El letrero no mide más de 20 cm, pero su mensaje produjo un intenso debate: "En esta obra no silbamos a las mujeres y estamos en contra del acoso callejero".

El cartel ubicado en la obra de la constructora Echeverría Izquierdo de la calle Argomedo, en la comuna de Santiago, se instaló a raíz de la queja de una mujer que recibió un comentario sobre su cuerpo o "piropo" de quienes trabajan en el lugar, cuenta Sebastián Carril, prevencionista de riesgos de la constructora.

"Decidimos sumarnos a esta campaña que busca respetar más a las mujeres", explica Carril. La normativa solo se aplica a la obra ubicada en el centro, comenta, pero están evaluando replicar la medida en otros proyectos de la constructora.

La medida es pionera, resalta Carolina Franch, académica del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género de la U. de Chile (Cieg). "Las feministas no alzaron su lucha contra el piropo, sino contra una ofensa en el espacio público. No nos sentimos incomodas si nos dicen: 'Uy, que bonito verte pasar por la calle'. Pero la mayoría de las frases no son así, sino que apuntan a estrujar la sexualidad de las mujeres", sostiene.

Al respecto, existe confusión en la comprensión de la dimensión del acoso que existe en los piropos, explica Francisco Aguayo, psicólogo experto en masculinidades y director de CulturaSalud (EME). Los piropos, dice Aguayo, generalmente son comentarios en la vía pública de hombres a mujeres, en contextos en que no existe una relación afectiva que lo justifique. "Suelen ser extraordinariamente agresivos, violentos, y constitutivos de acoso sexual", precisa.

En ellos también suele existir con frecuencia una asimetría. "Muchos de los piropos ocurren en un contexto grupal de hombres contra una mujer sola, de un jefe a una subordinada o de hombres mayores a menores de edad. El problema es que culturalmente están invisibilizados", señala Aguayo.

Normalización

La razón por la que aún no existe consenso en rechazar el piropo como acoso sexual, sostiene Aguayo, es porque es un tema que recientemente se ha comenzado a visibilizar.

En el tema de violencia de género se ha avanzado en términos de conciencia cultural en los últimos 20 años. "Pero la violencia sexual en su amplitud de conductas se ha visibilizado solo últimamente. Es cosa de ver cómo explotó la agenda contra el acoso callejero, algo que tiene tres años solamente", agrega el experto.

Datos de la encuesta del Observatorio Contra el Acoso Callejero (Ocac), hablan de que el 85% de las mujeres afirma haber sufrido acoso sexual callejero en el último año.

Para la presidenta del Ocac, María Francisca Valenzuela, el principal problema que existe a la hora de juzgar el piropo, es que se normaliza y se esconde como una tradición y parte de la cultura. "Muchas veces puedes decir que no te molesta un comentario, pero cuando recuerdas cuándo y cómo lo empezaste a vivir, tu percepción cambia".

Por eso, en el debate sobre el piropo como una expresión de acoso y violencia sexual en contra de las mujeres aún existen voces que lo defienden "La lógica en aquellos que defienden es porque dicen que es inofensivo, que no constituye acoso, y que sería consentido por la persona que lo recibe", dice Aguayo.

Aquello se entiende, señala, porque es un acto invisibilizado en la mayoría de los hombres. "Y en las mujeres, hay un grupo que lo considera común, pero muchas lo sufren a diario. Quien acosa no tiene interés de entablar comunicación con la víctima, no se da en el espacio de seducción, por ejemplo. Por eso, muchas mujeres reaccionan al piropo y muchos hombres se toman mal esa actitud femenina".

Medidas como la que tomó la constructora Echeverría Izquierdo también se han aplicado en países como México, Perú y Argentina. "Siempre apuntando a que el acoso callejero es una manifestación de violencia que implica una connotación sexual explícita o implícita que ejerce una persona a otra en el espacio público", manifiesta Valenzuela.

¿Por qué el piropo es violento? La doctora en psicología de la U. de Santiago, María José Rodríguez, explica que "es un tipo de violencia física, psicológica, sexual, verbal, que tiene que ver con violencia que ejerce una personas sobre otra. Para que se dé, tiene que existir una violencia simbólica, que es la cultura que sostiene que la mujer es inferior al hombre".

Para Franch eso se entiende dentro de un contexto de desigualdad de género. "Cuando hay un sujeto social, en este caso los varones, que se sienten con el derecho en el espacio público de decir cualquier frase ofensiva, denota que hay alguien que siente que puede decir lo que quiera sin ningún castigo social, ni estatal".

Para muchas personas resulta difícil entender el por qué se debería normar sobre este aspecto. "Para que no se produzca esta violencia a través del acoso, esas medidas fuerzan el cambio en las conductas humanas, aunque no necesariamente haya un cambio cultural", sostiene Rodríguez.

Desde la constructora, Carril dice que han tratado de lograr un cambio cultural en los trabajadores, "y de a poco generar conciencia de que hay que respetar más a las mujeres".

"Es una práctica que está tan arraigada que la gente no hace una reflexión al respecto. Esa es la meta y va a demorar mucho tiempo más", concluye Rodríguez.