Lo dijo el mismo Eddie Vedder antes de venir a Santiago en 2005: que no había nada en la cumbre de la montaña que les hiciera tener ganas de quedarse allá. Si la metáfora es cierta, si la fama era pura desolación, un vulgar peladero, sólo la ilusión de haber llegado a algún lugar importante, entonces Pearl Jam hizo bien en bajar e instalarse lejos de las cumbres.
La vertiginosa escalada tuvo banda sonora: Ten (1991), y esos temas llenos de vocación melódica y dramatismo que caracterizaron su primer repertorio y que ya no existen más. Pero el descenso fue más crudo, urgente y beligerante.
Como si se empeñaran en borrar con ruido el pasado, en aligerar con velocidad la carga de ser los sobrevivientes del "grunge", Pearl Jam terminó abrazando el punk rock como credo principal de su música.
Pero no ha sido sino hasta ahora con Backspacer, con el noveno disco de su catálogo, que las buenas intenciones finalmente están a la altura del resultado. Su disco más breve, apenas 36 minutos, es también el más acelerado y el mejor desde Yield (1998). Porque los cinco de Pearl Jam están viejos y más concentrados, porque se conocen mejor y prefieren el buen pulso que la pirueta y decirlo todo en breve que alargarse de más. En breve: porque han evolucionado como pedían a gritos en Do the evolution.
Gonna see my friend, Got some y The fixer es el mejor despegue de su discografía, y canciones como Speed of sound tienen esa lucidez, ese reposo, de los que supieron bajar a tiempo. De los que no se nublaron con las alturas. De los que supieron mantenerse vivos.