Cuando uno lo está pasando mal en el trabajo, empieza a mirar para el lado. Si llega una oferta de la competencia y el empleador responde con indiferencia, la sensación de poca valoración se hace patente. Entonces es tiempo de partir.
Eso fue lo que le pasó a Tonka Tomicic. Y ahora que a muchos se les viene a la mente el caso de Margot Kahl, lo que habría que preguntarse en realidad es en qué estaban pensando los ejecutivos de TVN que dejaron partir a Tomicic. A la mejor conductora de la televisión chilena de los últimos tres años, a la más creíble, a la más querida por los televidentes, gracias a esa espontaneidad que, por cierto, no tenía ni de cerca Kahl.
Seguro en el canal estatal creerán que da lo mismo. Que se va una y se reemplaza por otra. Pero se equivocan. Y este error, esta gran farra que acaban de darse, la pagarán otros, los que realmente importan: sus propios televidentes, que desde el lunes ya no podrán ver a la mejor pareja televisiva -junto a Felipe Camiroaga- en acción.
Si a Tomicic le va bien o mal en el canal católico, es otro tema. Dependerá de si tiene detrás un equipo de trabajo tan sólido como el de Buenos días a todos y de si UC-TV no la pone a conducir programas que escapen de las virtudes que se le conocen.
Cuando a Margot Kahl se le ocurrió tocar otras teclas, chasconearse y mostrar que ella también podía ser sensual, cayó a la lona en un dos por tres.
Ella, que era el modelo de madre estricta y confiable, terminó víctima de su falta de autocrítica. Por desconocer cuáles eran sus límites. Hasta ahora, Tomicic no adolece de aquello y los dos primeros proyectos en su nuevo canal lo confirman: programas de corte misceláneo y familiar.
Justo lo que la gente quiere ver de ella. Que para conductoras que quieren ser serias y lúdicas a la vez ya hay algunas intentándolo, pero ninguna acertando. Por algo será.