Con el pelo suelto y rizado, menos desnutrida, con su maquillaje que ya es marca registrada y lágrimas en los ojos, Amy Winehouse volvió a la realidad de Londres, después de un retiro de más de siete meses en la isla de Santa Lucía.

Ya fuera por la emoción de reencontrarse con sus asistentes o porque cambió las playas de arena blanca por el asfalto, la artista no pudo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas mientras abandonaba el aeropuerto. A pesar de esta reacción, su representante aseguró que estaba contenta de volver: "Está feliz de estar de vuelta y no puede esperar para encontrarse con su familia y amigos", aseguró.

Y es que Winehouse ha dejado atrás los resort de la isla caribeña para, supuestamente, meterse de lleno de nuevo en la rutina del trabajo.

Durante su estadía en Santa Lucía, la cantante habría intentado recuperarse de sus adicciones y encontrar la inspiración para sus nuevos temas, una batalla que sin embargo no parece haber dado demasiados frutos. Sus padres se confesaron preocupados por el tipo de vida que llevaba en la isla y es que, aunque parecía al principio que se estaba rehabilitando, dijeron que bebía mucho y seguía llevando una vida desordenada. Incluso las autoridades de la zona se quejaron en varias ocasiones de su comportamiento, le prohibieron el acceso a algunos lugares y se decía que muchos hoteles la tenían vetada.

Se dice que su discográfica se ha cansado de esperar sus nuevos temas (han pasado tres años desde su anterior trabajo) y que no han aceptado los que compuso durante este retiro, ya que son de un estilo reggae, muy alejado de la línea de su música anterior. Por lo pronto, esta misma semana tendrá que hacer una visita al juzgado, donde comparecerá por cargos de agresión a una fan.