Continúa discutiéndose en el seno del Partido Demócrata Cristiano el tema de la "libertad de acción", señal clara de que no se han librado de él. Mientras algunos dirigentes la han pedido o insinuado, otros y otras la niegan con el mayor énfasis que puedan manifestar o simular. Parte del énfasis consiste en asegurar taxativamente que "jamás votarán por Piñera", opción que por default o confesión asocian a dicha libertad. Es una proclamación negativa hecha ya tantas veces que más asemeja un conjuro que una orden o siquiera una predicción. Su eficacia es discutible; sin duda puede tenerla a título personal de quien la profiere, pero otra cosa es si esa negativa envuelta en tan imperiosos tonos institucionales tiene también efecto para el resto de la militancia; en especial cabe preguntarse si despierta eco en los meros simpatizantes o votantes sin registro ni compromisos y que hasta ahora han hecho canoísmo casi en seco en las decrecientes aguas espirituales de la falange. Hoy en día y más que nunca una cosa es lo que digan y hagan los dirigentes y otra lo que hagan y digan los simples partidarios. Los primeros tienen intereses vitales para sustentar su fiera decisión de aferrarse a la no-libertad, como lo son la viabilidad política de su partido y con ello la de sus posiciones como dirigentes, para no mencionar, porque quizás sería algo rudo decirlo, los cargos en el gobierno, el Congreso, en las reparticiones públicas y otros beneficios asociados al duro sacrificio por la Patria Resiliente. Los segundos no llevan sobre sus hombros esa pesada carga.
El "debate" acerca de la libertad de acción se ha centrado en ese partido y no en otros de la coalición -y mucho menos en el Frente Amplio- por una razón muy sencilla: es la Democracia Cristiana la colectividad que dentro de la NM ha estado más incómoda, puesto más reparos y expresado más reproches a la labor del gobierno, incluyendo amenazas veladas o abiertas de seguir su propio camino, lo que hasta cierto punto materializó con la candidatura de la señora Goic. Inimaginable dicho predicamento y agitación de banderas independentistas en el seno del PS, del PC y hasta del renacido PR, el Lázaro de la actual política chilena, cuerpo yerto levantado de su tumba y puesto a caminar por un milagro del nuevo Mesías, Alejandro Guillier. Todos están por igual orgánica, visceral, existencial y oportunísticamente vinculados a la NM. Sobre todo es así con el PC. Ese partido, de no ser miembro de la coalición y de los pactos que entraña, pasaría desde la condición de iniciador, ejecutor y controlador de parte importante de la institucionalidad del Estado y de la oreja presidencial de turno a la de partido del 5% del electorado.
Buenas razones
Considerando todos esos factores, la razón de la candidatura Goic o más bien de su "saludo a la bandera" ha sido siempre plausible y razonable; su partido no es de izquierda como los otros, sino tiene su habitación, nos comunican los agrimensores de la flecha roja, en el territorio de la "centroizquierda". Que dicha expresión en sí misma no signifique nada precisamente por pretender significar demasiado y no definir ninguna cosa, importa bien poco; al menos con ese membrete se le comunica a la nación que NO es un partido con siquiera un leve tufo de marxismo, colectivismo, estatismo y todos los demás ismos de la constelación ideológica, emocional, palabrera y laboral de la izquierda. A esa razón se agrega su auténtico disgusto por mucho de lo hecho por el gobierno con el apoyo del resto de la coalición y a lo que la decé ha opuesto reparos en varias ocasiones. La NM ha sido una entidad donde el PS y el PC encontraron con un nuevo nombre su tradicional área común de entendimiento y valores sostenidos desde tiempos inmemoriales, alianza natural en todo el sentido de la palabra, pero para la decé no ha sido nunca ni puede ser jamás sino instrumental, un pacto electoral y de gobierno celebrado con fuerzas en todo distintas, salvo en el interés común por gobernar y el uso común y vacío del término "centroizquierda" o el aun más vacío y manoseado de "progresismo". Un instrumento se toma o se deja según su utilidad, en este caso el estar en el gobierno con algún peso y gravitación o siquiera real influencia; si esos elementos faltan, la utilidad disminuye o hasta desaparece y llega el momento de repactar las condiciones con los difíciles socios. Ese momento es hoy y es otra razón para la candidatura Goic.
