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Los resultados de la última encuesta del CEP son categóricos: si las elecciones fueran mañana, el nuevo Presidente sería Sebastián Piñera. No sólo aparece como ganador contra sus distintos adversarios, sino que, además, lidera en todos los atributos deseables en un nuevo Jefe de Estado. La élite de izquierda parece aceptar lo inevitable. Sin embargo, en las últimas semanas se han empezado a escuchar argumentos sobre la "difícil gobernabilidad" que enfrentaría "Piñera presidente". La idea es que si bien el candidato de Chile Vamos ganará las elecciones, enfrentará una oposición tan cerrada y rígida que le será muy difícil gobernar. A esto, dicen los escépticos, habría que sumarle el hecho de que es altamente posible que se produzcan movilizaciones generalizadas de distintos grupos de presión: estudiantes, jubilados, empleados públicos, feministas y otros. El país, nos dicen, se paralizaría.

¿Ingobernabilidad?

Esta tesis de la ingobernabilidad bajo un gobierno de Piñera no es más que uno de los tantos mitos que circulan por el país. Son leyendas, cuentos e inventos que lanzan gurús de distinto pelaje, que se expanden sin control y no son sometidos a verificación.

El grado de gobernabilidad de una administración no es un atributo inalterable o rígido. La gobernabilidad depende de la capacidad de los líderes para convocar a otras fuerzas políticas, y para capturar la imaginación de los ciudadanos respecto de iniciativas que llevan al bien común. Desde luego, si Piñera tomara una actitud ultraderechista y se alineara con los grupos más conservadores, sus perspectivas de éxito se verían fuertemente reducidas. Pero todo sugiere que hará exactamente lo contrario. Sus repetidas alusiones al ex Presidente Aylwin, y su uso de ideas desarrolladas por políticos que tradicionalmente han estado en la vereda del frente -estoy pensando en Ricardo Lagos y Alejandro Foxley- indican que Piñera intentará hacer un gobierno de centro, donde primen los acuerdos pragmáticos y puntuales respecto de programas legislativos específicos. Además, las últimas declaraciones del candidato indican que no intentará dar marcha atrás en los avances sobre temas valóricos de los últimos años. De hecho, hay indicios que sugieren que respecto de temas como el matrimonio igualitario, Piñera tendrá una actitud mucho más abierta a la que muchos sospechan.

Un Piñera pragmático, capaz de convocar a los políticos de centro para apoyar iniciativas concretas, tendría un alto grado de gobernabilidad y podría mover al país en la dirección correcta. Claro, más de alguien podrá decir que para bailar el tango se necesita a dos personas, y que no basta, por tanto, que Piñera tenga una actitud constructiva. Para avanzar, sus opositores debieran estar dispuestos a colaborar. Que el tango es de a dos no cabe duda. Pero tampoco me cabe duda que si Piñera actúa con mesura, respeto, amplitud de miras y visión de largo plazo, podrá atraer a los grupos más modernos de la Democracia Cristiana, incluyendo a la senadora Goic, y del PPD, para que, en conjunto, desarrollen una serie de proyectos legislativos. No es que vayan a cogobernar; desde luego que no. Lo que sucederá es que diferentes grupos apoyarán diferentes iniciativas que coincidan con sus propias ideas programáticas.

Otros mitos

Pero el de la ingobernabilidad no es el único mito que ronda al país. De hecho, lo más notable de estas elecciones es la cantidad de ideas peregrinas, falsas y no comprobadas, que se repiten sin cesar, y que no son impugnadas o cuestionadas por los analistas.

Uno de estos mitos es que nuestras exportaciones carecen de valor agregado. Esta idea se repite una y otra vez, sin que nadie la someta a un mínimo proceso de verificación. Es cierto que exportamos muchos productos intensivos en recursos naturales, pero, en concreto, ¿cuál es el valor agregado de nuestras exportaciones? Y ¿cómo se compara con el de otros países? Resulta que si uno va a Google y pide información sobre "valor agregado de exportaciones", se encuentra de inmediato con una página de la Ocde. La información desplegada en barras de todos colores indica que "el valor agregado doméstico de las exportaciones brutas" chilenas es mucho mayor que en Finlandia, Corea y Holanda, por nombrar tan sólo algunos países. También nos informamos que nuestras exportaciones tienen un valor agregado un poquito menor a las de Japón, Estados Unidos, Noruega y Australia.

Otro mito es que si no existieran AFP, automáticamente aumentarían las pensiones de los chilenos. Esta es una aseveración incorrecta, mañosa y deshonesta. Vamos por partes: si Chile mantuviera un sistema de ahorro pensional, pero este ahorro se canalizara a través de instituciones que cobraran cero comisión, las pensiones aumentarían en no más de un 10%. Vale decir, quien hoy día recibe una pensión de $ 180.000, recibiría una de $ 198.000. Ahora, supongamos por un minuto que el sistema de capitalización es reemplazado por uno de reparto clásico y estricto, donde todas las pensiones recibidas por nuestros jubilados son financiadas con todas las contribuciones de los trabajadores activos. En este caso es fácil demostrar que las pensiones promedio serían algo más bajas que las pensiones promedio que hoy día paga el sistema de capitalización. Esto indica que el tema de las pensiones es mucho más complejo que lo que muchos candidatos plantean y que su solución requiere de un esfuerzo mancomunado que debe ser acordado en forma transversal.

Otra idea que da vueltas y vueltas, y que no ha sido sometida a una verificación seria, tiene que ver con la abstención electoral. Se dice, repetidamente, que las personas que no votan están desencantadas del sistema y del modelo; se trataría de una actitud de rechazo. Es muy posible que esto sea así, pero también es posible que se trate, exactamente, de lo contrario. Una hipótesis alternativa es que las personas que no votan toman esa decisión porque creen que el país está funcionando bastante bien, y que seguirá por una senda adecuada independientemente de quién sea el próximo presidente. Puede ser gente convencida de que la política es mucho menos relevante de lo que los propios políticos creen, y que piensan que lo verdaderamente importante es cómo funcionan la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales.

Los grupos de derecha también han acuñado sus propios mitos. Uno recurrente y muy repetido es que es si Sebastián Piñera no resultara electo, la economía chilena sufriría un "colapso". Nada avala esta tesis. Se trata, simplemente, de una exageración poco afortunada. Desde luego que el valor de las acciones depende de cómo los inversionistas vislumbran el futuro. Después de todo, el precio accionario no es otra cosa que el valor actualizado de los flujos futuros de ingreso de las empresas. Pero de ahí a que vaya a haber un colapso si en vez de Piñera fueran electos Guillier o Goic, hay una enorme distancia.

Basta de mitos. Hablemos con seriedad. Nuestra democracia lo requiere.