Muchas veces se ha sentenciado el fin de nuestra transición a la democracia, yo nunca he sabido si podemos decir que ella haya terminado. Lo que sí está claro es que hoy transitamos a un estado muy distinto al que se consolidó durante estas últimas tres décadas, sin duda, las más exitosas de nuestros 200 años de vida republicana. Lo ocurrido con el ex Presidente Lagos esta semana confirma esa impresión.
No hay camino al desarrollo sin descontento. Es inevitable. Los que aún no logran acceder a los beneficios propios del camino al desarrollo -que toma décadas y traspasa generaciones- quisieran tenerlos ahora y ya, se indignan, surgen el descontento y la rabia. Los expertos en usar estas carencias y promover la lucha de clases tienen ahí un enorme caldo de cultivo. Y también se abre un gran espacio a los populistas y demagogos.
El gran error fue creer que el descontento de grupos organizados y vociferantes era la voluntad mayoritaria del país. Ha quedado claro estos años, con la mala evaluación sistemática del gobierno de la NM y de sus reformas estructurales, que fue un gran error de diagnóstico. Los chilenos quieren cambios, correcciones, terminar con los abusos, pero de ahí a venir a refundar el país pasando un retroexcavadora a lo realizado había un mundo de diferencia. Si todo lo anterior fuera cierto, no estaría el ex Presidente Piñera con la primera opción de volver a gobernar.
La retroexcavadora simbolizó la voluntad de terminar con las bases del modelo económico, político y social que se construyó en la transición, en los cuatro exitosos gobiernos de la Concertación y el gran gobierno de Chile Vamos bajo la conducción de Piñera. Estas secuencias de gobiernos de distinto corte político sentaron las bases para que Chile fuera el primer país latinoamericano camino a lograr el umbral del desarrollo. Sin embargo, hoy más parece que vamos a engrosar la lista de los países que no lograron dar este salto y transitaron hacia la conocida "trampa de los países de ingresos medios".
Lo ocurrido esta semana con el ex Presidente Lagos confirma ese temor de que vamos más bien hacia la "trampa" que al desarrollo.
La disposición que hubo de Piñera y Lagos, dos ex presidentes, a asumir una candidatura tenía un profundo significado ético en el actual clima político enrarecido. Ambos gozan de un tremendo prestigio internacional, saben que gobernar hoy será incomparablemente más duro y desagradable que cuando lo fueron y ambos, una vez más, estaban dispuestos a desoír a sus propias familias para servir a Chile. Ambos lograron legítimamente la Presidencia, con respectivas coaliciones de centroderecha y centroizquierda democráticas, modernas. Fueron capaces de convocar a políticos, profesionales y técnicos competentes e impulsaron buenas políticas públicas. Una disputa entre ambos era catalogada en los círculos internacionales como un lujo para el país, tal como me lo señaló José María Aznar.
Pero ello no ocurrirá. La NM y en particular el PS decidieron cambiar a un estadista por Guillier. De paso, sepultaron definitivamente a la socialdemocracia europea que simbolizó Lagos.
Esta traición, que solo se pudo consumar votando secretamente en el comité central PS, permitirá el mejor escenario para la formación del Podemos chileno. La candidatura de Guillier no reflejará otra motivación que permanecer de cualquier forma en los privilegios del poder para un sector político. Lo más probable es que a la NM le vuelva a ocurrir en la presidencial lo mismo que le pasó en Valparaíso en la reciente elección municipal.
En esta elección habrá dos candidaturas que la ciudadanía irá percibiendo que tienen épica y ética. La de Chile Vamos, de Sebastián Piñera, y la del Frente Amplio, de Beatriz Sánchez.
La de ex presidente, ganadora. La de la periodista usará notablemente bien esta elección para el futuro, para construir un nuevo referente de izquierda que no se siente heredero de los mismos que le dieron vuelta la espalda a Lagos.
Lo ocurrido con Lagos es un cambio muy profundo en las estructuras políticas de la izquierda chilena. Eso quedará claro en la presidencial. Con la bajada de Lagos, habrá dos grandes energías en esta elección. La de CHV, para volver a encauzar al país por el camino del crecimiento y el desarrollo, apartándolo de la ruta de la izquierda latinoamericana. Y la del Frente Amplio, un grupo al que le dan lo mismo los placeres del poder, tienen el idealismo propio de la juventud y no desperdiciarán esta elección -que todos saben que lo más probable es que la pierdan- para desplazar del poder precisamente a los mismos que creyeron que con Guillier, y no con Lagos, podían mantenerse en él. Guillier no es otra cosa que la continuidad de la Nueva Mayoría; el problema es que muchos de la Concertación ya no quieren que siga la NM.
Esta semana se amplió el espacio ciudadano para que Piñera pueda consolidar su triunfo. Se irá instalando crecientemente la percepción de que ganará y la izquierda preferirá que su voto sea útil, cosa que solo conseguirá votando por Beatriz Sánchez y no por Guillier.
No se sorprendan si empezamos a observar un creciente aumento de la adhesión hacia ella y un paulatino desplome del senador. Sánchez sustituirá a MEO en esta elección y no sería descartable verla pasar a la segunda vuelta.
En la presidencial de 2009, la evaluación de Bachelet y de su gobierno bordeaba el 80%, levantaron a un ex presidente de la República DC y ganó Piñera. Triunfar hoy, como nunca, depende solo de que Chile Vamos haga bien las cosas. Esto no está asegurado, basta ver que tan solo en esta semana puso en dudas la realización de la primaria.