A unos 30 kilómetros de Vladikavkaz, capital de la región rusa de Osetia del Norte, se encuentra la ciudad de Beslán, cuyos habitantes conmemorarán el trágico ataque que sufrió una de sus escuelas hace exactamente 10 años. Aquel asalto, perpetrado por un grupo de separatistas chechenos entre los días 1 y 3 de septiembre de 2004, segó la vida de al menos 331 personas, incluidos 186 niños. "Los invitados llegan. Primero van al cementerio, al memorial Ciudad de Angeles, donde los niños están enterrados. Luego van al gimnasio, donde tuvo lugar el ataque terrorista", comentó el año pasado al diario británico The Telegraph, Amina, una de las jóvenes sobrevivientes. Ambos sitios mantienen vivo el recuerdo de la tragedia que aún enluta a Beslán.
El asalto comenzó la mañana del 1 de septiembre, cuando un grupo de 30 hombres y dos mujeres, armados con ametralladoras y cinturones explosivos, ingresó disparando a la Escuela Número Uno cuando padres, alumnos y profesores se aprestaban a celebrar el primer día de clases. Las cerca de 1.200 personas que no lograron huir tras el caos inicial fueron confinadas en el antiguo gimnasio del establecimiento, cuyos arcos de básquetbol fueron blindados con explosivos. El plan inicial de los secuestradores -identificados luego como separatistas chechenos- era mantener a los rehenes en su poder como moneda de cambio para lograr, principalmente, que Rusia retirara sus tropas de Chechenia. Hubo ofertas, pero fueron rechazadas por el grupo.
Al día siguiente fue liberado un grupo de rehenes. Para el resto -alineados en las paredes semividriadas del gimnasio- la tensa espera continuaría sin alimentos, agua o medicamentos; así lo habían decidido sus captores. El calor al interior era tal que incluso algunos niños fueron forzados a beber su propia orina para rehidratarse, según recuerda la cadena estadounidense CNN.
Cerca de las 13 horas del tercer día, hubo dos grandes explosiones en el recinto deportivo, a las que siguieron disparos. Aún no está claro si fueron los separatistas quienes activaron las cargas o si una de ellas cayó al suelo por accidente. "No recuerdo mucho, mi mamá y mi tía me cubrieron (de la explosión). Todo el mundo comenzó a correr, pero los terroristas trataron de detenernos. Creímos que era el final", dijo este año a CNN Borik Rubayev, quien entonces quedó huérfano. Con ahora 16 años, el joven rememora que se escondió en algún lugar. Luego, en un inesperado acto de humanidad y en medio de la carnicería, "uno de los terroristas -creo que lo era- me dio comida y agua. Después, los servicios de emergencia llegaron y me trasladaron al hospital en auto".
"Cuando salí, la gente que me rodeaba estaba herida. Podríamos haberlos ayudado. Pero sólo salimos; eso era lo único que estaba en nuestra mente", comentó a su vez y con voz temblorosa a The Telegraph, Fariza, compañera de clases de Amina.
Tras la detonación las fuerzas rusas irrumpieron en el edificio, comenzando así una trifulca y persecución por toda la escuela. Durante la batalla y mientras los rehenes corrían por sus vidas, explotaron otras bombas caseras de los separatistas. El techo del gimnasio colapsó y el edificio comenzó a arder con cautivos aún en su interior. De los secuestradores sólo sobrevivió uno, que fue capturado cuando se hacía pasar por un herido. En 2006, el checheno Nurpasha Kulayev, que al momento del ataque tenía 24 años, fue condenado a cadena perpetua.
Investigaciones posteriores exculparon el actuar de las fuerzas rusas. Pero algunos padres aún tienen dudas sobre lo que realmente sucedió. Margarita Tuaeva, cuyos hijos sobrevivieron, dijo a CNN que sospecha que las fuerzas rusas "empezaron (a disparar) porque no podían salir de esta situación de ninguna otra manera. No querían negociar. Sin la orden de (Vladimir) Putin (Presidente ruso), aquello no podría haber sucedido".
El columnista del diario The Moscow Times, Ivan Sukhov, sostiene que Rusia, hoy, se ha olvidado de Beslán. "No sólo porque la atención del país se centra en Ucrania y la actual confrontación con Occidente, sino porque Beslán -a pesar de las millones de lágrimas sinceras derramadas en todo el país el 3 de septiembre de 2004- sigue siendo, por desgracia, lejana y desconocida para la mayoría de los rusos… (con la crisis ucraniana), el Cáucaso, con todos sus difíciles problemas, ha sido relegado a un segundo plano. Pero los procesos destructivos de ahí no se han detenido y pasarán una vez más a primer plano, cuando la situación en Ucrania se resuelva finalmente", concluyó.