Puñados de tierra de Asturias, Galicia, Andalucía y Cataluña, entre otros sitios, esparcieron ayer sobre la tumba de Pablo Neruda, en Isla Negra, unos 40 de los 2.000 refugiados españoles que llegaron hace 70 años a Chile en el carguero Winnipeg.
El barco arribó a Valparaíso el 3 de septiembre de 1939 gracias a la gestión del poeta, que por entonces era cónsul de Chile en París. Los refugiados vinieron junto a sus familias desde albergues y campos franceses. Eran obreros especializados, pescadores, intelectuales y agricultores, que fueron reubicados en el país y que dieron fruto a más de tres generaciones, reunidas en la Agrupación Winnipeg.
"Tenemos un agradecimiento muy grande por Neruda, el gobierno de la época y los chilenos que nos recibieron con los brazos abiertos, en un puerto y una estación repletos de gente cariñosa, que nos colmó de abrazos, pan amasado, vinos, provisiones o lo que encontraban para ayudarnos", recordó José Casanova (82). En la actividad cantó el Coro Vasco, que se creó a bordo del barco.