Son las cinco de la mañana y Víctor Luna (63) se prepara para su primer recorrido del día. Enciende el motor del bus y mientras este se calienta, prepara los letreros de ruta, revisa las planillas y se asegura de que todo funcione. Recuerda que hace 20 años siempre salía a trabajar con las manos manchadas de grasa, porque debía revisar el agua y el aceite de las micros amarillas, además de abrir la tapa del motor, para ver si había algún desperfecto. Ya con todo listo, Víctor comienza su viaje.
En 2007, el transporte en la capital cambió en 180 grados con la implementación del Transantiago: las nuevas máquinas, nuevos recorridos y un nuevo método de cobro trastocaron el diario vivir de los santiaguinos. Los choferes también debieron adaptarse a un sistema que se aventuraba mejor laboralmente.
Sin embargo, en las últimas semanas los conductores se han hecho oír criticando las malas condiciones a las que se enfrentan y amenazando con una gran paralización, especialmente tras el acto de Marco Cuadra, quien se quemó a lo bonzo por una disputa laboral con Redbus, la empresa en la que trabajaba.
Ayer, Cuadra de 48 años murió tras agonizar 25 días en la Unidad de Quemados de la ex Posta Central. El gobierno lamentó la muerte y reiteró la voluntad de trabajar en una mesa técnica que instaló con los operadores y dirigentes de los conductores para mejorar las condiciones laborales del sector.
Pero esto no es lo único que provoca tensión. Los violentos desmanes tras el partido de Chile frente a España que dejaron a 41 operarios heridos. "Las demandas de los trabajadores, los problemas de jornada laboral, de condiciones de trabajo y de seguridad y la persecución sindical que viven algunos, no son consideradas", dice Ricardo Maldonado, presidente de la Confederación Nacional Unitaria de Trabajadores del Transporte (Conutt).
El Ministerio de Transportes asegura que en la actualidad existen 17.168 conductores repartidos en siete empresas. Dado que cerca de un 85% de ellos provienen de las micros amarillas, fuentes ligadas al sector advierten que el sistema está mayoritariamente envejecido lo que genera gran ausentismo por licencias médicas (cercano al 10%). De hecho, según las mismas fuentes, faltarían dos mil conductores para que el sistema pueda funcionar de manera óptima.
Antiguamente, los choferes se caracterizaban por estar constantemente compitiendo entre ellos para captar más usuarios. Se les imponía por el mínimo y gran parte de su sueldo provenía de las comisiones por boleto cortado. "En las amarillas ganábamos mucho más que ahora, como $ 600 mil, pero perdíamos en cuanto a las imposiciones. Todavía veo compañeros del sistema antiguo que aun no son capaces de comprar una casa", comenta el conductor Jorge Parra. Actualmente los sueldos van desde los 500 mil pesos hasta un millón, dependiendo del número de horas extras.
Otro de los problemas de las micros amarillas era el manejo de dinero que los convertía en constantes víctimas de asalto. Sin embargo, según Parra, esto no ha cambiado mucho: "ahora nos siguen asaltando, sólo que nos roban nuestros objetos personales".
Con la llegada del Transantiago, los choferes fueron capacitados tanto para aprender los aspectos técnicos de las nuevas máquinas como en su relación con el pasajero, lo que fue aplaudido por los choferes. "Estábamos estigmatizados, nos decían que no teníamos estudios", dice Luna. Pero la relación no ha mejorado del todo. Uno de los reclamos permanente de los usuarios es sobre la conducta del chofer, llegando a las 6.367 quejas en 2013. "Conducir un vehículo de transporte público es un trabajo que está expuesto a altos niveles de estrés. El chofer es más proclive a situaciones de conflicto y se vuelve una persona más irritable, persona que reacciona de manera más agresiva o violenta ante cualquier diferencia que exista con los pasajeros", comenta Héctor Madrid, psicólogo laboral de la UC.
La doctora Elisa Ansoleaga, especialista en salud pública de la U. Diego Portales, explica que "el chofer del Transantiago es la cara visible de un sistema que a la gente le genera mucho malestar en su vida cotidiana y por lo tanto es contra él que se descargan". Esto quedó de manifiesto con los desmanes producidos tras el triunfo de Chile: 41 choferes heridos, algunos acuchillados, otros secuestrados y más de 500 máquinas dañadas.
Víctor Barrueto, director ejecutivo de la Asociación de Concesionarios de Transporte Urbano de Superficie (Actus), explica que "en los últimos dos años, desde los nuevos contratos, el nivel de exigencia en los indicadores con los que se controla a los buses ha puesto una presión extra por parte de las empresas". Estos, según Barrueto, son el control de los tiempos de viaje y la frecuencia del servicio, entre otros.
Pero la tensión también se vive en los momentos de descanso, ya que en muchos casos los lugares donde los choferes aguardan los turnos están en medio de la calle. Y sin baños. "Hay que darle cierto espacio de recuperación de lo que significa una jornada manejando un bus. Deberían tener períodos de descanso para recuperarse sicológica y físicamente", agrega Madrid.