TODO lo necesario, además del cuerpo, viene dentro de un sobre: no son más que veinte páginas de un texto que pocos han leído. Desconocen si es un drama, una comedia o tragedia. Y es que un dramaturgo que da indicaciones para interpretar alguna de sus obras es también, hasta cierto punto, director de su propio trabajo. Pero cuando el mismo autor se ha encargado de suprimir lecturas, ensayos y hasta la mismísima dirección, le ha tendido una trampa a quienes se atrevan a seguirle el juego.
Todo aquello que a un actor le enseñan a golpe de regla y como principio fundamental del oficio en su paso por la escuela de teatro, como la memorización y repetición de un texto, su rol de investigador y la rigurosidad en los ensayos, parece obsoleto en Conejo blanco, conejo rojo, la obra con que el dramaturgo iraní Nassim Soleimanpour (1981) se dará a conocer en Chile a partir del 22 de marzo, en la sala Matta del CA660. Tras su doble estreno en los festivales de Edimburgo y Summerworks en 2011, su propuesta ha cosechado una curiosa y fuerte repercusión, tanto como sus primeras indicaciones: "No googlees esta obra. Prepárate para personificar a 'xxx'. Una vez que hayas comenzado, debes terminar sin importar lo que suceda".
Traducido a 25 idiomas y estrenado en Nueva York, Londres y otras ciudades, su texto -"un verdadero experimento teatral", según The New York Times- ya fue tomado por actores como Whoopi Goldberg, Nathan Lane, Alan Cumming y Patrick Wilson. La versión local, en tanto, coproducida por CorpArtes y The Cow Company, ya suma doce primeros intérpretes, quienes saldrán al escenario cada miércoles a las 20 horas: Alfredo Castro, Paz Bascuñán, Néstor Cantillana, Héctor Noguera, Tamara Acosta, Daniel Alcaíno, Antonia Zegers, Ariel Levy, Gabriel Cañas, Francisco Melo, Claudia Di Girólamo e Ignacia Allamand, quien propuso importar la obra a Chile a la productora detrás de éxitos como Sunset Limited y Closer.
Quien acepte el desafío no tendrá en sus manos la obra sino hasta el momento en que suba al escenario. Tampoco podrá volver a interpretarla ni hablar sobre ella. Lo único que se sabe es que Soleimanpour ha propuesto poner junto a los actores una escalera, una silla, una mesa con dos vasos de agua y, desde luego, el sobre sellado. Conejo blanco, conejo rojo, cuenta el autor, la escribió en 2010, cuando no le era permitido salir de su país por negarse a hacer el servicio militar. "Los hombres mayores de 18 años están obligados a servir y yo no era una excepción. Esta situación 'única', a mi parecer, es la que origina la idea principal de esta obra. Fue una forma de exigir mi libertad", dice desde Berlín, donde hoy vive.
La obra no será la misma cada noche, a pesar de mantener el título. "Este texto desafía el principio del teatro, que es la repetición", dice Antonia Zegers, una de las actrices embarcadas en el proyecto. "Lo que hace su autor es todo lo contrario, y por eso tomo este desafío como un ejercicio, un riesgo", añade. El protagonista de Mercury, la leyenda, Gabriel Cañas, cree que este "sometimiento" pondrá de cabezas el método actoral en el que siempre se ha apoyado. "Soy de leer las obras varias veces, hasta el cansancio. Aquí esa posibilidad no existe, y eso me tiene nervioso y ansioso". Isidora Cabezón, Coordinadora de Programación y Extensión de CorpArtes, y quien vio la obra en Edimburgo el año pasado, cuenta que apenas salió de la sala quiso traerla a Chile. "Me conmovió lo perturbador y simple del texto, como si volviera a la raíz del teatro. El dramaturgo es quien habla a través del actor al público, y eso impacta", opina.
Para Soleimanpour, en tanto, quien exije además dejar una butaca vacía en cada función -"reservada para mí", bromea, aunque rara vez asista-, su texto obedece a una búsqueda, una nueva forma de escribir y hacer teatro: "¡Esta no es una tortura. Eso sería hablar en palabras mayores. Tampoco soy un sádico, sino un humilde dramaturgo convencido de empujar las formas que descubro en nuevos rincones del teatro. No todos los dramaturgos somos seres así de confiables como para proponer un experimento como éste, así como cada conductor no necesariamente es fiable para conducir en la Fórmula 1", agrega. "Aunque eso no quiere decir que no pueda haber nuevos conductores que vengan a romper récords".