Antes de ir a ver el espectacular concierto que Miley Cyrus realiza como parte de su gira Bangerz Tour, que se presentará en el Movistar Arena en Santiago el 1 de octubre (entradas por Puntoticket), hay que tener en mente al menos dos cosas. Una, que Miley es mayor de edad y está desbordada de hormonas. Y dos, que Hannah Montana ya no existe.

Miley ya no es la niña buena e inocente que interpretó por cuatro temporadas para la serie Hannah Montana, donde hacía de una adolescente que vivía una doble vida entre escolar y cantante famosa. Ese era un personaje creado por Disney y hoy Cyrus es una mujer de 21 años, que ahora quiere hacer lo que le plazca. Y le placen cosas como sacar la lengua todo el tiempo, mecerse casi desnuda sobre una bola de demolición, tocarse las partes íntimas mientras canta, decir garabatos y fumar marihuana. Cosas que escandalizan a los padres de las niñas que ya no son tan niñas.

"Seguimos a Miley desde que éramos chicas, desde que era Hannah Montana. Está loca y la amamos por eso", dice Jenny, una de sus fans de 17 años, antes del  concierto el pasado 2 de agosto en Filadelfia. "Hemos hecho la transición con ella", agrega su amiga Mary, de 16. "Crecí con ella y ver su cambio ha sido realmente entretenido", opina Jason, de 21 años, uno de los pocos hombres en un estadio lleno de réplicas de Cyrus. "No me importa que ya no sea la misma, yo tampoco soy la misma persona que era cuando tenía 14 años".

Entre las hordas de adolescentes y veinteañeras vestidas con poquita ropa y harto maquillaje, se divisan unas pocas madres y muchos menos padres. "Es una gran cantante, es entretenida y muy talentosa", cuenta la mamá de una niña de 13 años. "A veces se pasa de la raya, pero así es la vida. Ella está creciendo, nuestras hijas están creciendo y son cosas que hay que enfrentar".

PELUCHES, AUTOS Y UN HOT DOG VOLADOR

Comienza el show y Miley Cyrus se desliza vestida de vaquera por una lengua inflable que cuelga desde la imagen gigante de su cara detrás del escenario, al son del tema que le da el nombre a su último disco SMS (Bangerz) y de los gritos de ansiedad de 15 mil adolescentes.

Entran al escenario bailarinas y bailarines de todos los portes y razas, vestidas de vaqueras y de peluches a escala real. Miley canta la siguiente canción, 4x4, y luego desaparece para volver al escenario vestida con un traje hecho de billetes, bailando sensualmente encima del techo de un auto dorado y cantando Love Money Party junto a un muñeco gigante del rapero Big Sean, que la acompaña en el disco. Miles de billetes falsos con su cara impresa vuelan desde el escenario.

Es cierto, Miley Cyrus es provocativa. Se toca con los bailarines cada vez que puede, le escupe agua al público y le gusta el twerking, una especie de baile del perrito en versión africana introducido por los raperos de los años ochenta que de alguna forma Miley masificó. En #GETITRIGHT aparece con un babydoll en una cama gigante encima del escenario y durante toda la canción los bailarines se toquetean encima de la cama. Y en Adore you anima al público a darse besos, entre ellos para aparecer en la pantalla gigante y las mamás de las niñitas de 13 años se miran con cara de resignación.

Pero Miley es también talentosa, simpática y generosa. Durante todo el show recolecta y se pone cada cosa que le tiran: pulseritas, anteojos, cintillos, sostenes. Habla bastante con el público y les dice cosas como que es importante conocerse y encontrar la fuerza de ser uno mismo, sin importar lo que diga el resto.

Incluso hay veces que es tierna, como en la canción Can't be tamed donde canta abrazada a una réplica gigante de su perro Floyd, que murió en abril de este año. Cuenta que amaba a su perro porque nunca la juzgaba y sigue con un cover del clásico de los Beatles, Lucy in the Sky with Diamonds, que grabó con Flaming Lips. Cada descarga en iTunes va a un fondo para refugios de animales en Estados Unidos.

Luego de Drive, Miley desaparece y aparece, junto a toda su banda y otro escenario, y pregunta -y traduzco al chileno-  "¡¿Cómo están aquí atrás chiquillos?!", provocando euforia en la galucha e iniciando una serie se covers:  There Is a Light That Never Goes Out de The Smiths, The Scientist de Coldplay y el clásico Jolene, de su madrina Dolly Parton.

Miley vuelve al escenario principal y el show sigue con dos temas más y con tanto estímulo -las luces, el humo, los nueve vestuarios, los disfraces, los bailarines y la pantalla gigante-, lo sexual pasa a un segundo plano, antecedido de una sensación de entretenimiento constante.

Miley se despide volando en un hotdog gigante, dejando a todo el estadio gritando en la oscuridad, pero vuelve con los hits We Can't Stop, Wrecking Ball y Party in the U.S.A. donde todo termina en grande con disfraces de la Estatua de la libertad, Abraham Lincoln y todos los símbolos estadounidenses bailando en el escenario. Cyrus saca una polera negra que dice R.I.P. Hannah Montana, y luego se sube en un pedestal que la eleva en el estadio.  Hay flashes de luces y challa tricolor por todas partes.