Cecilia quiso hacer algo distinto en la última clase de orientación con sus alumnos de cuarto básico. "¿Qué cosas les dan miedo, niños?", le preguntó al curso. Las respuestas empezaron tímidas, pero de a poco derivaron en un tema común: el temor a ser raptados. En un principio a Cecilia no le llamó la atención: pensó que la raíz de ese temor estaba en la teleserie ¿Dónde está Elisa?, pero ningún niño mencionó esa serie. En cambio, los niños hablaron mucho del caso Madeleine. "A mí se me había olvidado ese tema, pero ellos lo tenían súper presente", comenta la profesora. "Los niños ven mucho más las noticias que cuando yo tenía su edad", concluyó la profesora.

Cecilia (26), entonces, hizo frente al miedo de sus niños. El primer paso fue empatizar con ellos: "les dije que está bien tener miedo, que a todos nos pasa y les comenté mis propios temores de cuando yo era chica". La etapa siguiente fue entregarles una señal clara de protección: "les dejé súper claro que sus papás están pendientes de ellos para que se sientan protegidos", cuenta.

Los miedos han cambiado: la imaginación que a los niños de hace décadas les dibujaba lobos y brujas en su cabeza dio paso a la realidad y a miedos concretos con protagonistas de carne y hueso. Los niños de hoy están más expuestos por los noticiarios, internet o lo que conversan los adultos. Por eso, temen a lo que ven o escuchan. Así pasa en Estados Unidos, donde un reciente trabajo de la U. de Alabama reveló que los temores infantiles apuntan a ser secuestrados, a morir o al Sida. Y así pasa en Chile.

La primera encuesta en el país sobre miedos infantiles, realizada por la Universidad de Talca a niños entre siete y 11 años, lo dice: temen que los rapten (86,2%), que un amigo se muera (85,5%), a morir  en la calle (84,1%) o que entren a robar a la casa (84,1%), por ejemplo. Hay miedos  sensibles y crecientes, como que los toque un desconocido -pasa de 59% a los siete años a 82% a los 11-. Y hay otros que reflejan el cambio en los temores, pues ya no les quita el sueño el miedo a los monstruos (21,2%), fantasmas (31%) y la oscuridad (38%).

SIN ADORNOS
Los miedos son adaptativos y si bien todos lo sienten, el foco cambia  dependiendo del contexto. Hasta hace unos años los niños temían al lobo o la bruja del cuento, porque los padres los protegían de la realidad, "una realidad muy cruda para estos seres frágiles", se pensaba antes. "Hoy, en cambio, nos parece como sociedad que debemos abordar los temas de la realidad en forma directa y sin adornos", dice el psicólogo infantil Ladislao Lira. Los adultos están menos dispuestos a la censura y a proteger la psiquis de un niño, por muy chico que sea, complementa el psicólogo de la Clínica Santa María, Juan Pablo Westphal.

Mucha información que manejan los adultos y que ronda el entorno de los niños no les aportan mayor aprendizaje. "No hay que olvidar que la madurez es paulatina y acorde con el desarrollo biológico, por lo que hay cosas que no necesariamente los niños entienden", sigue Westphal. Un ejemplo: a pesar de que en Chile los índices de secuestros son bajos, este temor aumenta con la edad: si el 83% de los niños de siete años vive con ese miedo, a los 11 años llegan a 92%.

"Se esperaría que este temor se calme a medida que aumentan los niveles de razonamiento cognitivo, no obstante aumentan con la edad", comenta la sicóloga de la UDD, Verónica Pérez. El exceso de información sobre la delincuencia y las campañas publicitarias los dejan con la sensación de inseguridad. "Si esto lo juntamos con el temor a morir, pareciera que para los niños la calle pasa a ser un lugar muy peligroso y llenos de riesgos: muertes, raptos, atropellos", dice Pérez. Y la realidad no muestra eso.

EL NUEVO ESCENARIO
¿Qué hacer? Filtrar la información y entregarla según la etapa de desarrollo del niño y las dudas o temores que presente frente a determinados temas, indica la siquiatra de Sopnia Carola Alvarez. Lo que Juan Pablo Westphal llama "proteger la psiquis de los niños": prevenir y educar ante nuevos riesgos y amenazas, pero cuidando la información que se entrega por el grado de angustia y/o ansiedad que se puede  transmitir como adulto.

Para aliviar la ansiedad que provoca el temor, la fórmula es la cercanía y confianza de las figuras de apego que ayudan a comprender los sentimientos y estimulan su reconocimiento. "A veces los adultos tendemos a generar más presión y exigencia en los niños, privándoles de figuras contenedoras que los ayuden y acompañen a enfrentar las dificultades, o tendemos a sobreprotegerlos y enfrentamos los problemas por ellos, privándolos de probar y medir sus capacidades para resolverlos", explica Ladislao Lira. Padres que ofrecen seguridad a sus hijos estimulan el desarrollo de confianza básica en ellos, que es la seguridad de contar con apoyo ante las dificultades.

FICHA TECNICA
Los nuevos miedos infantiles
Centro de Estudios de Opinión Ciudadana, de la U. de Talca.
Autores: Medardo Aguirre, Marcela Castro y Bárbara Veloso.
Muestra: 484 encuestados
Disponible en www.ceoc.cl