Los tiempos de disturbios políticos y hambruna que azotaron a Etiopía durante la década de los 80 y que transformaron a ese país en símbolo mundial de la pobreza ya parecen haber quedado definitivamente atrás. Así, a diferencia de muchos países africanos con un pasado similar, el gobierno etíope ha logrado construir un cierto nivel de estabilidad que ha permitido al país crecer económicamente a un ritmo del 8,5% durante 2012 y perfilarse como un actor clave del continente africano, gracias, entre otras cosas, a un ambicioso proyecto energético, que, sin embargo, ha generado tensiones con sus vecinos Egipto y Sudán.

De hecho, el país inició en 2011, en la región de Benishangul Gumaz -cerca de la frontera con Sudán- la construcción de la Gran Represa del Renacimiento Etíope,  que será la más grande de Africa cuando esté lista en 2017. El proyecto, que tiene un costo de US$ 4.700 millones, generará 6.000 megavoltios de energía y 12.000 puestos de trabajo, según anunció el gobierno encabezado por el primer ministro Hailemariam Desalegn. Pero para poder cumplir esas metas los recursos hídricos deben ser extraídos del río Nilo, cuyas aguas son generadas en un 86% por el afluente Nilo Azul, que nace en las tierras altas de Etiopía. Sin embargo, el río más largo del mundo abastece de agua también a Egipto y a Sudán, países que han manifestado abiertamente su preocupación sobre el desvío de agua que representaría la represa y las consecuencias que tendría para ellos.

"Etiopía tiene aspiraciones de ser un poder regional a expensas de Egipto. Está tomando ventaja de la inestabilidad después de la revolución (egipcia)", indicó el jefe del Departamento de estudios de la cuenca del Nilo del Centro Al Ahram de Estudios Estratégicos y Política en El Cairo, Hani Raslan, al diario estadounidense The Washington Post. Así, el polémico proyecto ha llevado a que Etiopía y otros países contiguos a los afluentes  del Nilo, como Burundi, Congo y Kenia, entre otros, busquen reescribir un antiguo tratado de 1959- que otorgaba a Egipto y a Sudán el control de casi el 90% de las aguas del río-, según indica la revista británica The Economist.

La construcción del megaproyecto hidroeléctrico podría traer consecuencias importantes para Egipto y los países que se encuentran río abajo. De hecho, Egipto- cuyas necesidades hídricas son cubiertas en un 95% por el Nilo- podría perder entre 11 y 19 millones de metros cúbicos de agua durante la construcción de la represa, afectando de paso el suministro de agua de dos millones de familias egipcias, según detalló la cadena árabe Al Jazeera. A esto se suman los efectos sobre el abastecimiento eléctrico del país, que podría verse mermado entre un 25% y un 40%. "Sería un desastre para Egipto. Grandes áreas del país serían simplemente sacadas de producción", detalló el ex ministro egipcio de Agua Mohamed Nasr Allam, consignado por The Washington Post.

Tanto Etiopía como Egipto han experimentado un aumento poblacional notable. Con casi 94 millones y 85 millones de personas respectivamente -según datos de la CIA-, ambos países han doblado su población en las pasadas tres décadas. Una cifra que se espera siga aumentando y con ella las necesidades hídricas. De hecho, Egipto tiene hoy en Asuán una de las represas más grandes de Africa.

La escala de tensiones entre Egipto y Etiopía a raíz de la construcción de la represa creció el año pasado, luego de que el entonces Presidente egipcio Mohamed Morsi y varios políticos del país realizaran una serie de declaraciones hostiles hacia el gobierno etíope en relación con el proyecto.

Para tratar de llegar a un consenso, desde noviembre de 2013 los gobiernos de Addis Abeba, El Cairo y Jartum han sostenido una serie de reuniones para buscar una salida al conflicto y en diciembre conformaron un comité técnico para analizar los posibles efectos de la represa más grande de Africa.