuerzas de donde no quedaban. Francisco Sánchez igualó en los 63' y la presión se hizo insostenible para el equipo de Francisco Bozán, que hacía rato se había quedado sin piernas y que resistía sólo por orgullo deportivo.
Por eso, cuando Donoso se paró detrás de la pelota, después de una espera más tensa que lo que esperaban, el nerviosismo se transformó el silencio. Pero apenas Ulloa terminó el encuentro, con el 3-2 ya en la historia, se transformó en un grito. Cobresal daba la vuelta olímpica. Por primera vez, gritaba CAMPEON.