Distribuidos en uno de los salones del CEO (Centro de Entrenamiento Olímpico), más de 50 taekwondistas masculinos y femeninos de diversas categorías de peso se mueven, como esgrimistas de piernas, atacando sus rivales con patadas en pectorales y cascos. Entre ellos está Ignacio Morales, pateando equilibrado en una sola pierna, como si fuera uno entre muchos otros.
Pero no lo es. Y antes de la sesión sonaron los aplausos que lo comprobaron, cuando el entrenador de la selección chilena, Luis Fredes, destacó la clasificación de Morales a la categoría de hasta 68 kilogramos de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Un sueño cumplido para el joven del Team Chile, quien se tatuó en un brazo la frase “Sueño Olímpico”, en coreano, antes de asegurar su cupo.
Y para llegar al certamen carioca con fuerza máxima, Nacho entrena cinco días a la semana. Todos ellos con sesiones de preparación física en el CAR (Centro de Alto Rendimiento), de dos horas cada una, donde turna pesas con patadas bajas a un escudo o altas a una paleta, alcanzando 1,80 metros o más con la pierna extendida hacia arriba. Y también levanta pesas para luego descargar sus puños en una colchoneta.
Allí lo supervisa Juan Carlos Aguayo, cinturón negro de quinto dan que ejerce como su entrenador y preparador físico. Para el desarrollo del taekwondista, Aguayo plantea que “se trabaja toda la musculatura, pero en general se desarrolla más las piernas. Y la parte abdominal, para aguantar impactos de patadas y dar mejor estabilización. Además, los brazos son importantes para aguantar o frenar ataques”.
“Todo eso influye en la técnica: en la forma correcta de patear, la capacidad de realizar golpes altos, en la manera de pegar con puños, y otras cosas”, concluye.
Ignacio también va tres veces por semana -dos horas cada vez- a la academia Rott Tkd, en Maipú. Allí entrena tácticas y técnicas con Aguayo, simulando situaciones ante adversarios de varios tamaños, como algunos de menos de 54 kilos o más de 80.
Su instructor plantea que eso es importante para la táctica, porque “con alguien de menor peso, puede trabajar la distancia corta o media, ya que el más chico suele ser más rápido. Y con aquellos de mayor peso, trabaja la fuerza”.
Y además del recinto maipucino, asiste una o dos veces por semana al CEO para combates supervisados por Fredes. El entrenador de la Selección, también quinto dan, explica que “se realizan entre nueve y 12 rounds de dos minutos, con distintos rivales, que pueden ser de otra categoría. En algunos se ponen limitaciones, como patear sólo con el empeine de una pierna, y en otros no. Se busca fortalecer aspectos como leer el tiempo de ataque del rival o ‘disfrazar’ la pierna, para no revelar cuándo patearé”.
El entrenamiento también apunta a mejoras específicas, y en el caso de Morales, Fredes plantea que “se busca potenciar su patada alta y velocidad, porque es muy flexible y busca golpear el casco”.
Ignacio concuerda con el maestro, y destaca que su fuerte “es la flexibilidad y agilidad. Mientras muchos patean abajo, ganando un punto, yo quiero pegar en el casco, con lo cual gano tres”. Sin embargo, reconoce que le gustaría mejorar “mis bloqueos con los brazos, mi fuerza y resistencia”. Por eso se le nota cuidadoso en levantar la guardia, y cuenta que algunos entrenamientos son tan intensos que patea sin parar por dos minutos y descansa por sólo algunos segundos, antes de volver. Al final del entrenamiento, el dobok (uniforme de combate) que viste bajo las protecciones termina empapado en sudor.
Morales también se ve fuerte mentalmente, aunque reconoce que en el taekwondo deportivo no hay tanta referencia a los aspectos filosóficos del arte marcial. Pero cree en el peso de sus valores.
“Mi disciplina tiene cinco principios: cortesía, integridad, perseverancia, autocontrol y espíritu indómito. Se practican en el día a día siendo respetuoso, viviéndolos. Con ellos me siento más aguerrido”, explica Nacho, quien considera el peso de su actitud para sus principales torneos antes de su primera cita olímpica.
Como muchos deportistas, también es un asiduo viajero. Pasa unos cuatro meses al año fuera del país. “Afuera, además de competencias, hago concentraciones. Por ejemplo, ir a México por un mes o a Quito, donde la altura es muy elevada”, cuenta. Y ahora, le quedan importantes viajes a los Abiertos de España y Alemania, en abril, y especialmente al Panamericano específico de Monterrey, en julio. “Muchos piensan en la posibilidad de lesionarse, pero yo pienso en el oro”, enfatiza.
Cuando clasificó a la cita de los anillos, lo hizo con sangre y una fractura en la nariz. Y con esa perseverancia y espíritu indómito se prepara Ignacio Morales, para el certamen con el cual tanto soñó.