Los niños jugaban el 25 de Diciembre del 2016. Mostraban sus juguetes nuevos, y las familias terminaban de tomar desayuno. Era Navidad, de modo que el relajo y la alegría de compartir en familia eran la tónica. Sin embargo, la dinámica terrestre tenía algo que decir para la gente del sur, y un terremoto de magnitud 7.6 se generó a unos 30 kilómetros de Quellón. El foco de las noticias cambió rápidamente, y pasamos del relleno navideño a la cadena nacional donde se informaba sin parar los pormenores de lo que ocurría en la Isla de Chiloé. No falleció nadie, pero se generó un daño notorio en la ruta 5 sur.
Y si bien en Chile hemos tenido muchísimos terremotos de una magnitud similar (apostaría a que más de alguien quizo salvar la TV mientras temblaba), el de Quellón del 2016 tiene características que lo hacen muy interesante. De partida, es el primer terremoto de magnitud importante que se produce en la zona de ruptura del megaterremoto de magnitud 9.5, ocurrido el 22 de Mayo de 1960. Así es, no se había producido un terremoto grande entre Lebu y Aysén en más de 50 años. ¿Qué consecuencia tiene esto para adelante? ¿Significa que va a seguir temblando? .
Como ya sabemos todos, la vasta mayoría de los terremotos en Chile se produce en la zona de contacto entre la placa de Nazca y la Sudamericana, debido a la subducción de la primera placa en la segunda. Un gran terremoto libera una cantidad importante de tensión acumulada a lo largo de décadas, pero no necesariamente se libera en su totalidad. Una vez que este megaevento ocurre las placas se comienzan a reacomodar, lo que origen a las réplicas. Y ya pasado ese nivel comienza el período de preparación para el siguiente gran terremoto. Durante ese período, llamado intersísmico, las placas se bloquean y acumulan tensión. Esta acumulación se asume que es relativamente constante en el tiempo. Y el terremoto de Quellón nos muestra que la zona costera afectada por el terremoto del 60 ya está en condiciones de albergar sismos con magnitudes iguales o mayores a 7. Por lo mismo, en los años venideros podríamos esperar este tipo de terremotos. Lo se, no es lo que los que somos del sur quisiéramos oír, pero es lo que la naturaleza nos está diciendo.
Pero hay otro detalle sobre el terremoto de Quellón: liberó más tensión de la que "debería" haber liberado. Un estudio muy reciente realizado por Dietrich Lange y sus colaboradores, de la Universidad de Chile y el Servicio Sismológico Nacional, muestra cómo el desplazamiento generado por el terremoto de Quellón es mayor al correspondiente sólo por acumulación entre terremotos. Es decir, liberó algo de tensión que el megaterremoto de 1960 no pudo. Esto tiene consecuencias importantes, ya que entonces, si el terremoto más grande de la historia no puede liberar toda la tensión acumulada, ¿qué evento si lo puede hacer? Además, plantea la pregunta sobre cuál es el estado real del bloqueo entre las placas al día de hoy, y pone la alerta en términos de cómo podemos anticiparnos al real impacto que tendrá tendrá un terremoto a futuro. En definitiva, nos hace la vida más compleja, como siempre nos pasa con los movimientos telúricos. Una certeza del estudio es que este terremoto no es una réplica del evento de 1960, ya que rompió una zona que ni el evento inicial pudo.
El camino a seguir, obviamente, es el de generar más investigación en estos temas. Para eso necesitamos poder contar con un mayor presupuesto en ciencia, en un país que gasta una décima parte de su PIB de lo que lo hacen sus socios de la OCDE. La investigación nos permitirá entender mejor los procesos que ocurren, lo que nos puede ayudar a tomar mejores decisiones respecto a estos fenómenos, y finalmente a salvar vidas.
Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.