Con sentimientos contradictorios la OTAN concluyó este miércoles sus 13 años de misión de combate en Afganistán. En ese marco el grueso de las tropas de Estados Unidos deja este territorio tras participar en el conflicto bélico más largo en el que el país norteamericano jamás se había involucrado.
Así la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (Isaf) de la OTAN, que llegó a contar con hasta 140.000 efectivos y que sufrió la muerte de 3.485 de sus hombres, fue reemplazada el jueves por la misión "Resolute Support (Apoyo decidido) que, con 12.500 soldados extranjeros, está destinada a un papel secundario, esencialmente de asesoría y entrenamiento del Ejército afgano.
Se concluyen 13 años con muchas interrogantes y algunas certezas. Entre los logros que se destacan después de este período, iniciado tras la invasión y el fin del régimen de los talibanes a fines de 2001, está la formación de un gobierno afgano, al cual se le garantizó su protección, la creación de una fuerzas de seguridad locales preparadas y autónomas. Esto permitió, en septiembre pasado, el primer traspaso de poder entre dos gobiernos elegidos en las urnas en la historia de ese país: del de Hamid Karzai al de Ashraf Ghani Ahmadzai.
Pero Afganistán aún está lejos de ser un país seguro. Graeme Smith, del International Crisis Group (ICG) de Kabul, cree que "comparada con la situación de seguridad de cuando empezó la Isaf, hoy Afganistán es un infierno", dijo a la agencia DPA. El vicecomandante de esa fuerza, el teniente general del Ejército alemán Carsten Jacobson admite que "Afganistán sigue siendo un país que vive una guerra".
Incluso la violencia va en aumento. En los primeros 11 meses de 2014 la ONU registró el mayor número de víctimas civiles desde 2001: un total de 3.188 muertos y 6.429 heridos. El 75% de esas muertes fueron a manos de los talibanes. Hasta mediados de noviembre habían muerto en 2014 más de 6.000 miembros de las Fuerzas Armadas afganas, según el Ministerio del Interior, un fuerte aumento en comparación con los 4.300 de 2013.
En todo caso, y pese a la pobreza que persiste (el 36% del país vive en la pobreza), en estos años se multiplicó la escolaridad de su población y las niñas pudieron volver a los colegios, algo que tenían prohibido completamente los talibanes. De esta forma, si en 2001 el 21% de los niños estaba matriculado en las escuelas, en 2011 esa cifra llegaba a 97% y entre las niñas llegó al 36% de escolaridad en 2013. Hoy unos 10 millones de niños van a la escuela.
De las universidades y los colegios técnicos están saliendo graduados de alta calidad. En tanto, hay una prensa libre, y la atención médica y la infraestructura -especialmente las carreteras- mejoraron claramente, según la cadena BBC.
Pero la lista de problemas ahoga cualquier progreso. Afganistán sigue siendo el mayor productor de opio del mundo y uno de los países más corruptos. De hecho, no se sabe a ciencia cierta qué fue de los US$ 100.000 millones que se inyectó a este país de Asia Central, aun cuando buena parte de eso se usó en seguridad. Se trata de una cifra superior al Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial, ajustada a los valores de la inflación.
Sin embargo, la gran duda es cuán fuertes siguen siendo los talibanes y si podrían a volver a tomar el poder, como en 1996. "Los talibanes claramente no tienen el poder que tenían en 2001, pero están lejos de ser derrotados", dijo Vanda Felbab-Brown, analista del Brookings Institution. Un problema que se acrecienta con las deserciones en el Ejército afgano. En 2015, las Fuerzas Armadas locales "tendrán su prueba de fuego. Si pierden terreno, se augura la continuación de la guerra, y los talibanes se mostrarán cada vez más atrevidos porque no tienen ninguna razón para negociar" con el gobierno, dijo a la agencia France Presse Carter Malkasian, del Instituto de Estudios Estratégicos, con sede en Pennsylvania.