Se encerró en una jaula y se vistió apenas con una malla color carne, mostrando más piel que nunca y amenazando con arañazos en cada tiro de cámara.

Shakira anda de loba por la vida, amenazante, seductora, insinuando que si te descuidas un poco se te tira al cuello y te convierte en su presa. En una presa fácil. Pero hay algo que no termina de convencer en She wolf. Que no calza del  todo.

Porque esta es una loba con piel de oveja y porque este giro, este último cambio, el "nuevo aire" para un tercer disco cantando en inglés, tiene más maquillaje que alma y es una total concesión al mercado que hoy ambiciona la colombiana. She wolf, en breve, es pura lobotomía.

Aquí Shakira se asocia con los mejores productores del mercado (Pharrell, Wyclef Jean y John Hill) para un álbum de alta sofisticación técnica y de abierta orientación dance. Bailable y efectivo, pero tan formateado, predecible y poco original, que pudo haberlo cantado cualquiera que se asociara con los mismos nombres en los últimos años.

Desde Madonna hasta Fergie. No hay duda: tiene sencillos para llegar a las listas (Did it again) y duetos para convencer a los puristas (Spy), pero este es el punto de no retorno. Shakira despide su pasado disfrazada de "loba".