Por las pantallas imágenes vintage de jóvenes punks acompañan a Singularity, la primera canción de la noche parte del último álbum Music complete (2015), incluyendo secuencias de la policía cargando contra multitudes. En paralelo, por los accesos del Teatro Caupolicán repleto, se cuelan chicos que atropellan a quien sea con tal de ingresar sin pagar la noche del domingo en el regreso de New Order.
Las escaramuzas suman una ligera cuota de tensión inicial a una cita con otro destino: reencontrarse con una banda británica emblemática de los 80, autores de una receta exacta entre rock y pulso bailable mediante las métricas y texturas de la electrónica. Los liderados por Bernard Sumner presentan una obra que marca un nuevo comienzo a 36 años de la fundación del grupo tras las cenizas de Joy Division. Es el primer registro sin el histórico bajista Peter Hook (que curiosamente actúa este miércoles en el mismo recinto), y también el primer trabajo desde el regreso de la tecladista y guitarrista Gillian Gilbert, y el debut del bajista Tom Chapman.
New Order ha dicho que no quieren ser vistos como dinosaurios y por lo visto, no hay motivos para temer. Su música en directo posee la misma frescura de hace tres décadas, una energía instantánea que pone a bailar a todo el teatro a pesar de la voz cansina de Sumner y la tendencia a aplicar velocidad crucero en los temas.
Rara vez hay un cambio de métrica, un quiebre, una alteración que marque puntos aparte. En ese sentido el rol aparentemente secundario del baterista Stephen Morris resulta crucial: es un metrónomo humano. Si bien recurre a programaciones y elementos electrónicos en la percusión, Morris maneja un pulso preciso, exacto, sin yerros. Y ese es en general el espíritu en New Order. Los músicos sirven a la canción sin buscar protagonismos particulares, con la excepción de las líneas de bajo de Chapman, eficiente emulando el característico estilo punzante de Hook.
Es tal la confianza de New Order en el nuevo material que incluyeron media docena de cortes de Music complete, lo que redundó en lo que siempre pasa cuando un artista estrena canciones, tibieza ante lo que aún no se internaliza. Por lo mismo, contrastó el entusiasmo ante clásicos más recientes de su discografía como Crystal con la sincronizada proyección del excelente video de aquel single, sencillos históricos como Blue monday, y la versión de Love will tear us apart de Joy division. Los cambios de integrantes y la calidad del nuevo material de New Order lo confirman. No son fósiles, sino entes activos en medio de un rock que se ha quedado dormido.