Colegios abren modalidad "nido" para recibir a alumnos de 18 meses de vida

En una tendencia que compite directamente con los jardines infantiles e, incluso, las salas cuna, los colegios están optando por matricular a niños menores de dos años.




Niños que recién están aprendiendo a hablar y que, incluso, aún no abandonan los pañales se levantan todos los días temprano en la mañana para ir al colegio. Si recientemente los colegios masificaron la oferta de playgroup, para menores de tres años, en lo que es un nivel equivalente a los de medio menor y medio mayor de un jardín, hoy los establecimientos están ofreciendo la categoría de "nido". Sus alumnos: pequeños de 18 meses de edad en adelante.

En la Región Metropolitana existen, por lo menos, cuatro establecimientos que dan la opción de inscribirse al año y medio: Everest, de Lo Barnechea; Instituto Hebreo, de Las Condes y Pucalán Montessori y Rayen Mahuida, ambos en Chicureo. Incluso, en este último, un menor puede entrar desde los 3 meses de edad e incluso menos. A ellos se suman otros, como el Instituto Alemán de Osorno y el Jean Mermoz de Curicó, que aceptan a niños desde los dos años.

Muchos reconocen que la razón para abrir los "nidos" proviene de la insistencia de los padres, que quieren tener a sus hijos pequeños en el mismo lugar de sus hermanos mayores o desean asegurar un cupo tempranamente en el colegio de sus sueños. Además, ingresar antes de los dos años a la escuela tiene otras ventajas, como el evitar el cambio de ambiente que significa saltar del jardín a la educación formal o el pago de una menor cuota de incorporación.

Soledad Valente, directora de preescolar del colegio Everest, explica que en 2006, primer año que abrieron el nivel, esperaban llenar 15 cupos y rápidamente llegaron a 45. Actualmente tienen 98 niños.

En el colegio Pucalán, basado en la filosofía Montessori, donde cada año entran 30 niños de 20 meses, explican que la apertura del "nido" tiene que ver con la importancia de la estimulación temprana. Los menores realizan ejercicios cotidianos que permiten establecer las bases de la lecto-escritura y motricidad fina. Por ejemplo, "limpian los vidrios y ejecutan un movimiento de arriba hacia abajo, que luego harán al leer; o exprimen naranjas, con lo que emulan el movimiento de la escritura", señala la directora, Bernardita Jensen.

Para los colegios también es una buena opción, ya que les permite introducir a sus futuros alumnos desde lo antes posible en sus proyectos educativos, sean éstos bilingües, religiosos o basados en una metodología alternativa.

NO ESCOLARIZAR
Para las especialistas, esta alternativa no es buena ni mala en sí misma, siempre y cuando no se escolarice en esta etapa, cuyo énfasis debiera estar en el juego libre.

Elena Alvarez-Salamanca, jefa del programa de educación de párvulos de la Universidad Católica, delimita lo que se puede entender por escolarización: "Si obligo a niños de un año a sentarse y seguir instrucciones de un trabajo que yo como adulto quiero que haga". Los niños, a esa edad, tienen un nivel de concentración relativo: algunos sólo se enfocan por cinco minutos en una tarea y otros pueden estar media hora jugando con un solo objeto. "La educadora debe mediar con ellos para que jueguen, no obligarlos a hacer cosas", explica.

Verónica Romo, directora de Educación Parvularia en la Universidad Central, agrega que lo más importante es que no se pierda la oportunidad de que los niños jueguen libremente, ya que a esta edad no separan el aprendizaje del juego y esta es la actividad más importante de sus vidas.  "Las investigaciones indican que los niños que son sometidos a tareas que no quieren hacer pierden el interés en el estudio e, incluso, llegan a desertar del sistema", señala.

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