No sólo la Casa Blanca está en juego mañana en las elecciones, sino que también este martes se disputará una dura batalla por el control del Congreso de Estados Unidos, que definirá la política del país durante los próximos dos años.
Los republicanos tienen actualmente la mayoría tanto del Senado como de la Cámara de Representantes. Para controlar el Senado, de 100 escaños, los demócratas requieren ganar cinco, mientras que en la cámara baja de 435, necesitan sumar otros 30 representantes.
Analistas han pronosticado durante gran parte de la campaña que los demócratas ganarían entre cuatro y siete escaños en el Senado. En la Cámara de Representantes, algunos estudios apuntan a que los demócratas podrían obtener entre cinco y 20 bancas más.
Los demócratas habían temido que las preferencias se inclinaran hacia los republicanos luego que el FBI reabrió una investigación del uso que la candidata a la presidencia del partido, Hillary Clinton, hizo de un servidor privado cuando era secretaria de Estado. Sin embargo, el domingo la agencia dijo que mantenía su recomendación de no presentar cargos criminales contra Clinton.
El control republicano del Senado y de la Cámara de Representantes desde 2011 significó una gran cantidad de obstáculos para la ley de salud impulsada por el Gobierno de Barack Obama.
En el Senado, los republicanos también frenaron iniciativas como una reforma integral a la ley de inmigración, además de limitar un mayor gasto en programas nacionales y en la regulación ambiental y de la industria financiera.
Si se hay un empate en escaños en el Senado, le corresponde al próximo vicepresidente decidir qué partido controlará la cámara alta.
Entre los asuntos que revisará el Congreso el año que viene están la elección de un nuevo juez del tribunal supremo del país, la discusión para elevar el límite de endeudamiento de Estados Unidos y la posible aprobación de acuerdos de libre comercio con los países de la cuenca del Pacífico y con Europa.