Del cielo a la tierra. Mejor dicho, del infierno al paraíso. Colo Colo, al parecer, salió del hoyo profundo en que estaba. Se encuentra con todos los premios que hace poco se le negaban despiadadamente. Con goles tempraneros, errores defensivos del rival y hasta un palo a favor. Con triunfos y el arco invicto por segunda fecha consecutiva, su mayor déficit al inicio del Apertura. Y ahora, casi de la nada, incluso sueña con meterse en la pelea de los que están arriba, aunque quizás ya sea muy tarde para despertar.

Con nuevos aires llegó el Cacique a la Octava Región. Con mucha presión encima, además, porque un derrota incluía el duro castigo de ser colista del torneo. Por eso la victoria sobre Universidad de Concepción (0-2) se festeja con el doble de ganas. Porque fue en la casa de un rival peligroso y porque, salvo algunos pasajes en los que se vio apurado, el conjunto albo fue ampliamente superior.

Le costó acomodarse en los primeros minutos, de estrecha lucha. Marcos Bolados, por ejemplo, se sentía incómodo como enlace, ocupando el lugar de Ramón Fernández. Fue la única modificación (obligada, eso sí) que dispuso Guede en relación a los tres partidos anteriores (incluyendo uno de Copa Chile). El DT se negó a cambiar esquema, pese a no contar con un especialista como enganche. Está claro, cree que ya dio con el dibujo ideal.

La UdeC, en tanto, optó por la prudencia desmedida. Una línea de tres en teoría, pero que la práctica se transformaba en cinco. La misma idea de Colo Colo, por cierto, mas sin el claro deseo albo de siempre ir al frente. Como sucede regularmente, la apuesta defensiva dura hasta que llega el primer gol del adversario. En este caso, fue la nada misma. A los 9', en la primera profunda del partido, Esteban Paredes dejó parado a Cristian Muñoz para abrir la cuenta.

El tanto hizo cambiar a los penquistas. Ronald Fuentes ordenó una línea de cuatro y pobló un poco más el mediocampo. El local mejoró, es verdad, pero seguía por debajo de los blancos. Y si a eso se suma un error grueso, el 0-2 se hace inevitable. La equivocación fue de Portillo, en  la salida, donde más duele, y la conquista, obra de Paredes. La estadística le da el gol, pero la jugada casi completa fue del uruguayo  Octavio Rivero. A los 37', la visita tenía más de la mitad de la tarea realizada.

El complemento ofreció más lucha de la U penquista. Tuvo su momento con un cabezazo en el travesaño de Camargo y con algunos balones detenidos. También hubo un penal a Conti, que el árbitro Cristián Andaur omitió. El dueño de casa se apoderaba del pleito y la banca del Cacique, inteligentemente, mandó a la cancha a Jorge Araya para que colabore con un voluntarioso Esteban Pavez. Salió Bolados y Jaime Valdés se soltó más cerca de los delanteros. Desde ahí, por juego, el duelo se cerró.

Y el elenco popular pudo estirar la diferencia. Paredes desperdició un penal (65'), Rivero se lo comió frente a Muñoz y Valdés reventó el travesaño. Si algo tiene que lamentar Colo Colo, entonces, es la falta de finiquito en la segunda mitad. Un detalle importante, pero menor cuando los puntos quedan en el bolsillo. Un privilegio que parecía vetado para Guede y sus muchachos. Toda veda, sin embargo, siempre tiene su final.