Por primera vez en sus casi 40 años como sacerdote, Nicolás Vial Saavedra sintió que su trabajo estaba en tela de juicio. El 10 de septiembre, Reportajes reveló que el ex capellán nacional de Gendarmería recibió en su oficina, ubicada a un costado de la Iglesia La Viñita, en Recoleta, el testimonio de una persona que había salido de la cárcel recientemente para alertar sobre un supuesto plan que se estaba urdiendo al interior de un penal de Santiago para realizar un atentado en contra de un miembro de la familia Luksic y otro de la familia Matte. La denuncia del sujeto venía acompañada por un sobre con fotografías de los aludidos y sus domicilios, además de los antecedentes personales de cada uno para demostrar la veracidad de su confesión.
A casi tres meses de haber recibido dicha información, a Vial le interesa dejar en claro que no rompió el secreto de confesión al entregar los antecedentes a la Policía de Investigaciones. "Lo que me dijo esta persona jamás fue en secreto de confesión. Me dijo: 'quiero que usted me ayude, esto no puede suceder y que juntos veamos cómo desbaratarlo'. Hay muchas personas que vienen a contarme cosas, pero son pocas las que me dicen 'ayúdeme'. En este caso me dijeron, 'ayúdenos', porque fue más de una persona. Uno, especialmente, me dijo que estaba dispuesto a ayudar en lo que fuera. Le dije echémosle para adelante", cuenta el fundador y director de la Fundación Paternitas, que se especializa en el trabajo con personas privadas de libertad y su reinserción una vez fuera de la cárcel.
Aunque el religioso reconoce que recibe todo tipo de testimonios en su oficina y en sus visitas a centros penitenciarios, lo que le contaron esa vez no era algo usual. Chile no es un país en los que organizaciones delictuales actúen contra integrantes de grupos económicos, y eso le llamó la atención. La denuncia aludía a un plan para simular un robo a miembros de los Matte y los Luksic que sería perpetrado por un ciudadano colombiano contratado para estos fines y que en su país era conocido por su trabajo como sicario.
El denunciante le pidió al cura que su identidad fuera reservada y sus datos no fueran entregados a la PDI.
El hecho causó inmediato revuelo. El comité ejecutivo de la Sofofa anunció al día siguiente que iba a analizar estas amenazas y el fiscal regional Metropolitano Oriente, Manuel Guerra, admitió que la situación, de comprobarse, podía ser muy grave. Mientras, los abogados de ambas familias se movilizaron para reunir más antecedentes.
El cura Nicolás Vial está al tanto de todo lo que ha generado el supuesto plan durante las últimas semanas. Su labor como sacerdote también se vio afectada tras el revuelo mediático, debido a que era primera vez que una supuesta confesión tomaba carácter público. Una parte, al menos.
"Puedo decir, humildemente, que sé más de la vida de los internos que la policía y, a veces, que los juzgados y la fiscalía. Esto es porque soy confesor. Y ellos saben por experiencia que de mí jamás ha salido nada. Para mí fue demoledor que pudieran decir que había roto el secreto de confesión", dice.
Muchas personas al interior de la cárcel y otras que salieron en libertad siguen reuniéndose con Vial para contarle sus penas, alegrías y experiencias tras las rejas. "El sacerdote dentro de una cárcel es un pastor que conlleva en su corazón muchas contradicciones de la gente que atiende. Y no puede dar alusiones de ningún tipo. Acá han venido personas que me han contado cosas mucho peores", advierte el director de la Fundación Paternitas, que hoy está dedicado a trabajar con jóvenes en hogares del Sename.
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El sacerdote reconoce que de joven no era tan distinto a las personas que le ha tocado conocer en su trabajo en las cárceles y centros de detención de menores de edad.
"Yo era rebelde, mal alumno, chacotero. Cometiendo las torpezas y maldades de cualquier joven de 15 años. De pronto sentí la necesidad de tender la mano a ese mundo medio oculto. Como, tal vez, mi familia y algunos profesores me la tendieron a mí", cuenta.
Vial empezó como seminarista el año 1977 y se convirtió en el primer religioso de su generación que pidió trabajar en la cárcel. "Dios a uno le va sugiriendo cosas en lo íntimo, y me parecía que mi misión debía ser algo distinta a lo tradicional", explica.
Su trabajo empezó en Tres Álamos, un recinto de reclusión juvenil en San Joaquín, que hasta un año antes había funcionado como centro de detención de prisioneros políticos de la Dina.
Desde ese momento el cura empezó una larga labor acompañando a jóvenes que habían cometido delitos y querían tener nuevas oportunidades. Posteriormente, lo asignaron para acompañar a presos de varias cárceles en Santiago. Tras realizar durante varios años esa labor, en 1992 el religioso asumió como capellán de Gendarmería tras ser escogido por la Conferencia Episcopal. Ese mismo año, Vial creó la Fundación Paternitas, destinada a ser un hogar para acoger a personas que no tenían adónde llegar tras salir en libertad. Actualmente, la institución ha crecido, dedicándose a la "recuperación" de estas personas, como les gusta decir a sus miembros.
