Modern family cumple la promesa de su título de más de una manera. Porque la comedia se pone al día con una deuda que tenían las series sobre familias hace rato y que es, precisamente, reflejar una versión mucho más actual de "familia" que la clásica y manoseada fórmula de madre guapa, padre feo y algo inútil, e hijos más o menos ocurrentes, que había llegado a su punto más bajo con bodrios como According to Jim.
Aquí, en cambio, hay parejas gay con hijos adoptivos, padres que luchan por superar una brecha generacional que crece exponencialmente y un patriarca (Ed O'Neal, de Married with children, luciéndose) que tiene una esposa mucho más joven, encarnada por una Vergara que se balancea habilmente entre el estereotipo y los matices. Y los presenta en un tono actual sin caer en el panfleto ni recalcar innecesariamente su "modernidad".
Pero el gran triunfo de la serie, y la razón por la que resultó más exitosa que su pariente directo, Arrested development -con el que comparte la vocación ácida y el innovador formato de documental falso-, es que sus creadores no olvidaron que, al final, un ingrediente principal de una comedia familiar es la emoción. Porque aunque el humor es negro y mordaz, también abundan los momentos en que, sin ser sensibleros, se deja ver claramente que hay real cariño y lazos entre los personajes.
Que la familia será moderna, pero sigue siendo familia.