Conoce las 10 "islas fantasma" que han marcado la historia de los navegantes
Espejismos, leyendas, creencias en demonios o simple ignorancia han sido parte de la generación de todo tipo de mitos sobre islas inexistentes, muchas de ellas incluso plasmadas en los mapas por varios siglos.
El caso de las islas fantasma se repite bastantes veces a lo largo de la historia. Entre los casos más recientes se cuentan el de la isla Sandy, que a fines de 2012 fue encontrada en Google Maps a pesar que en los registros oficiales, no existe.
Dejando fuera a misteriosas islas perdidas, vinculadas con alienígenas, o famosas por series de televisión en muchas oportunidades la historia, la mitología y la geografía tienden a mezclarse. Aquí, algunas de las leyendas más interesantes:
Antillia, la Isla de las Siete Ciudades
En la Edad Media, el cristianismo buscaba un lugar apartado donde poder alejarse de la influencia del Islam. Según los escritos del año 711, cuando los musulmanes invadieron la península ibérica, algunos obispos navegaron hacia el Atlántico, encontrando la llamada Isla de las Siete Ciudades o simplemente Antillia. Fue una de las primeras historias sobre esta mítica isla, que en el siglo XV fue ubicada a medio camino entre Europa y Asia. Incluso en algunos mapas y libros de 1530, el historiador Pedro Mártir de Anglería afirmó que Cristobal Colón había pasado por el lugar, obteniendo información valiosa antes de su viaje donde descubriría América.
Hy Brasil, la isla que aparecía cada siete años
Escondido entre la niebla de las costas irlandesas, Hy Brasil aparecía por un sólo día cada siete años. Los primeros relatos, que hablan de habitantes felices y con un sol que bajo la niebla brillaba cada día, datan del siglo XIV. Fue en 1498 cuando el navegante italiano John Cabot inició un viaje para encontrar su ubicación, aunque no tuvo éxito. En 1674 sin embargo, el capitán John Nisbet aseguró haber estado en el lugar mientras viajaba de Irlanda a Francia, junto a un anciano que contento por la visita, le regaló varios lingotes de oro. La isla fue incluida hasta el siglo XVIII por los cartógrafos Gerardus Mercator y Abraham Ortelius.
Las Islas Nimrod y los espejismos de Esmeralda
Luego que las exploraciones entre los siglos XIV y XVII se hicieran preferentemente en el Atlántico, el Pacífico Sur adquirió un inusitado protagonismo entrado el siglo XVIII, sobre todo en la búsqueda de materiales como minerales, madera o un lugar donde los barcos pudiesen hacer una escala entre América del Sur y Australia. Por suerte, lós sistemas de navegación habían cambiado y ya era posible registrar coordinadas exactas, con lo que los viajes a las nuevas islas se hicieron más frecuentes, aunque muchas veces sin éxito. Uno de estos avistamientos fue el de la isla Esmeralda en 1821 por el capitán William Elliot, quien la bautizó en honor a la embarcación en la que se encontraba, además de John King Davis en el Nimrod en 1828. En ambos casos, las cartas de navegación no muestran a la Antártica, lo que junto a la llamada Fata Morgana podría explicar los avistamientos. Este fenómeno es común en las regiones polares, y le presenta al observador un espejismo que suele relacionarse con algún accidente geográfrico. Recién en 1940, ambas islas fueron declaradas como inexistentes.
Crocker Land
Otra de las víctimas de los espejismos del hielo, o Fata Morgana, fue el explorador estadounidense Robert Peary, quien en 1906 afirmó haber visto una gran masa de tierra en el área de la isla de Ellesmere en el Ártico y que bautizó como Tierra de Crocker, o Crocker Land. Ante la perspectiva de encontrar nuevos animales, plantas e incluso seres humanos adaptados a tales condiciones, una expedición decidió ir más allá. Se trataba de Donald Baxter MacMillan del Museo Americano de Historia Natural, quien en 1913 se propuso encontrar a Crocker Land. Sin embargo, en pleno viaje las pésimas condiciones climáticas hicieron que la mayoria tuviese que regresar al campamento base, lo que se sumó sumó a los consejos de los Inuit, lugareños que insistieron en que tal masa de tierra no existía, y un asesinato entre miembros del equipo que dejó varada la expedición por alrededor de cuatro años. Sin encontrar ningún rastro de la isla, el único logro conseguido fue el registro fotográfico de los Inuit.
