Hace rato que Colombia se volvió un territorio seguro. Los viajeros se han multiplicado, las carreteras vuelven a exhibir el movimiento que alguna vez tuvieron y la oferta turística aumenta no sólo en Cartagena de Indias, San Andrés, Santa Marta o el eje cafetero, sino que llega a otros puntos. Uno de ellos es Santander, departamento ubicado al noreste de Bogotá, sobre la cordillera oriental y que hoy surge por sus pueblos coloniales hasta los que han llegado a instalarse habitantes de la gran ciudad en busca de tranquilidad, además de gringos que, enamorados de la zona, decidieron dejar todo y hasta ex presidentes, como Andrés Pastrana.
Según la directora de la oficina de Proexport en el departamento, Aura Pimiento, "Santander es un destino con un alto potencial turístico, debido a la amplia oferta de productos. Hemos adquirido posicionamiento internacional como zona de aventura especializándonos en rafting, kayaking, hydrospeed, torrentismo, rappel y espeleleísmo", dice.
El más emblemático de todos estos pueblos es Barichara. Al llegar uno nota por qué ha sido nominado por varias publicaciones locales como el "pueblito más lindo de Colombia": casonas de adobe pintadas de verde y blanco con tejas de greda, bellas iglesias de piedra, hermosos balcones colgantes, faroles centenarios y calles adoquinadas. Pareciera que no mucho hubiera ocurrido en décadas, pero Barichara se mueve. Bogotanos y extranjeros con buen ojo han comprado propiedades y se han abierto bares y hoteles boutiques. Aún no es un boom, pero lo será en poco tiempo. No sólo por la belleza del sitio y sus panorámicas andinas, sino también por la cercanía con San Gil, capital del deporte extremo y con el enorme Cañón de Chicamocha, el segundo más grande del mundo luego del Colorado.
PARQUE CHICAMOCHA
La ruta comienza en Bucaramanga, capital de Santander, ubicada a 50 minutos vía aérea de Bogotá (vuelos desde $ 80.000). La llaman "Ciudad Bonita", tiene medio millón de habitantes, varios parques verdes y mucho shopping. Es el punto de inicio para encaminarse a Barichara, 100 kilómetros al sur.
Hay buses que realizan el trayecto, pero es recomendable arrendar un auto. La gran cantidad de atractivos repartidos en esta serpenteante ruta obligan a paradas que un bus no permite. Y el viaje no es para arrepentirse. El ejemplo más evidente lo da el Parque Nacional Chicamocha, ubicado a mitad de camino (km 54) y sobre el afamado cañón del mismo nombre, de 227 kilómetros de largo y alturas sobre los dos mil metros. Es un verdadero parque temático, con enormes monumentos, museo arqueológico, iglesia, restaurantes y un mirador que permite vistas en 360º sobre las 264 hectáreas protegidas que ostenta desde el 2007.
Sus visitantes han aumentado considerablemente: un 66% el año pasado, llegando a 430 mil turistas. Puntos altos: cruzar en teleférico el cañón hasta la meseta de Los Santos por 6,3 km ($ 8.000 pesos) y subirse al "cable vuelo", variante del canopy de 450 metros que fue inaugurado en enero de 2009 por el propio Presidente Uribe ($ 4.000). También hay opciones para practicar parapente, andar en buggie, realizar canotaje o diferentes caminatas (entrada $ 3.000).
SAN GIL: RAFTING
Más de dos décadas de turismo, pero con un alza evidente en los últimos tres años, reflejan la actual ciudad de San Gil. Distante a 96 km de Bucaramanga, la anteceden pequeños pueblos que irradian paz y en donde destaca Aracatí, con sus coloridos textiles de fique.
San Gil en sí es rafting. Los ríos Fonce (grado III-IV+), Suárez (grado V) y Chicamocha (grado II+-IV) se ofertan en cada esquina del pueblo, junto con tours de espeleología (exploración de cavernas), canyoning (descenso por cañones), rappel y ciclismo de montaña. Una veintena de buenos hoteles (Bella Isla Aventura Resort, desde $ 28.000 y Wassiki, por ejemplo, desde $ 36.000, en habitación doble) y una gran oferta de posadas en las que se comparte más de cerca con el campo y la naturaleza, se abren al visitante. Ojo, en esta época -de marzo a octubre- el clima es más benigno y hay menos lluvias.
En el centro histórico destaca la catedral de la Santa Cruz, la iglesia de San Francisco y sus calles de conchas de caracol, toda una rareza urbanística. Cerca del río Fonce está el Parque Gallineral, que parece algo extraño con sus inconfundibles y enormes barbas que caen desde los ceibos.
Aquí el rafting no está permitido, pero los visitantes se cuelgan de las lianas para cruzar el río.
La cocina de Santander es rica en guisos y asados de carne, pero lo más peculiar es el bocadillo que se ofrece a la entrada de San Gil: las "hormigas culonas", insectos de gran tamaño que son asados y salados para deleite humano. Es freak pero de buen sabor.
BARICHARA, LA COLONIA VIVE
El poblado más lindo de Colombia, declarado Monumento Nacional en 1978, da para caminarlo íntegramente. Desde la plaza principal se puede observar la estructura barroca de la catedral de la Inmaculada Concepción, con aires coloniales.
La mayoría de las casonas lucen abiertas sus puertas y ventanas y lo de mirar, al parecer es un hábito, ya que hay grandes miradores hacia el valle del río Suárez y la cordillera de Los Cobardes. Para los amantes de los suvenires, en la zona hay artesanos en piedra que elaboran hermosas lámparas, figuras talladas y muebles; la mayoría se exhibe y vende en los alrededores de la plaza Bolívar. El lugar es tranquilo y con buena oferta hotelera a pequeña escala (Hostal Misión Santa Bárbara, $ 85.000 y El Carambolo, $ 45.000, hab. doble).
En Barichara el viaje termina y, a la vez, empieza otro más íntimo. Desde acá comienzan una serie de paseos hacia los valles y cerros cordilleranos, además de varios otros pueblos coloniales. Una opción es El Socorro, a unos 30 minutos en auto. Destacado por su preservación y por ser cuna del levantamiento comunero, una de las primeras rebeliones independentistas de Latinoamérica (no hay que perderse la plaza principal y la catedral).
El segundo poblado está a pocos kilómetros al norte de Barichara: Guane, una villa pequeña en donde es imposible no pensar en quedarse a vivir y tener una vida plácida. El lugar fue el cacicazgo de la tribu del mismo nombre que regentó la zona hasta la llegada de los españoles.
Hay un museo arqueológico lleno de fósiles y una bella Iglesia. Para dormir sólo una pequeña posada y algunos locales para tomarse una cerveza. Nada más y se agradece. Guane es la desconexión y las ganas de quedarse eternamente en los ondulantes paisajes de Santander.