Nubes y lluvia hubo en las primeras jornadas de la 66ª versión del Festival de Locarno, el segundo más antiguo del mundo. Eso sí, ayer, en el cuarto día, el sol golpeó fuerte en esta localidad suiza rodeada por los Alpes y el Lago Mayor. Y una sala de cine, ya se sabe, sirve para capear el calor. Pero también para fines menos pedestres, como por ejemplo dar el arranque a la presencia chilena en uno de los certámenes más prestigiosos del circuito.

En la sala 3 del multicine Rialto, pasadas las 15 horas, se proyectó la primera de las siete películas de la sección Carte Blanche, dedicada a filmes en posproducción y consagrada este año a Chile. Ante la mirada de un jurado que entregará un premio en dinero, así como la de agentes de venta, distribuidores y programadores de festivales, el productor de El hijo pródigo, Pablo Sáez, mostró una versión no definitiva de la ópera prima de Carlos Araya.

Este filme sobre un médico cuyo hijo menor deja la casa, lo que genera en él una obsesión acumulativa conocida como el síndrome de Diógenes, es uno de los 31 que respondieron a la convocatoria de CinemaChile, el organismo dedicado a promocionar el cine chileno en el mundo, y de Australab, el laboratorio de proyectos del Festival de Valdivia. Un primer corte dejó nueve en carrera, que se pusieron a disposición de la organización de Locarno, que a su vez seleccionó las siete que se mostrarán hasta mañana. De éstas, hay cuatro debuts en el largo: la ya señalada; R. Lorena, de Isidora Marras; Raúl, de Matías Venables, y El vals de los inútiles, de Edison Cajas. A ellas se suman Volantín cortao, de Aníbal Jofré y Diego Ayala; Surire, el nuevo documental de Bettina Perut e Iván Osnovikoff, y Matar a un hombre, el tercer largometraje de Alejandro Fernández.

El último de los mencionados, que se apresta a estrenar Sentados frente al fuego, destaca la variedad de propuestas presentes en este abanico: "Hace un par de años que Chile viene acaparando la atención en los festivales, y creo que eso tiene que ver básicamente con la diversidad de proyectos". Otro tanto plantea Nadia Dresti, encargada internacional del certamen suizo, para quien "hace cinco años no había en Chile la variedad y calidad de películas para tener una experiencia como esta. Ahora sí".

En la piazza

Locarno no tiene, propiamente, un Mercado del Cine como lo hay en Cannes o en Berlín. Pero potenciales compradores hay en cantidades y todos convergen en los "Días de la Industria". Este año, los Industry Days se abrieron el viernes con una fiesta en el Hotel Lido Ascona, cuyo coorganizador fue precisamente CinemaChile. "Acá hay unas 800 personas", comentaba Dresti, mientras la música dance apena permitía escucharla. "Y todos están hablando de las películas chilenas". Un parecer semejante tiene por su parte Carlo Chatrian, el nuevo director artístico de Locarno: "Creo que el cine chileno es uno de los más prometedores de la actualidad. Y no soy el único que lo piensa".

Destaca Chatrian, yendo más allá de Carte Blanche, la presencia del productor Juan de Dios Larraín como miembro del jurado de la Competencia Internacional. Y, asociado a esta comparecencia, la exhibición de Gloria en la Piazza Grande de Locarno, cuyas ocho mil butacas lo convierten en el mayor cine europeo al aire libre. Allí estuvo No el año pasado y ahí estará el próximo martes la cinta de Sebastián Lelio, acompañada por su director y por Paulina García, su protagonista.

"Piazza Grande te da mucha visibilidad, porque estás en la proyección más masiva del mundo", comenta Larraín cuando le preguntan si acaso el camino a las estatuillas, en el caso de Gloria, tiene una detención en Locarno. "Y la carrera inicial del Oscar se trata de eso, de tener visibilidad".

A lo mencionado cabría agregar la presencia, fuera de concurso, del cortometraje Andes, de Cristóbal León y Joaquín Cociña. Y también los proyectos que buscan apoyo, como La voz en off, de Cristián Jiménez; Parábola del Cristo ciego, de Christopher Murray, y Groenlandia, de José Luis Torres Leiva. De que las cosas se mueven, se mueven.