La Isla de los Demonios
Por supuesto, en un listado con islas de fantasía no podían faltar laas leyendas sobre demonios. En este caso existían dos: Satanazes (cerca del norte de la ya mencionada Antillia) y La Isla de los Demonios de Terranova, quien comenzó a ser conocida gracias a Marguerite de La Rocque, una noble francesa en el año 1600. La historia dice que de La Rocque se embarcó en 1542 con Jean-François de La Rocque, rumbo a la actual Canadá. No se conoce bien el vínculo entre ellos, y se habla de esposos, primos o tío y sobrina. En el viaje, ella queda embarazada de uno de los marineros y ambos son abandonados junto a un sirviente en una isla desconocida, todos -incluyendo el hijo-mueren, salvo ella. Luego de dos años vagando por la isla, es encontrada por pescadores que la llevan a Europa y allí conoce a Margarita de Navarra, quien recoge su historia y la convierte en una leyenda. ¿Y los demonios? Eran sólo nativos americanos.
La isla de Buss
En 1576, no eran pocos los navegantes que buscaban un paso a Asia por el noroeste de Europa. En una de esas expediciones, los capitanes Martin Frobisher y James Newton afirmaron haber encontrado "una isla llena de frutas y grandes bosques". La llamaron "Buss", por el tipo de embarcación en la que se encontraban. Con el nombre ya oficialmente instaurado y su posición geográfica relativamente conocida, Buss fue inscrita en los mapas de la época, aunque al querer visitarla nuevamente no pudo ser encontrada. Fue sólo en 1671, que un marinero de nombre Thomas Shepard aseguró llegar a sus costas, aunque al querer regresar, ésta ya había desaparecido. ¿Cuál fue la teoría para explicar el extraño suceso? un hundimiento bajo las olas. A mediados del siglo XIX, Buss ya no estaba en los mapas.
San Brendan y la Isla del Paraíso
El monje irlandés Brendan navegaba en el año 530 por el Atlántico, buscando evangelizar otros territorios y encontrar el paraíso. Y al parecer llegó a un lugar así, ya que los escritos cuentan que durante siete años vivió en un sitio con naturaleza vasta y generosa, además de un clima perfecto. Se cree que "su" isla se encontraba al oeste de las Islas Canarias, y tuvo apariciones en los mapas de la edad media hasta el siglo XVII, incluyendo al célebre Mappa Mundi Hereford.
La isla de Frisia
Los hermanos Antonio y Nicolo Zeno, conocidos por navegar el Atlántico Norte alrededor del año 1400, fueron el objeto de unos escritos de su descendiente Antonio Zeno, quien en 1558 publicó un mapa y las cartas de una isla llamada Frisia, que supuestamente quedaba a medio camino entre el noroeste de Noruega y Escocia. A pesar de su naturalenza cuestionable, los geógrafos no dudaron en tomar estos datos y agregar este pedazo de terreno en los mapas, aunque acercándolos a América del Norte. Con el tiempo, incluso se inventaron pueblos y bahías con sus respectivos nombres.
Thule
Cerca del 325 a.c., el navegante Pyhteas salía desde la actual Marsella hacia el Atlántico rumbo al norte, para encontrarse con lo que ahora conocemos como Gran Bretaña, además de una pequeña isla, que en aquél entonces bautizó como Thule. Posteriormente en el año 100, el matemático y geógrafo Ptolomeo incluiría la isla en su atlas, apareciendo incluso en los registros traducidos por los eruditos florentinos de principios del 1400 y hasta el siglo XVII. Hasta ahora se desconoce a qué isla se refería, aunque se especula con la costa de Noruega, Islandia, las Islas Shetland o Islas Feroe.
Las islas imaginarias de Phelipeaux y Pontchartrain
Corría 1783 y en la frontera de EE.UU. y Canadá, el Lago Superior tenía dos islas, que debían ser parte del Tratado de París entre los estadounidenses y Gran Bretaña. Su exacta ubicación en los cientos de mapas de la época daban cuenta que pasarían a ser parte del territorio de Estados Unidos una vez que el acuerdo entrara en vigor. El problema, es que había que encontrarlas. Según lo que se sabe, ambas islas fueron nombradas en 1720 por oficiales franceses en honor al secretario de la Marina Francesa Louis Phélypeaux, conde de Pontchartrain. La idea es que debido a este halago, el conde pudiese seguir donando fondos para exploración. Murió siete años después sin conocer la verdad y en 1820, la inexistencia de estas islas fue declarada oficial.
FUENTES y LINKS:
ub.uit.no, newadvent.org, books.google.ca, hbcheritage.ca, wikisource.org, sacred-texts.com, museumofhoaxes.com, naturalhistorymag.com, research.bowdoin.edu, south-pole.com, rsnz.natlib.govt.nz, news.google.com
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