Me tomo un café con tu ausencia. Y le enciendo un cigarro a la nostalgia. Le doy un beso en el cuello a tu espacio…vacío.
Con estas tres líneas se vio cumplido el honor de compartir una canción con el Sandro que acompañaba a mi madre en su vieja grabadora, mientras me iba a dejar a la escuela.
Hoy, Sandro es una cicatriz más en la historia de Argentina, que se dibuja en su mapa para vivir por siempre. La ironía magnífica del destino le trasplantará millones de corazones paisanos y extranjeros que lo sumarán a sus afectos de por vida.
Sandro respira hoy mejor que nunca, porque su oxígeno es el oxígeno que aspiran los suspiros que lo extrañan. Hay algunos que se quedan cuando se van y lo hacen más que nunca. Sandro es uno de ellos. A mí, no me queda más que rendirle tributo a uno de los más grandes de este espacio nuestro que fue el espacio suyo. El que habitó desde sus películas y sus discos.
El que enamoró y emocionó. Qué ganas de no despedirte nunca, pero hoy que hay que hacerlo, tu gente y los que te admiramos te damos la bienvenida al mundo de los inmortales, que se quedarán por siempre por ser parte del catálogo sentimental de un tiempo y un continente.