El sicólogo de la Universidad de Standford, Philip G. Zimbardo, autor del ensayo "Eres tú tímido?", publicado en la revista Psychology Today, describe un fenómeno asombroso: el 20% de los niños nace con una predisposición a la timidez, pero entre los adultos la cifra de gente retraída llega al 50%.

La pregunta clave para este profesional es evidente: ¿De dónde salen, entonces, todos estos adultos tímidos? Las últimas investigaciones apuntan a que el medioambiente y la crianza constituyen el factor más relevante.

POR HERENCIA
Hace algunos años, un estudio de la Universidad de Harvard, realizado por el sicólogo Jerome Kagan, fue determinante para respaldar la tesis de que la timidez tiene un fuerte factor hereditario. A través de un seguimiento de 400 guaguas de cuatro meses lograron identificar un porcentaje de niños que nacían con un temperamento que los inclinaba hacia la timidez. La cifra bordeó el 30%, un poco mayor a la encontrada por Zimbardo.

Las primeras señales que alertaron a los investigadores surgieron del tipo de respuestas que demostraban estos niños a los estímulos. Ellos solían reaccionar con angustia y llanto ante caras u objetos desconocidos. Estudios con imágenes cerebrales revelaron que estos niños tenían el sistema nervioso simpático (que regula la respuesta del cerebro ante el miedo) más fácilmente excitable. Coincidentemente, todos estos pequeños tenían padres o abuelos tímidos.

EL PESO DE LA CRIANZA
¿Están destinados a convertirse en adultos tímidos todos los niños que nacen con una predisposición de carácter? Los investigadores sostienen que no. Así como la crianza es capaz de convertirlos en personas desenvueltas, una inadecuada relación con los padres puede empujar hacia la timidez a niños que no portan la herencia. Y ello explicaría el alza sostenida de las cifras de tímidos a medida que transcurren los años.

Los sicólogos sostienen que el factor más relevante en el combate a este rasgo de carácter es el lazo afectivo con los papás en los primeros años de vida. Los niños sobreprotegidos y de baja autoestima tendrán mayor posibilidad de crecer ansiosos y tímidos.

Un estudio de Zimbardo, a través de diferentes culturas, entrega luces sobre el enorme peso de la educación. Según éste, los japoneses son la nacionalidad que confiesa mayor nivel de timidez (un 60%) y los israelíes, los de más baja tasa (30%).

Con estas cifras en mano, el sicólogo estadounidense investigó la forma en que los padres premiaban y culpaban a sus hijos en estos dos países. Las preguntas fueron: Cuando un niño intenta algo, pero falla, ¿a quién se responsabiliza? Y cuando un niño logra un éxito, ¿quién obtiene el crédito?

Las diferencias fueron elocuentes: En Japón, los éxitos infantiles eran atribuidos por los padres a sí mismos, mientras que la responsabilidad del fracaso era, exclusivamente, del niño. Como resultado, son chicos con una marcada tendencia a ser más modestos, silenciosos y poco llamativos.

En Israel, en cambio, es todo lo contrario. Zimbardo lo ejemplifica: si un niño intenta elevar un volantín, será siempre premiado. Si lo logra, se le felicita, pero si no lo encumbra, los padres culparán al viento. Una educación que, según el sicólogo, estimula tomar riesgos.

LA TIMIDEZ ENCUBIERTA
La mayoría de la gente tímida esconde su condición, y es muy difícil que los demás se percaten de ello.

Según los investigadores, entre el 80% y 85% de  los retraídos pueden ser catalogados como  "tímidos extravertidos". Aparecen fríos y calmados, sociables y seguros de sí mismos, pero internamente sufren enormes inseguridades. Neurobiológicamente, se ha demostrado que al menos tres zonas del cerebro -que administran el miedo y la ansiedad- son las responsables de las reacciones físicas de los tímidos: sudoración, pulso acelerado y "mariposas en el estómago". También son incapaces de pensar con claridad ante la presencia de otros. "Viven atrapados entre dos sentimientos: ser invisibles e insignificantes para los demás, o ser visibles pero despreciados por los demás", concluye Zimbardo.