La Sinfonía de los salmos, de Igor Stravinsky; La Pasión, de Franz Joseph Haydn, y el Concierto para piano n° 4, de Ludwig van Beethoven. Tres piezas trascendentales para la carrera de sus autores y, por extensión, para la historia de la música, atendidas las innovaciones que cada una significó para su época. Escucharlas en vivo es un privilegio, una experiencia conjunta que se hará realidad el próximo viernes 28 de noviembre a las 19.30 hrs., gracias a la Orquesta Sinfónica de Chile, dirigida por el maestro ruso Leonid Grin, junto al Coro Sinfónico de la Universidad de Chile.

El recientemente inaugurado Teatro del Centro de las Artes 660, ubicado en Rosario Norte 660 (Las Condes), acogerá esta actividad que tiene a su cargo la Fundación CorpArtes. Con entradas desde 4 mil pesos que se adquieren en el sitio daleticket.com, la recaudación irá en beneficio del Colegio El Golf, institución que entrega desde 1990 educación especializada a niñas con necesidades educativas especiales.

Considerado uno de los más perfectos conciertos jamás escritos para un solista, la mencionada obra de Beethoven estará a cargo del destacado pianista letón Armands Abols, para quien las piezas del compositor alemán son "una piedra angular para todo pianista". Escrito entre 1805 y 1806, el Concierto para piano n° 4 se caracteriza por un "extraño diálogo entre la orquesta y el pianista en un comienzo", dice Abols. Cada uno parece ir en distintos rumbo -"la orquesta se oye severa, el piano muy poético"-, tras lo cual va finalmente conformándose una "interacción bien especial", agrega el pianista.

Tan alabada como ineludible es la Sinfonía de los salmos, de Igor Stravinsky. Compuesta en 1930, marca un regreso a la religión dentro del llamado período neoclásico del autor ruso de La consagración de la primavera. Esta sinfonía coral cautivó en su minuto, al quebrar en parte la estructura tradicional de los coros omitiendo en la orquesta violines, violas y clarinete, y sumando arpa, timbales un gran tambor y dos pianos. Además, osado para la época fue la elección del maestro ruso de usar los salmos 38, 39 y 150 en latín, extraídos de la Vulgata. Una opción que le valió acusaciones de antisemitismo.

Finalmente, la presencia de la Sinfonía nº 49, de Haydn (conocida como La Pasión) viene a coronar una trilogía de piezas cargadas, además, de fuertes toques melancólicos. Compuesta en 1792, en su período londinense, esta obra del músico austriaco llamó la atención por la gran "sorpresa" que guarda su segundo movimiento: tras una placentera melodía que parece apagarse, de pronto un fuerte acorde busca despertar al oyente. Algo totalmente vanguardista para su época.