Esta trayectoria tiene al sacerdote como un referente obligado a la hora de hablar sobre delincuencia en Chile, las condiciones en las que viven los presos en las cárceles y lo que deben enfrentar al salir de su reclusión.
Según su experiencia, el tipo de situaciones con las que ha debido lidiar han cambiado durante los últimos 15 años en el país por el ingreso de drogas duras. "Antes había una delincuencia normativa y con respeto. Cuando empecé, no había hechos con mucha violencia y se pedía perdón cuando se sobrepasaba a alguien. Hoy día eso se acabó. Hoy día te pueden matar. A mí me han contado que consumen drogas y con eso van dispuestos a todo", dice el religioso, quien, además, señala que casi todos los internos le han comentado que acompañan los robos con el consumo de estupefacientes, lo que los hace más violentos y arriesgados.
El trabajo de Vial se ha basado en la confianza que genera en las personas privadas de libertad. Una de las dinámicas que ha instaurado es pedir que le escriban cartas contando la experiencia de cada uno. Esto -asegura- funciona mejor que la comunicación oral. Para la Fundación Paternitas es importante hacer que los internos se expresen. Una oportunidad que, en varios casos, nunca antes han tenido.
Uno de los textos más dramáticos que ha recibido revela la dura vida que deben llevar las personas que entran en el tráfico de drogas.
"Un joven que conocí, me contó que eran cerca de las cuatro la mañana. De repente le violentan la puerta de su casa, en forma abusiva. Venían a buscarlo por un problema por drogas. Se asomó su madre y le pegaron un balazo que la mató. Luego, el joven salió al escuchar sus gritos. A él lo acribillaron, pero quedó vivo. Llorando me contó eso. Me decía que había matado a su madre", recuerda Nicolás Vial. En las historias de casi todos los presos, la muerte es una protagonista habitual.
Con la acumulación de testimonios de ese tipo, el religioso dice saber perfectamente cómo es la forma de pensar de quienes cometen delitos. Uno de los mayores cuestionamientos tiene que ver con los anhelos de cada interno.
"Les preguntamos sobre sus deseos. Todos dicen que quieren salir y comenzar de nuevo. La mayoría dice que le gustaría estudiar gastronomía. ¿Sabes por qué dicen eso? Porque la gastronomía les da la posibilidad de comer. Se ve que hay mucha hambre y ausencia", cuenta Nicolás Vial.
Para el cura, el contexto social determina que una persona decida entrar al mundo delictual. "Nadie nace totalmente malo, eso está científicamente comprobado. Hay una genética social y no biológica que favorece este tipo de situaciones", dice. Entre los factores clave están la desigualdad en la distribución del ingreso, el abandono familiar, la falta de escolaridad y la ausencia de trabajo. En muchos casos, los robos constituyen también una especie de venganza frente a situaciones injustas. "A veces me cuentan que no sólo mataron a una persona que era dueña de unas joyas que querían robar. Al mismo tiempo, fue que mataron a una persona que lo ignoró, a quien no lo quiso. Mataron a una sociedad excluyente", reflexiona el religioso.
Según él, para cambiar la realidad de las personas más necesitadas se requiere, sobre todo, de la voluntad de los propios imputados para no volver a caer en hechos delictuales. De todas maneras, también advierte que existe una "llamativa" falta de preocupación de las autoridades políticas de Chile. Desde los trabajadores de las municipalidades hasta los gobiernos. Su crítica se profundiza en un año electoral y apunta a que combatir la delincuencia no es sinónimo de aumentar la cantidad de presos en la cárcel.
"No he visto a ningún candidato entrar a la cárcel. Tampoco he visto ministros o gente del gobierno. Uno echa de menos conocimiento verdadero sobre el tema. Esto no tiene que ver con la mal llamada rehabilitación. Eso significa volver a poner a alguien dentro del mismo lugar en el que estaba antes. Así es muy probable que vuelva a caer. Yo prefiero hablar de recuperación", dice el sacerdote.
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Quienes conocen los detalles de la investigación que lleva la fiscalía sobre el posible atentado en contra de las familias Luksic y Matte cuentan que se está avanzando en verificar qué tan plausible es el documento entregado por el sacerdote. Aún no hay mayores antecedentes sobre quién o quiénes serían los autores del plan.
Lo que sí se ha podido comprobar es la identidad del sujeto que se reunió con Vial para entregar la denuncia.
Las fuentes señalan que sería una persona con un amplio prontuario policial y con una familia que también cuenta con antecedentes por robo. El último delito que habría cometido sería un robo a un camión de valores, por el cual pasó por la cárcel.
Por su parte, Nicolás Vial no ha querido entregar la identidad del sujeto y se niega a hablar o dar más detalles sobre el testimonio que recibió hace tres meses. Sólo aclara que no ha vuelto a hablar con las personas que se acercaron a su oficina para contarle del supuesto plan en contra de ambas familias. Tampoco ha vuelto a hablar con los abogados que representan a los dos grupos económicos.
Para el sacerdote, la denuncia fue un hecho inusual, pero parte del trabajo vocacional que lleva hace casi 40 años, cuando empezó una vida sacerdotal en un mundo al que pocos entran, acompañando a las personas que están privadas de libertad.