¿Y malas razones…?
Lo que podría parecer no razonable, incluso anacrónico, es el debate sobre la libertad de acción. Siendo políticos profesionales con el índice puesto sobre el pulso de la nación, la del año 2017, sin embargo se comportan como senadores de la Roma clásica decidiendo si van o no a convertir a sus esclavos en "libertos". Dicho debate a primera vista o audición se ve y suena ridículo porque hoy en día ninguna doña Juanita y su cónyuge e hijos están esperando el permiso de nadie para votar por quien se les frunza, pero por supuesto la señora Goic y los demás dirigentes saben perfectamente todo eso. Lo saben mejor que nosotros porque si acaso tienen el índice puesto en algún pulso, es en el pulso de su partido y hace rato ya que captaron los latidos del creciente flujo de votantes, otrora suyos, que están pensando en votar o ya decidieron hacerlo por la derecha, fenómeno que ocurre aun en altas esferas de la colectividad. Hasta el más despistado sabe que de los ex altos dirigentes que forman parte del movimiento "Progreso sin Progresismo" difícilmente habrá muchos que vayan a votar por Goic y sin duda ninguno lo hará por Guillier, a quien consideran, como el propio Guillier lo ha dicho, continuador de la señora Bachelet, lo que equivale a decir continuador de la desmedida influencia del PC y de su programa y sus hordas enquistadas en el Estado. Los dirigentes decé saben de la existencia de ese flujo o más bien hemorragia y saben también que no controlan ni siquiera el voto del tipo que les sirve el café en la sede del partido, pero es precisamente por eso que deben disimular fingiendo que aún manejan la espita que deja o no deja salir a borbotones el voto; sin dicha creencia habría que ser más o ser menos que humano para seguir dirigiendo la colectividad o, en subsidio, reemplazar la vocación política por la taxidermia. En breve, sin esa ilusión dichos personeros se quedarían sin mercancía virtual para negociar en segunda vuelta. La "libertad de acción", entonces, no es un debate sino una mascarada. No puede darse o quitarse porque hace rato que los seguidores de la decé ya la tomaron en sus manos. Discutir acerca de eso sólo es un acto de malabarismo sin cuerda, sin red y quizás sin espectadores y que se ofrece al público tal como los viejos vendedores callejeros anunciaban la pronta aparición de la invisible culebra dentro de la maleta.
Baile de máscaras
Pero si lo de la "libertad de acción" es un "stunt" de marketing, una ilusión, también es algo real, a saber, otra rica faceta y avatar del cúmulo de contradicciones en que se mueve el progresismo y en especial su partido más ambiguo, vacilante, inquieto e incómodo. Sin domicilio conocido dentro de las fronteras de la cacareada "centroizquierda" y divididos internamente en facciones, más deteriorados aun están en su base, donde desde hace tiempo se ha ido produciendo un éxodo al revés, no hacia sino desde la Tierra Prometida o al menos la que les prometieron sus socios de coalición. Es fenómeno que no puede aceptarse públicamente o sería equivalente a apersonarse en el síndico de quiebras. Tampoco los demás miembros de la NM, pese al desdén con que miran a sus compañeros de ruta, están disponibles para algo más que reproches al borde de la rabia abierta y el desprecio, manifestado a veces casi desnudamente por un personaje locuaz como Andrade. Una coalición de izquierda siempre necesita maquillarse, en democracia, con un partido de "centro" o ahora, dicho con más audacia, de "centroizquierda".