El ex Presidente Piñera viene diciendo desde hace tiempo que la gestión económica del actual gobierno ha sido desastrosa, a diferencia de aquella del gobierno anterior, que habría sido estelar, con crecimiento mucho más alto y la creación de un millón de empleos.
La semana pasada, el gobierno inició una campaña para responder al candidato de Chile Vamos. Con una batería de datos comparando los dos gobiernos en las áreas más diversas, desde el precio de la energía hasta la evasión del IVA, y con la propia Presidenta Bachelet afirmando en este diario que "hemos hecho mucho más que Piñera en cada una de las áreas".
La lógica política tras este intercambio parece evidente. Una oposición que desea volver a gobernar exagerará los logros de lo que fue su gobierno y criticará duramente al gobierno que busca reemplazar. Y todo gobernante querrá que las reformas que inició perduren en el tiempo, sobre todo si el apoyo ciudadano a algunas de ellas ha sido un tanto esquivo.
Lo que es menos evidente es la difícil tarea que enfrenta un ciudadano interesado en comparar ecuánimemente diversos gobiernos o en evaluar en serio un gobierno particular.
Es difícil determinar en qué medida las fluctuaciones económicas son responsabilidad del gobierno actual. En primer lugar estén los factores externos. ¿Cuánto de los buenos números de Piñera se debió a un escenario externo más favorable que los que tuvo Bachelet? La oposición atribuye dos tercios del menor crecimiento de este gobierno a las reformas, mientras que, tal como lo resumiera Andrés Oppenheimer en una reciente columna, la visión de los organismos multilaterales asigna solo un tercio a las reformas.
Un segundo factor que se tiende a ignorar es que el crecimiento del año corriente probablemente depende más de políticas de años anteriores que de políticas del mismo año. Así, por ejemplo, es de esperar que la exitosa política energética de este gobierno, que ha llevado a una reducción drástica en el precio de la energía, tenga un impacto positivo sobre el crecimiento por varias décadas. O que las reformas de la legislación antimonopolios que se aprobaron durante los últimos 15 años impacten positivamente la innovación y la productividad por mucho tiempo.
También, relacionado con lo anterior, varios logros en materia económica abarcan la gestión de varios gobiernos. Requiere tres a cuatro años hacer los estudios necesarios para licitar una concesión de una obra importante de infraestructura, por lo tanto, los proyectos que licita un gobierno -y que típicamente se incluyen en la lista de sus logros- suelen ser aquellos que preparó el gobierno anterior.
La conclusión, tan inevitable como decepcionante, es que atribuir la medida en que cada gobierno fue responsable por sus cifras económicas es prácticamente imposible. Tal vez se pueda si se considera a varios gobiernos consecutivos de la misma coalición, como cuando se comparan los gobiernos de la Concertación con el período de la dictadura, ambos abarcando alrededor de dos décadas. Con períodos más largos, las buenas políticas tienen tiempo para madurar y los ciclos económicos externos pueden pasar por altos y bajos, de modo que, en promedio, importan menos. Pero con gobiernos de cuatro años no es una tarea que se pueda abordar en serio.
La dificultad de evaluar a los gobiernos por sus cifras económicas nos lleva a buscar medidas alternativas, entre ellas las reformas que impulsó cada gobierno. Los gobiernos que emprenden con éxito reformas ambiciosas y valoradas por la ciudadanía, aun si estas toman años en rendir sus frutos, tienen asegurado un lugar en la historia. El relato que acompaña a estas reformas también será importante, pues facilitará que la gente conecte con la política que impulsó el gobierno.
Mirados a la luz del criterio anterior, el gobierno de Piñera y el actual de Bachelet tienen problemas serios, aunque de índole distinta. El gobierno de Piñera tiene el desafío de señalar cuáles fueron las reformas que hizo que explican su alto crecimiento. Como constató hace poco y en este medio un destacado economista que apoya al candidato de Chile Vamos, la principal reforma del gobierno de centroderecha habría sido introducir la portabilidad en la telefonía celular. Difícil asociar altas tasas de crecimiento o construir un relato a partir de la portabilidad.
En cambio, al gobierno de Bachelet no le faltan reformas ambiciosas, su problema ha estado en su implementación y en no haber concitado un amplio apoyo ciudadano para varias de ellas.
Mientras Piñera no tuvo relato ni tiene reformas que defender, Bachelet tuvo relato y reformas, pero enfrenta el desafío de que tengan el sustento político y técnico para perdurar. Es en este contexto que debe entenderse la campaña del actual gobierno para defender sus logros. Las reformas del segundo gobierno de Bachelet estarán presentes en la agenda pública por mucho tiempo, con detractores de ambos lados del espectro político, con defensores también variados y, es de esperar, con un número creciente de actores tomando posiciones más matizadas. Lo que hemos visto estas semanas son solo las primeras escaramuzas de lo que será una larga batalla por el legado.