Pantalones cortos y slam dance entre el público, mientras arriba del escenario el frontman más carismático del rock de los 90 le pide a la multitud que lo escupa. La postal de 1995 se repite y hasta en el mismo lugar: Faith No More en comunión total con los fans, como un puñetazo en la cara. Como un golpe que deja tiritón.

El de anoche, que califica como el mejor concierto del año, fue más que un reencuentro a 14 años de la última vez que vinieron. Es la constatación de que Mike Patton y compañía resistieron como pocos de su generación el paso de los años.

Como si el tiempo no hubiese pasado para ellos, con un tracklist generoso y lleno de momentos para atesorar. Como esa trilogía infartante que fue Easy, Midlife Crisis yEpic. Como ese momento en que Patton bajó del escenario y se perdió entre el público mientras sonaba Just a man. Como ese broche de oro que fue Ricochet, nuevamente con Patton saltando y gritando como en su noche más inspirada, jugueteando y dedicándole una canción a Antonio Vodanovic en Evidence, haciendo alusión a su recordado "agarrón" en el trasero del canoso animador cuando estuvieron en el Festival de Viña del Mar de 1991.

En tiempos en que varios grupos se rejuntan por dinero y varios dan pena, Faith No More da clase y justificación de su retorno. Uno con gloria. Uno que debería quedarse.