En uno de los últimos procesos judiciales por crímenes de guerra durante el nazismo, la justicia alemana condenó hoy a cadena perpetua a Josef Scheungraber, responsable de una masacre cometida por militares alemanes contra civiles en Italia, hace 65 años.
En el atroz crimen, perpetrado en junio de 1944 en la localidad de Falzano di Cortonase, en la Toscana, fueron asesinados 14 civiles, cuatro de ellos a tiros por la espalda, y los otros diez en el interior de una casa dinamitada.
Los autores del crimen de guerra, está comprobado, fueron integrantes de los zapadores de montaña del batallón 818 del Ejército alemán, que de esta manera querían vengar a dos militares que murieron en una emboscada de partisanos de la resistencia contra la ocupación germana.
La Audiencia de Múnich estimó esta mañana que el entonces teniente Scheungraber, que era el jefe de aquella compañía y hoy tiene 90 años, dio la orden y es con ello culpable de asesinato múltiple. El juez consideró probado que el anciano fue responsable de la muerte de al menos 10 de esos civiles.
El fallo fue recibido con aplausos por los presentes en la sala. La Fiscalía de Múnich pedía cadena perpetua; la defensa, por el contrario, su absolución.
Scheungraber escuchó la condena con tranquilidad y como durante todo el proceso, volvió a negar las acusaciones.
Se trata de la segunda condena que recibe. El tribunal militar de la ciudad italiana de La Spezia dictaminó en septiembre de 2006 que su responsabilidad en aquellos hechos estaba fehacientemente comprobada y lo condenó en ausencia a cadena perpetua. La Justicia alemana no extraditó al condenado, por ser ciudadano alemán, y decidió abrir una investigación propia.
SIN TESTIGOS
El de Múnich fue un juicio complicado. Apenas quedan supervivientes entre los testigos que vivieron los hechos hace 65 años. El tribunal debió recurrir sobre todo a documentos históricos, documentos en papel, y a los informes de peritos.
El juicio se prolongó durante 11 meses. El acusado sólo podía asistir pocas horas a las sesiones, que se interrumpían cada vez que el nonagenario tenía problemas con sus audífonos. Además, el estado de salud del acusado obligó a numerosos aplazamientos.
El jubilado no habló en todo el juicio pues se llamó a silencio. Hasta al final, cuando sí hizo uso de la palabra, para expresar su indignación. "A mí, justamente a mí, que me sacrifiqué tantos años por la así llamada patria, me hacen un juicio, a mis casi 91 años", declaró. "Es algo que no le deseo a nadie", añadió.
Scheungraber vivió después de la guerra en la localidad bávara de Ottobrunn, donde llevó una vida de ciudadano respetado. Fue dueño de una carpintería, con muchos empleados, y durante 20 años integró la cámara parlamentaria del municipio. Fue condecorado con una medalla de honor local y fue comandante honorífico de los bomberos voluntarios.