¿Cuánto paga usted por la cuenta de la luz? A un teatro le cuesta al menos $ 500.000 mensuales. Sume a eso otros gastos básicos, como agua, teléfono, aseo, sueldos del personal de la sala, calefacción, arriendo o contribuciones. La suma da por lo bajo más de $ 3 millones al mes. Pero puede subir hasta cerca de $ 7 millones. ¿Cómo se las arreglan los teatros para pagar sus gastos fijos?

Para muchos, la respuesta natural sería: las entradas. Pero no es así. ¿Por qué? Primero, obviamente los teatros no se quedan con todo lo que cobran por ver una obra, porque una parte es para la compañía. ¿Cuánto? Depende. Puede ser 30%, 40% o 50% para el teatro. Pero lo que se consigue con eso ni en el escenario ideal alcanza a financiarlo.

Pongámosnos en el mejor de los casos. A la obra le va estupendo, se llena la sala cada función toda la temporada. El Teatro La Memoria vivió algo así con Casa de muñecas el 2011. Un clásico de Henrik Ibsen dirigido por Alfredo Castro. Tras dos meses a tablero vuelto, la obra le aportó al teatro $ 3 millones. Lo que no alcanza a financiar ni un mes de los gastos fijos de la sala, los que hoy cuestan $ 4.500.000 aproximadamente.

Si los teatros no se sostienen con las obras, ni siquiera cuando son exitosas, ¿cómo lo hacen para funcionar? Algunos centros culturales reciben recursos directos del Estado, como GAM y Matucana 100. Los teatros universitarios son, en gran parte, financiados por las instituciones que los albergan. Por ejemplo, de los $ 216 millones que el Teatro Nacional Chileno pagó en gastos fijos el año pasado, sólo el 20% vino de la recaudación de boletería. El 80% restante fue financiado por la U. de Chile. Pero los teatros independientes están en el desamparo.

En ese escenario, las salas independientes han encontrado distintas formas de financiarse. Casi todas ellas lejanas a las obras. Están las que arriendan su sala, como hace el Ictus; las que venden funciones a empresas, como el Teatro de la Palabra; las que viven de capacitaciones y talleres, como el Teatro Camino; las que instalan cafeterías, como el Espacio Ladrón de Bicicletas; las que arriendan salas de ensayo, como La Casa Rodante, y las que casi son completamente financiadas por sus dueños, como el Taller Siglo XX Yolanda Hurtado.

Aunque es historia antigua, la situación se visibilizó recién en abril del año pasado, cuando el Teatro del Puente anunció que cerraría. ¿El motivo? Las entradas no dan, la empresa privada no invierte y los fondos concursables no permiten proyectarse. El Teatro La Memoria se unió  al reclamo y también informó su cierre. Otros espacios se sumaron, como el Ictus y el Teatro Camino, propiedad de Héctor Noguera. "Los teatros que tenemos  trayectoria deberíamos tener un aporte del Estado para los gastos básicos, podríamos respirar con más tranquilidad, porque la gente que debería dedicarse al teatro está en otras cosas, como capacitaciones", decía entonces Noguera.

Las declaraciones produjeron acciones. Las más concretas: la Municipalidad de Santiago y el Consejo de la Cultura apoyaron al Teatro del Puente e impidieron su cierre. Se conformó la Red de Salas "para que nos organicemos, pensemos, busquemos alternativas y le demos visibilidad a lo que hacemos", decía entonces Freddy Araya, presidente de la red.  Y el Consejo de la Cultura abrió un fondo de ventanilla abierta para apoyo a organizaciones culturales que benefició al Teatro La Memoria con más de $ 41 millones, al Teatro del Puente con más de $ 46 millones, a la nueva sala Teatrocinema con más de $ 48 millones y al Anfiteatro Bellas Artes Viajeinmóvil con más de $ 49 millones.

Entonces vino el cambio de gobierno y las primeras palabras oficiales salieron de boca de la ministra Claudia Barattini en una entrevista publicada en El Mercurio. "Las salas de teatro no se sostienen hoy día con la taquilla, ni siquiera cuando logran llenarlas con títulos exitosos. Yo acojo la demanda del maestro Noguera", dijo. ¿Cómo? Por ahora no hay nada claro. Hace  más de 10 días la ministra fue consultada por La Tercera  sobre la forma en que esto se llevaría a la práctica, a quiénes beneficiaría, cuándo se haría y con cuántos recursos. Pero hasta ahora no ha habido respuesta. El Consejo de la Cultura tampoco ha aclarado si el fondo especialmente creado el año pasado  se volverá a abrir.

Pero el silencio de Barattini no ha sido total. Después de las declaraciones, la ministra se juntó con Héctor Noguera. "Tuvimos un encuentro con la ministra, pero fue una conversación general, ella tenía ganas de conocer a la gente. Vimos lo mismo que se aprecia en la entrevista, de que tiene un enorme conocimiento de cuáles son los problemas, no hay que explicarle mucho las cosas. Queda la acción de ella de ver cómo se aterriza, por dónde se empieza", cuenta el actor y director.

Alfredo Castro tiene una postura clara sobre la forma en que debería resolverse. "Lo que estamos planteando es que se nos concedan recursos, porque históricamente somos un bien cultural. Tenemos la contribución de nuestra creación y la de nuestros espacios, ambos requieren de un Estado poderoso que diga 'ustedes han entregado una vida entera al servicio de este país'. Nuestra demanda es subvención permanente no concursable, en el sentido de sin competencia, pero sí presentando un proyecto".

Noguera ya trabaja en una propuesta para entregar al consejo. Para elaborarla se está basando en la experiencia de su teatro y, al mismo tiempo, averigua sobre la forma en que se resuelve este tema en otros países. Porque el mundo no funciona como Chile. En Argentina, por ejemplo, la visión es otra. La fecunda y abundante red de salas de teatro porteña es subsidiada tanto por el Estado como por el gobierno de la ciudad. El subsidio es la piedra fundamental del Instituto Nacional del Teatro que, entre otros objetivos, busca estimular la conservación y creación de espacios teatrales a lo largo del país. A la vez, Proteatro entrega subsidios a salas, grupos teatrales y proyectos especiales en Buenos Aires. Las salas pueden postular para no pagar impuestos y recibir recursos  para gastos de infraestructura, equipamiento o funcionamiento. La forma en que se hará en Chile aún está por verse.