Cuál es el verdadero Colo Colo. Aquel que naufragó en La Serena hace dos semanas, que obligó a Guede a presentar su renuncia en el camarín de La Portada, y que finalmente no se concretó por la intervención directa de Aníbal Mosa. O ese equipo fresco, profundo, lleno de variantes de ataque, que vapuleó a Universidad Católica en la Supercopa hace apenas siete días. Y donde queda la versión que mostró en su estreno en el Transición, errático, desordenado en ataque y en defensa, con el único argumento de esperar una genialidad de Valdivia, Paredes o Valdés. Algo que en la fría noche de Macul prácticamente no asomó nunca.
Esa pregunta, que de seguro se la hicieron muchos hinchas en el Monumental, también debe estar retumbando en el camarín albo tras el pobre empate sin goles ante Antofagasta, que sin la necesidad de refugiarse ni de plantearle marcaciones individuales al Mago y a Pajarito, le jugó a ratos de igual a igual al equipo de Guede. Incluso, en el primer tiempo dispuso de la ocasión más clara para convertir, cuando un remate seco de Araos lo devolvió el palo, cuando Orión sólo miraba para salir en la foto del gol. Sin contar con una polémica jugada en la que Meza pareció agarrar a Ciampichetti a la entrada del área, que desestimó Andaur.
Curiosamente, todo lo que mostró en ataque ante la UC, ahora ni rastros. Pero nada de nada. Ni Valdivia tuvo espacios para meter pases entre líneas, ni Valdés pudo desequilibrar en campo abierto. Y Paredes, que casi nunca falla, desperdició la única clara que tuvo, regalándole un remate mansito a las manos de Garcés. Aquella fue la única jugada clara de todo el segundo tiempo de los albos.
De un torneo a otro, Guede cambió la forma de jugar de este Colo Colo. Al menos, en la génesis. Decidió renunciar a aquel paradigma de salir desde el fondo con el balón seguro, incluso desde el arquero, para hoy dividir sin pudor la pelota en campo rival. La idea es clara: ganar la segunda pelota, para así tener menos metros que recorrer, y sobre todo para disponer a Valdivia y Valdés de frente a la jugada. Algo que en la práctica, al menos durante buena parte del compromiso con los pumas, no resultó. Claro, el elenco nortino tomó nota de lo que le sucedió a la UC, sobre todo con la libertad de Valdivia por detrás de los volantes centrales. Esta vez, tanto Corral como Sandoval, no le dieron espacios de maniobra, contando además con la colaboración de los zagueros, que siempre salieron a achicar bien arriba.
Con Valdivia desenchufado de los circuitos, y con Valdés muy recargado sobre la derecha, a Colo Colo le costaba mucho llegar al área de Garcés. Salvo un cabezazo del chico Salas, tras una preciosa asistencia de Paredes, y un remate que salió desviado de Valdés, el resto fueron tibios intentos de distancia, ante un seguro Garcés, que tuvo un correcto partido. Muy poco para un equipo que se jacta, de acuerdo a las palabras de sus propios futbolistas, de ser el favorito para adjudicarse el título.
Para colmo, los cambios que introdujo en el segundo tiempo no facilitaron los pasillos de juegos. Todo lo contrario. Porque ni Valdés ni Valdivia podían desequilibrar con el balón, y más encima sus compañeros tampoco entraban en sintonía. Bolados, uno de los que entró, apenas pudo profundizar por el costado derecho. Y Maturana, recostado por la izquierda, apenas asomó en el partido. De ese modo, todo parecía supeditado a una aparición milagrosa de los distintos. Pero el que apareció fue Garcés, que en el último minuto de descuento ahogó el grito de gol de los colocolinos, con un manotazo agónico tras un remate de Valdés. Era la foto perfecta para un partido que se pensó sería una fiesta alba, pero que dejó en claro que a Guede y compañía nada le será fácil en este torneo.